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Impresiones desde el Brickyard

Durante la última semana he tenido la suerte de poder enviar distintos artículos desde el Indianapolis Motor Speedway. Sin embargo no ha sido hasta regresar a España cuando me he podido sentar y escribir algunas de las sensaciones de esa semana vivida en Indiana. Aún tengo algún contenido realmente interesante que compartir, como la charla con J.R. Hildebrand sobre el futuro del automovilismo o la visita al óvalo corto de Anderson para presenciar una de tantas carreras que se disputan alrededor de las 500 Millas, pero no estará de más este artículo general sobre qué me encontré allí.

Las comparaciones son inevitables y desde el primer momento que pisé Indianápolis pensé en Le Mans. He estado tres veces allí y el feeling es similar. Mientras que el Mundial de Fórmula 1 va visitando circuitos alrededor del mundo, en Le Mans o Indianápolis tienes la sensación de que vas a ver una carrera de pueblo a la que el mundo presta atención. Hay bienvenidas a los aficionados por todos lados: en el aeropuerto, en los hoteles, en los comercios locales… Incluso las casas alrededor del Indianapolis Motor Speedway se engalanan para la ocasión con pósters y banderas mientras los vecinos hacen negocio alquilando parcelas en sus jardines a modo de aparcamiento.

Si el camino hacia el circuito ya te hace sentir la magnitud del evento, llegar allí es pisar Tierra Santa. Lo sientes cuando te encuentras ante esas enormes tribunas y la sensación sólo crece cuando recorres caminando el túnel bajo recta de meta hasta llegar a la Pagoda. En nuestro caso particular llegábamos apurados a un evento que organizó Penske el jueves a mediodía, antes del Media Day, y que nos dejó bien clara la filosofía de la IndyCar. Se trataba de un almuerzo organizado por Shell para presentar su nuevo programa de fidelización. Para un periodista que cubra Fórmula 1, seguramente se trató de un acto cutre. Hay equipos de Fórmula 3 o Fórmula 4 en Europa con hospitalities más caros que la discreta carpa de Penske, una impresión que se repitió días más tarde cuando comimos en la carpa de Honda.

Los regalos para agasajar a los invitados eran una gorra publicitaria y unas gafas de plástico, lejos de los artículos con los que se obsequia a la prensa en Europa. Hay menos dinero pero más ingenio a nivel de activación de patrocinios (Steak’n’Shake, patrocinador de Graham Rahal repartió batidos entre la prensa; Amazon se encargó del catering para medios y promocionó así su nueva serie documental sobre Le Mans; cinco biplazas decorados por distintas marcas estuvieron dando vueltas a VIPs durante todo el fin de semana). Eso sí, la profesionalidad y el amor por las carreras eran latentes. Roger Penske en persona se encargó de entrevistar uno a uno a sus pilotos, bastante bromistas, antes de anunciar la inclusión de Rick Mears y el mecánico Karl Kainhofer en el Salón de la Fama del equipo. Posteriormente los pilotos se prestaron a entrevistas individuales pese a que el Media Day oficial tenía lugar una hora más tarde.

En Diariomotor Competición os hemos hablado en alguna ocasión de la posibilidad de que el Mundial de Fórmula 1 copie el formato de Media Day que existe en IndyCar, NASCAR, Mundial de Turismos o Mundial de Rallycross, aunque sólo sea para realizar sus presentaciones de pretemporada. En Indianápolis muchos medios y periodistas habituales de los paddocks de F1 pudieron comprobar en qué consisten. Y no tengo claro que les gustara o se sintieran cómodos. El turno de Fernando Alonso, el primero, fue lo más parecido a un corralito de F1 que vi en toda la semana. Durante una hora decenas de periodistas rodearon al asturiano, mientras otros pilotos esperaban de brazos cruzados u ofrecían entrevistas personalizadas. A mí sí me gustó el formato. Podía meter el micrófono donde quisiera, preguntara o no. Y la informalidad en las respuestas fue llamativa, derivando fácilmente la conversación con los pilotos hacia temas ajenos a las 500 Millas. Un lujo.

