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Coches de competición para recordar: Alpine

La estrecha relación que ha existido desde casi siempre entre Alpine y Renault es innegable y a pesar de que en ciertos momentos, Alpine se encargó de desarrollar algun coche de competición para Renault -como en el caso de la serie A440 y sus descendientes-, también tuvo historia propia. De hecho, los Alpine suelen tener un encanto especial que los Renault, a pesar de todo, no tienen. Alpine es una marca de esas en las que prácticamente todos sus modelos son bonitos y no será menos en lo que se refiere a sus coches de carreras.

Alpine A110 – Mundial de Rallyes

Lo más lógico es empezar con un clásico de clásicos, por lo menos en lo que a coches franceses se refiere. Dejando de lado el hecho que sea un Alpine y que lleve con estilo ese “Bleu” que caracteriza a los coches de nuestro país vecino, el diseño del A110 sin duda fue algo especial para la época, tan memorable entonces como hoy en día. El concepto era el de un pequeño coche deportivo. Compacto, con unas líneas interesantes y la posibilidad de circular a altas velocidades.

Esta posibilidad se aprovechó en el los rallyes, donde los Alpine A110 participaron con éxito durante la segunda mitad de los años 60 y la primera mitad de los años 70. De hecho, llegaron a participar en el campeonato del mundo de rallyes, donde compitieron en la temporada inaugural con gran éxito. De hecho, Jean-Claude Andruet se convirtió, a bordo del Alpine A110 1800 y con Michèle Petit -“Biche”- a su lado en el primer vencedor de una prueba del mundial de rallyes.

Vinieron cinco más sobre un total de trece pruebas que tuvo la temporada y Alpine se hizo con el campeonato de marcas con una ventaja espectacular. Hasta 1977 no hubo un título de pilotos, por lo que no hubo ganador oficial de forma individual. A pesar de ello, seguramente el título habría sido para Jean-Luc Thérier, quien ganó tres rallyes esa temporada, siendo el piloto que más victorias obtuvo. El Alpine A110 no ganó después de 1973 pero su huella era imborrable.

Alpine A210 – Sport-Prototipo

Para Alpine, siendo una marca francesa, habría sido extraño no ir a competir en Le Mans. El Alpine A210 fue un coche de competición fabricado con el único propósito de rodar por las pistas. Tras lo aprendido con el trabajo en los M63, M64 y M65, coches bastante más compactos, Alpine decidió seguir con el concepto de un coche pequeño y ligero pero con el valor añadido de una aerodinámica trabajada que le diera más velocidad.

El A210, a pesar de equipar un minúsculo motor de 1000 centímetros cúbicos y 115 caballos de potencia al principio y uno de 1500 centímetros cúbicos y 178 caballos de potencia después, tuvo una velocidad punta espectacular, de más de 285km/h. Para coches tan pequeños y con un motor tan compacto -¡y con poco consumo!- se trataba de todo un éxito. Participaron en Le Mans con varias unidades en cuatro ocasiones; de 1966 a 1969. Los resultados fueron decentes, con tres novenas posiciones como mejor resultado.

Probablemente también se recuerde el triunfo en 1968 de Jean-Claude Andruet y Jean-Pierre Nicolas en el Índice Energético, que se calculaba teniendo en cuenta la distancia recorrida por el coche su eficiencia. Por lo tanto, un coche con bajo consumo que recorriera una buena distancia podía terminar por delante del ganador de la clasificación general. Se trata de una clasificación un tanto extraña para los tiempos actuales pero que era considerada importante en Alpine, pues eran conscientes de no ser capaces de ganar en la clasificación principal.

Alpine A220 – Sport-Prototipo

Después de los dos primeros años con los compactos A210 y con el cambio de normativas en Le Mans, en Alpine se liaron la manta a la cabeza y para 1968 construyeron un prototipo que les permitiera luchar por la victoria, al menos sobre el papel. El Alpine A220 tenía que ser el elegido. Esencialmente porque se trataba del sucesor espiritual del A210, pues aunque el motor era un V8 de 300 caballos -seguía siendo menos potente que los Porsche-, era ligero, ágil, y tenía una aerodinámica que les dió la velocidad punta más alta en la carrera.

