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Toyota, la sonrisa de un niño y el sueño de un hombre de carreras

Toyota es una marca con un elemento peculiar en la cima de su organigrama. A diferencia de tantas otras empresas familiares que a medida que crecieron, perdieron sus raíces para convertirse en entes mayores, en el gigante japonés aún está presente el nombre de la familia Toyoda, quienes empezaron con la empresa que hoy se convirtió en ganadora de las 24 horas de Le Mans pero que es también el mayor fabricante de automóviles del mundo. A cargo de Toyota se encuentra su presidente, un Akio Toyoda que entre la comunidad del mundo del automovilismo es conocido como ‘Morizo’, el sobrenombre que usa cuando se pone al volante de sus coches para competir en carreras como las 24 horas de Nürburgring. Allí, quiere ser un piloto más, no el presidente de la compañía. Quiere vivir lo que son las carreras porque en el fondo de su corazón, es un hombre de carreras. Uno que tenía el sueño de ganar las 24 horas de Le Mans y de entregarle a un niño la sonrisa más pura imaginable.

Domingo 15 de junio de 2014. Toyota ocupa la primera posición de las 24 horas de Le Mans en el tercer intento desde su retorno en 2012. Saben que tienen un coche competitivo, un equipo técnico y humano especial y todo está de cara para ellos. Kazuki Nakajima está al volante del TS040 Hybrid número 7, que lleva nueve horas en cabeza. De golpe y porrazo, las manos vuelan hacia las cabezas, los corazones se paran primero y se hunden luego. Es el único coche japonés que mantiene las opciones de ganar tras el accidente del número 8. Todo estaba de cara… excepto la suerte. Pasadas las cinco de la mañana y con diez horas por delante, todo llega a su fin. Menos de media carrera. Una vez más, la Maldición de Toyota en Le Mans juega una mala pasada a todos los integrantes de este peculiar equipo a medio camino entre Alemania y Japón, basado en la sede de TMG en Colonia. Lágrimas. Quizás es demasiado pronto para ganar, pero se podía hacer.

Por un momento llegan los recuerdos del pasado. Las cajas de cambios de 1994, los problemas técnicos de 1998, los pinchazos y los obstáculos de 1999… siempre había algún motivo y con el difícil (aunque prometedor) debut de 2012 seguido por el insuficiente 2013, el equipo no tenía cómo avanzar hacia el lo que se empezaba a plantear como una quimera. Nakajima se lo toma con filosofía; el coche era competitivo, se deberían obtener buenos resultados en lo que queda de año. Quien sabe si incluso el título, pues el TS040 Hybrid es realmente veloz. Nakajima, que viene de firmar su primera pole position en Le Mans, ya sabe lo que es ganar carreras en el WEC puesto que lo hizo en Fuji tanto en 2012 como en 2013. No volverá a ganar en 2014, pues los elegidos son sus compañeros de equipo y quienes se coronarán como campeones del mundo son Sébastien Buemi y Anthony Davidson. Nakajima aún consigue dos victorias en el Super GT en 2014, pero no habrá ningún éxito a lo largo de un terrible 2015. Ni en el WEC ni en el Super GT. Un solitario triunfo en Autopolis en la Super Fórmula le recuerda lo que es ganar pero entonces, el hijo del legendario Satoru Nakajima entra en barrena.

Está claro que hay manos, experiencia, tesón… pero no llegan los resultados. Demasiado a menudo, Nakajima tiene fama de impaciente, aunque no necesariamente ‘kamikaze’. Después de un duro 2015, Toyota abandona el ‘branding’ exclusivo del ‘Toyota Hybrid’ para pasarse al ‘Toyota GAZOO Racing’. Se mantiene el concepto híbrido a nivel de imagen pero se añade el concepto que busca revolucionar el equipo de carreras. Lo conseguirá, claro. Pero por aquel entonces, los primeros pasos con los colores gris, rojo y blanco no podían hacer sospechar en lo que se iba a lograr. Pero el peaje iba a ser el más difícil del mundo. Con menos minutos de los que se pueden contar con los dedos de una mano para el final, el desafío de 2016 llegó a su fin. Kazuki Nakajima al volante, una vez más. «I’ve got no power!» (¡no tengo potencia!), dice el nipón por radio. No es una broma. No hay motor, no hay potencia. No hay resultado. El bicampeón de la Super Fórmula se baja del nuevo y competitivo TS050 Hybrid deshecho.

No hay sonrisa ese día y aunque la hay en otras jornadas, en las que reconoce que el 19 de junio de 2016 es el día más intenso y memorable de su carrera deportiva, Nakajima no sonríe por un motivo feliz. Siempre hay un cierto toque agridulce en la expresión de un piloto amable, casi como un niño en expresión, mentalidad e incluso talento digno de un prodigio. Ninguno de sus compañeros sabe lo que es ‘quedarse tirado’ literalmente cuando estás liderando las 24 horas de Le Mans pero él lo ha vivido en dos ocasiones. Es suficiente para destrozar mentalmente a alguien e impedirle que se dedique al deporte, habiendo vivido su cara más cruel. Pero el ‘niño’ Kazuki Nakajima no se rinde. Comparte el sueño con ‘Morizo’; ambos buscan Le Mans. Como tantos otros. Como los demás pilotos de Toyota. Tanto es así que para ellos, para los hombres del equipo, el abandono es más un desafío que un elemento del que avergonzarse.