Lo cierto es que ese ambiente abierto, a veces incómodo para quien está acostumbrado a que los circuitos sean un lugar blindado y el pase algo realmente exclusivo, se nota más allá del propio circuito o de los pilotos, que por ejemplo participaron en eventos en colegios de la zona durante la semana o acudieron a una quedada con centenares de aficionados en una plaza del centro de Indianápolis el viernes por la noche. Nosotros tuvimos la suerte de acudir a un evento que organizó la IndyCar Series en el karting indoor de Sarah Fisher, ubicado en la calle principal de Speedway, donde se entremezclan bares y restaurantes con las instalaciones de A.J. Foyt, Ed Carpenter o Dallara. Y lo que debían ser unas tandas de karts y algo de picar se convirtió en una distendida charla con Curt Cavin, responsable de prensa del campeonato y prestigioso periodista local, o Mark Miles, CEO del campeonato, quien no ocultó su voluntad de competir fuera de Norteamérica en febrero para arrancar la temporada, sin descartar Europa, y convencer a un tercer motorista. Las miras en ese ámbito están puestas en China.

¿Cambia la filosofía durante el fin de semana? Sí, es cierto que fue más complicado tratar con los pilotos desde el Carb Day hasta después de la carrera. Pero la razón no es que se encerraran en sus autocaravanas o reuniones con ingenieros. Pasaron de atender a los medios a atender a los aficionados. No es raro ver los garajes abiertos con grupos de aficionados alrededor de los coches. Incluso después de dolorosos abandonos el domingo no fue raro ver a Fernando Alonso o James Hinchcliffe hacerse fotos o firmar autógrafos ante sus garajes, así como otros personajes como Mario Andretti, Bryan Herta o Sébastien Bourdais aún en muletas. A Hinchcliffe incluso se le reservó un box junto a la Pagoda para que pudiera grabar allí su podcast ante los aficionados.

El ambiente no puede ser más festivo. Piensa en cualquier película de corte universitario o ambientada en el Spring Break y te podrás hacer una idea de cómo es el Indianapolis Motor Speedway durante el Carb Day o la mañana de la carrera en su célebre Snake Pit. El sábado en cambio todo es más adulto y serio. Mientras se prepara el desfile por las calles de Indianápolis, en el circuito tiene lugar una sesión de autógrafos, una reunión de pilotos ante los aficionados, otra sesión de autógrafos con leyendas de Indianápolis y un alucinante mercadillo con todo tipo de recuerdos entre los que llegué a encontrarme un anuario 4 Tiempos de 1983 prácticamente nuevo por cinco dólares.

Y el domingo… El domingo es otra historia. Es indescriptible lo que te recorre el cuerpo al llegar al Indianapolis Motor Speedway a las 4:30 de la madrugada y ver la recta principal vacía y a oscuras, para luego ir viendo cómo poco a poco se ambienta, se van llenando las gradas y los pits y avanza el ritual que se repite año tras año, con la presentación de pilotos, el himno, el ‘Back home again in Indiana’ y el «start your engines» (esta vez con fórmula modificada de forma polémica por Tony George al decir «Drivers, start your engines» en lugar de «Lady and gentlemen…») como puntos álgidos.

Aunque también tendré que hablaros en otro artículo de mi experiencia asistiendo a una carrera en óvalo corto, no querría cerrar este texto sin hacer mención a una diferencia fundamental entre los aficionados al automovilismo en EEUU y los de Europa. Mientras que a este lado del Atlántico resulta dificil encontrar a aficionados que lleven camisetas o gorras de equipos del fondo de la parrilla, muchas veces porque incluso los propios equipos renuncian a comercializarlo a gran escala (recordamos los dos años que tardó HRT) allí es de lo más habitual observar merchandising hasta del último en parrilla, siendo todos los productos comercializados en la misma tienda, bien bajo el auspicio de la IndyCar Series o el Indianapolis Motor Speedway. Incluso llegué a ver camisetas dedicadas al Holmatro Safety Team, el equipo de comisarios que socorren en caso de accidente. No sé si mejor o peor, pero otro mundo.

Foto | IndyCar Series – Porterimage

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