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Fórmula 1. El calvario de Kimi Raikkonen

Sin haber llegado a su ecuador, la temporada 2014 empieza a mostrar claros síntomas de fatiga. El dominio aplastante de la escudería Mercedes AMG, que salvo el pasado Gran Premio de Canadá ha ganado el resto de carreras celebradas, es sin duda una de las claves que explican el actual estado de cansancio pero no es la única.

Las aplastantes prestaciones de las unidades de potencia Mercedes-Benz han puesto de relieve que hoy por hoy el material proporcionado por la firma de Stuttgart carece de rival y lo que es más grave, que de aquí a que termine la sesión en Abu Dhabi, el margen de respuesta de los propulsores Renault y Ferrari es mínimo por no decir prácticamente nulo. En este sentido, de los 11 equipos que participan en el Mundial de Fórmula 1, nada menos que 7 corren en manifiesta inferioridad de condiciones y de los 4 que quedan, McLaren, Sahara Force India, Williams y Mercedes AMG, todos ellos impulsados por las UP de la estrella de tres puntas, tan solo las escuadras de Silverstone y Grove parecen estar en disposición de ofrecer algún tipo de destello que logre empañar la hegemonía de Brackley.

Este escenario a priori desolador también recae en cuanto a responsabilidades se refiere, sobre el comportamiento excesivamente conservador de la gama Pirelli 2014, compuestos que la mayoría de pilotos califican de tremendamente duros y difíciles de calentar y cuya comprensión está produciendo auténticos quebraderos de cabeza a los respectivos departamentos de ingeniería…

Si sumamos a todo ello la importancia que tiene la electrónica y la pérdida de sensibilidad que acarrea en la conducción, los problemas derivados de la implantación de la aplicación masiva de la potencia eléctrica, los que originan todavía los frenos brake by wire y la enorme dependencia que vincula en la actualidad al piloto con su wall, nadie diría que no estemos ante una tormenta perfecta cuando no ante una gigantesca trampa para leones que está dejando como saldo, la aparente incapacidad para adaptarse a sus vehículos de auténticas estrellas como Sebastian Vettel o Kimi Raikkonen, por ejemplo.

Era previsible, se alertó de los riesgos con antelación, pero no ha sido hasta quien dice ahora que se ha comprendido que los cambios originados por la nueva normativa vigente desde este año, quizás han sido excesivos y han irrumpido en la competición de manera demasiado abrupta.

Sea como fuere el piloto ha perdido importancia relativa. Las variables que lo rodean hoy son abrumadoras y en muchos casos sumamente delicadas de manejar, y no se trata tanto ahora de que el conductor sepa gestionarlas como de que las entienda previamente y durante el transcurso de la propia carrera, para poder extraer así lo mejor de ellas.

Ferrari no se lo ha puesto fácil a su piloto finlandés y sin duda el entorno que le ha propuesto en su retorno a La Scuderia es francamente desquiciante.

El F14-T no está completado como proyecto y acumula una importante desventaja con Mercedes AMG, que Maranello trata de paliar incorporando soluciones, novedades o evoluciones en cada carrera, que a veces funcionan y otras no. Así, si no se calientan los frenos falla la entrega de potencia o las gomas no responden. Además, hay que estar atento a lo que sucede sobre el asfalto, a los rivales y a las propias circunstancias de la prueba, y por supuesto, conviviendo simultáneamente con la catarata de información totalmente necesaria que vierte el correspondiente ingeniero de pista a través de la radio del coche.

En este orden de cosas, cabe decir que Kimi Raikkonen no ha olvidado conducir ni ha perdido velocidad, tan solo le sucede lo que a otros pilotos de la parrilla: se muestra incómodo e inseguro porque ha perdido la necesaria confianza en su monoplaza.

 

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