De hecho, la carrocería y chasis fueron tomados del A210, lo que fue la clave para asegurar esa ligereza y agilidad que deseaban, mientras que evidentemente la aerodinámica del A220 era propia. Desafortunadamente, tenían una gran tendencia a sobrevirar, lo que hacía que los A220 fueran particularmente complicados de pilotar. A pesar del trabajo de los franceses, los Alpine A220 nunca llegaron a luchar por la victoria en la famosa carrera francesa en los dos años en los que lo intentaron.

En 1968, el único A220 que terminó, lo hizo en octava posición, a 34 vueltas del vencedor, mientras que en la temporada sucesiva, ninguno consiguió ver la línea de meta. El proyecto se canceló y ningún Alpine A220 volvió a competir en Le Mans aunque llegaron a ganar alguna carrera nacional a finales te 1969, dando alguna última alegría a la Société des Automobiles Alpine, que pudieron despedir el precioso A220 con una tímida sonrisa.

Alpine A364 – Fórmula 3

La marca francesa no se centró solo en coches cubiertos y de hecho tuvieron una interesante historia como fabricante de monoplazas de categorías inferiores. El más recordado quizás sea el A364, la última evolución de su serie de Fórmula 3. Con una aerodinámica muy pulida para la época -una tradición de Alpine-, se estrenó en 1972 y obtuvo resultados sin demora, como la victoria en el Gran Premio de Mónaco de Fórmula 3 de 1972 con Patrick Depailler, quien llegaría a la Fórmula 1 en el futuro.

La forma tan característica del A364 se reservó casi exclusivamente al campeonato francés de Fórmula 3, en el que también vencieron en 1972, con solo alguna carrera puntual fuera de su casa. Una decisión curiosa puesto que en las carreras que disputaron fuera de Francia quedó claro que tenían suficiente velocidad para competir con los Martini, March y demás fabricantes de la categoría. El motor Renault que equipaban, proveniente del Renault 16, era un cuatro en línea bastante pequeño que cumplía con creces su misión.

En 1973, el plan de la marca fue el mismo que la temporada anterior, limitándose a campeonatos franceses y a alguna participación esporádica fuera. Fue el último año de Alpine en monoplazas, pues con el cambio de normativas de motor para la Fórmula 3 -pasaban a ser obligatorios motores de 2000 centímetros cúbicos-, no había motor Renault que sirviera y en Alpine no siguieron desarrollando un monoplaza que, a pesar de todo, siguió compitiendo en manos de pilotos privados, con motores Ford.

Alpine A310 – Varios

El Alpine A310 tenía ya un aspecto remarcable en su versión de calle pero a medida que se iba preparando para competición, ganó más y más adeptos. El más conocido se trata quizás del coche que pilotaron Guy Frequelin y Jacques Delaval en el campeonato francés de rallyes de 1977, en el que Frequelin salió como campeón. Un coche con un aspecto agresivo, con un alerón trasero inusual para los coches de rally de la época y unas formas generales únicas; muy deportivas.

El reparto de pesos del coche era parecido al del Porsche 911 contemporáneo, lo que hacía que el A310 fuera válido tanto para los tramos de rally como para circuito. Quizás lo único que le faltó a Alpine para que su A310 se convirtiera en un icono como el 911 fue dinero pero el caso es que en 1977 el Alpine A310 también asomó la cabeza por los circuitos. Concretamente, participó en las 24 horas de Le Mans. Fue su única aparición y no pudo terminar la carrera pero queda para la historia.

A pesar de ser un coche sin una larga historia en las competiciones y mucho menos a nivel internacional, el A310 se hizo su propio nombre por la belleza de sus formas, por lo espectacular de su apariencia junto a las varias decoraciones que siempre resultaban bonitas de ver y por haber ganado lo suficiente para ser considerado un buen coche de carreras. Claro que el hecho de haber sido fabricado por una marca tan deportiva como Alpine siempre ayuda.

Puede que Alpine no esté a la altura de Renault en cuanto a resultados deportivos pero viendo los coches que fabricaron, es imposible no enamorarse de ellos. Quizás sea el color azul -perdón, bleu- que suelen llevar, o quizás sea ese aspecto pulido que siempre tuvieron, o el logo de su marca que muestra un aire deportivo y clásico a la vez. Quizás no sea nada más que el nombre. Aunque es posible que sea esa imagen de fábrica pequeña pero dedicada a sus coches que siempre ha dado Alpine. Claro que también es posible que sea todo junto. Al final, no cabe ninguna duda de que Alpine es una marca muy particular, muy suya. ¿Como no va a gustar?

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