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Café racers, la nueva ola de los “ton up boys”

Años 50 y comienzos de los 60. Hierve en Gran Bretaña la cultura Pop y la juventud inglesa se divide entre los acicalados Mods y los rebeldes Rockers, los primeros acompañados por sus Vespa y Lambretta al ritmo de los Who o los Kinks, los segundos… los segundos por toda una variopinta selección de Triumph, de Norton, BSA y Royal Enfield debidamente modificadas, aligeradas, potenciadas e incluso dando lugar a combinaciones de lo más diverso entre chasis y mecánicas de diferentes marcas, todo ello maridado a ritmo del rockabilly, perfectos tupés, una absoluta enemistad hacía los Mods y mucho cuero.

Pero, ¿de dónde nace el término cafe racer?

Manillares bajos, colines monoplaza, estriberas retrasadas y la ausencia de cualquier aditivo ornamental en busca de una configuración más ligera.

Las cafeterías de carretera se convirtieron en el lugar de reunión de estos jóvenes enfundados en sus chupas de cuero negro y sus modificadas monturas. Las carreteras entre estas cafeterías, el lugar perfecto para demostrar quien era el más rápido, mientras que los transportistas con quienes coincidían en estos cafés de carretera se burlaban de que no eran corredores profesionales, sino simplemente “corredores de café”. Nacía así, a ritmo de Rock & Roll y fruto de todas esas Triumph y Norton transformadas y sus jóvenes propietarios la subcultura de las café racer, subcultura de las dos ruedas que hoy, 50 años después, no podía estar más viva.

El concepto café racer más puro está inspirado en las motos de competición de la época, primando velocidad a comodidad.

El objetivo entonces para la mayoría era superar las 100 millas por hora – unos 160 km/h – lo que dio también lugar a los términos “Ton up”, “Ton up boys” y “Do the ton” en referencia a esas motos preparadas para intentar superar la barrera de las 100 mph y aquellos que iban sobre ellas buscando lograr semejante gesta. Aventura desquiciada donde las haya si tenemos en cuenta los frenos de tambor de la época, los estrechos y duros neumáticos o el nivel de seguridad de la equipación de los rockers, unido al estado de las carreteras británicas de aquel entonces.

Pero atrás, aunque no demasiado lejos, dejamos los años 50 y 60, esa temeraria búsqueda de la velocidad, que al mismo tiempo tenía en Estados Unidos su reflejo en forma de hot rods y muscle car – cosas de la “generación rock & roll” – y volvemos al siglo XXI.

Fruto de esa necesaria sensación de individualidad dentro de una masa, de la caza de lo auténtico, de lo crudo, ha surgido en los últimos años – con ferviente hincapié en los últimos meses – una corriente de transformaciones donde se ha recuperado el espíritu estético de las cafe racer de los 60. Ya no se trata de mods o rockers, ni de alcanzar los 160 km/h entre cafetería y cafetería. Se trata de ese inconformismo marginal adaptado a la era del Tumblr y Pinterest, a la búsqueda de cierta rebeldía, a en definitiva toda una suerte de estilo de vida asociado a motos transformadas siguiendo los cánones de aquella ola británica.

De café en café a carreras en Vimeo e Instagram

Las motos ya no siguen estrictamente el concepto original de café racer y un enfoque inspirado en la competición. Ahora se busca ensalzar el lado más clásico de la moto o dárselo si se trata de una moto de nueva factura.

Las motos ya no siguen estrictamente el concepto original de cafe racer antes descrito con ese enfoque inspirado en la competición, ahora se ahonda en ensalzar el lado más clásico de la moto o dárselo si se trata de una moto de nueva factura y así junto a aquellas motos de confección más pura se agolpan en esta nueva era del cafe racer variantes de otros estilos como la brat – de asiento recto frente a los asientos monoplaza de la cafe racer – o las street tracker, inspiradas por las motos de dirt track.

Pero esta nueva ola de cafe racer no trata sólo de motos modificadas. Ni mucho menos. A su alrededor, ejerciendo de eje central, ha florecido una auténtica amalgama de elementos relacionados con esta imagen clásica como firmas de ropa, festivales y muestras culturales en forma de publicaciones especializadas como Iron&Air o documentales, como “The Greasy Hands Preachers”, presentado en el Festival de Cine de San Sebastian.

Más allá de las creaciones individuales no faltan preparadores convertidos en artesanos. En España gozamos de una excelente escena con muy buen reconocimiento internacional, destacando nombres como Cafe Racer Dreams, El Solitario, Valtorón o Ad Hoc.

En lo que se refiere a festivales relacionados no podemos perder de vista el Motorbeach, en Asturias, o la presencia del movimiento en el festival de cultura urbana Mulafest. Además, desde 2012 se celebra en septiembre lo que se ha denominado como “The Distinguished Gentleman’s Ride”, un evento que describe a la perfección parte del nuevo aura que ha adquirido el movimiento y en el que se dan cita propietarios de motos vintage para rodar juntos vestidos de manera elegante.

De aquellos rockers desgarbados de ruidosas monturas, mirados de reojo y entre murmullos por la sociedad británica y peleados con los mods a un nuevo movimiento, una nueva corriente entrelazada con esa otra moderna tendencia que ha supuesto la subcultura hipster. Tipos barbudos, camisas de cuadros, folk y ese camino hacía la individualidad, hacia lo auténtico y la libertad personal recorrido a lomos de una cafe racer.

No, ya no suena el rock & roll en las jukebox, ahora suenan listas de reproducción de indie en cuentas premium de Spotify. Las carreras ya no son entre cafeterías, son entre vídeos subidos a Vimeo y lo que hasta hace unos pocos años eran hierros abandonados en el garaje a la venta por unos pocos cientos de euros son ahora buscados y comprados por precios que multiplican notablemente lo que se venía pagando. A cambio, las cafe racer , están más presentes que nunca, más incluso que en sus orígenes.

Este artículo ha aparecido originalmente en la revista Curved, número 1. Curved está disponible en el Quiosco de iTunes o en el Play Store de Android, junto a otras doce revistas creadas por Mediazines.

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