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La historia del directivo que engañó a General Motors para salvar el Corvette

No todos los héroes llevan capa y tienen superpoderes. Algunos son simplemente apasionados del automóvil que desobedecieron las absurdas órdenes de sus superiores. Esta es la historia de Russ McLean, el hombre que desafió a las altas esferas de General Motors, que a principios de los 90, querían eliminar de su gama al Chevrolet Corvette. Las razones para ello eran puramente económicas, cómo no. El icono del automóvil americano estuvo a punto de desaparecer, de no haber sido por el valiente protagonista de este artículo.

En los ochenta, General Motors perdía 1.000 dólares por cada Corvette C4 que fabricaba.

Russ McLean llevaba décadas trabajando como uno de los mánagers de General Motors a principios de los 90. Era un economista nato, especialista en la reducción de costes. Trabajó en México y en la planta de Opel en Figueruelas, donde habría llevado a cabo exitosas medidas de ahorro, que mejoraron la rentabilidad de la fábrica. A finales de los 80 y principios de los 90 la gran General Motors perdía dinero a espuertas, adolecía de una estructura organizativa demasiado grande y no sabía cómo salir de la crisis económica.

La corporación sufría constantes reorganizaciones y cambios de personal, que necesariamente impactaban en el rendimiento de las operaciones. Las altas esferas convocaron a Russ McLean a una reunión, en la que le ordenaron revertir las pérdidas de la gama Corvette. Por cada Corvette C4 fabricado, General Motors perdía unos 1.000 dólares. McLean aisló a su equipo del caos que era la GM de entonces y poco a poco, revirtió las pérdidas y mejoró la calidad del coche, que en sus primeros años dejaba mucho que desear.

Sus superiores le ordenaron detener el desarrollo de la quinta generación. Él ignoró la orden.

Fue entonces cuando se aprobó el desarrollo del Corvette C5, así que McLean se puso manos a la obra con su equipo. Un cambio en el equipo de gestión de General Motors a mediados de los 90 vino acompañado de un duro mazazo: la paralización del desarrollo del Corvette C5. Las órdenes del mando eran dejar morir al Corvette C4, y sin hacer mucho ruido, dejarlo de fabricar. Para un entusiasta de los Corvette – el propio McLean tenía dos Corvette clásicos de los 60 en su garaje – esta decisión era absurda y estúpida.

En lugar de hacer lo que le mandaron, hizo lo que creía correcto. No dijo nada a su equipo, que continuó el desarrollo de la quinta generación del Corvette. Evitaba a su jefe y a los altos mandos de General Motors. Fue todo un logro que pudiera dar largas durante tanto tiempo a sus superiores. En 1996 presentó la quinta generación del Corvette, que se convirtió en un éxito de ventas inmediato y hasta día de hoy ha gozado de una tremenda reputación. A pesar de todo, pagó las consecuencias de su desafío.

Los C5 fueron una de las generaciones más exitosas y vendidas de la historia de los Corvette.

General Motors consideró que no era un «jugador de equipo». En 1996 le expulsaron del equipo de Corvette y en 2001 abandonó al completo la compañía. Se compró dos Corvette – uno del año 1958 y otro de 1961 – se retiró a la granja familiar a cuidar de sus padres, ya ancianos. No ha vuelto a trabajar en la industria del automóvil desde entonces. Fue en el National Corvette Museum – durante su ceremonia de acceso al Corvette Hall of Fame – cuando Russ McLean contó esta historia ante un público entusiasta y sorprendido.

Sólo su esposa sabía que estaba salvando en secreto al Corvette y que General Motors había ordenado su desaparición. Tras muchos años ajeno a General Motors, se animó a contar por primera vez esta apasionante historia en público. Hoy por hoy, los Corvette gozan de excelente salud en la gama de General Motors y nadie se imagina su ausencia. Agradeced a McLean que no cayesen en el olvido hace 20 años.

Fuente: Hemmings

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