En 2017 están listos para vencer. El coche vuelve a ser competitivo y todo comienza bien. Pero en las 24 horas de Le Mans no se puede dar nada por hecho y una vez más, la mordida es de órdago. Esta vez son tres coches fuera y la metáfora de unos llantos que poco a poco se convirten en realidades. Lo nunca visto. Lo que en su día se decía con la boca pequeña, ahora está literalmente en boca de todos. Toyota está maldita. No pueden ganar en Le Mans. Porsche vuelve a triunfar… y anuncia su retirada. No hay campeonato. Sin escenario, sin rivales, sin competición… pero el WEC y Toyota se mantuvieron fieles el uno al otro y comenzaron un nuevo camino. Y entonces, alguien se da cuenta. Toyota supo ganar a Audi, a Porsche, a Nissan, a los demás equipos de otras categorías. Solo perdieron contra Le Mans. Da igual que no haya rivales al mismo nivel. Da igual que no tenga sentido desde el punto de vista deportivo. Es una cuestión de orgullo, principios, esfuerzo. Se puede ganar a Le Mans y hay que hacerlo. Por el niño, Kazuki. Por el soñador, Morizo. Por todo el mundo en Japón y en Alemania.

A lo largo de la temporada 2017, Nakajima vuelve a ganar. Cinco victorias sobre nueve carreras en el WEC, un nuevo triunfo en el Super GT y otro en la Super Fórmula. Las victorias siguen ahí y el autor está listo. Pero para lograrlo por todo lo alto, hay que tener a los mejores compañeros de equipo. Kazuki Nakajima es una leyenda en Japón. Se le añaden el Campeón del Mundo de 2014 en el WEC Sébastien Buemi y el bicampeón del mundo de Fórmula 1 Fernando Alonso. Un trío de leyenda, listo para romper los moldes. Esto es lo que se les pide, lo que tienen que hacer. Es lo que buscan lograr y se lo ganan con trabajo duro, esfuerzo y perseverancia. Todo comienza como en 2014, con una nueva pole position de Nakajima, el hombre más rápido de Le Mans (con el permiso de su compañero Kamui Kobayashi, aún más veloz en 2017).

La historia sobre cómo el Toyota TS050 Hybrid número 8 se gana la carrera, la contarán mil trovadores de otras mil formas distintas. Al final, después de 24 horas de esfuerzos finales posteriores a mucho trabajo en casa, se tomó la primera posición. Ha sido una larga pelea en la que la menor de las preocupaciones eran los nombres propios como Rebellion, SMP, Lotterer y compañía. No había que batir a unos equipos que realmente no tenían la tecnología necesaria para pelear. En todo caso, era necesario que Toyota pudiera enfrentarse por una vez a las 24 horas de Le Mans en soledad, sin necesidad de tener un equipo al lado que ‘molestara’ en esta batalla tan privada. Algun equipo que no supiera valorar la situación y aprender de ella. Era su propia batalla ‘personal’ y había que vivirla.

La celebración es para todos. Incluso cuando se hace entrega del trofeo de vencedor, los seis pilotos quieren compartir el levantamiento. Solo tres pilotos vencen de verdad, pero es una victoria de todos. Claro, de todos. Buemi y Alonso añaden la 24 horas de Le Mans a su curriculum… pero para los japoneses, hay algo más. Morizo gana. El peculiar piloto presidente, hombre de carreras y custodio del apellido Toyoda demuestra que esto lo lleva en la sangre. Gana también Kazuki, el niño. El ‘chaval’ que desesperaba con sus abandonos está en el corazón del equipo y cuando cruza la línea de meta, vuelve a ser un niño. La sonrisa más pura de un piloto de carreras se da cuando gana, pero cuando la victoria llega después de la historia vivida por Nakajima, las sensaciones son aún más fuertes. Es algo más primal. Emociones a flor de piel, nervios hasta el final. Una risa nerviosa y unos compañeros de viaje ideales.

Toyota había querido escribir su historia en Le Mans desde los años 90, pero jamás habían alcanzado a hacerlo, por multitud de motivos distintos. Un día una cosa, otro día otra. Siempre la excusa ideal, siempre algún motivo. Pero todas las historias deben llegar a su fin y hasta las maldiciones tienen un punto final… esta vez llegó con una sonrisa de un niño adulto, el sueño de un presidente que es un auténtico hombre de carreras… y la serenidad para saber que hay que empezar a pensar en las batallas futuras.

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