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Lancia Voyager, a prueba: mejor pensar a lo grande

Quizá, el primer aspecto que es justo puntualizar es el porqué de este italiano vestido para la ocasión con traje norteamericano. El abandono del alfabeto griego en este caso no es casual, y es que Lancia, propiedad del Grupo Fiat, ahora en Europa ha acogido a ciertos modelos de la gama Chrysler de cara a ofrecer idénticos productos bajo sutiles cambios en detalles que permitan ser conocidos como productos Lancia en el viejo continente, sin duda una maniobra que marca profundamente el resultado final.

Bajo este prisma es cierto que el saber hacer de Chrysler se nota en lo bueno y en lo malo de este Lancia Voyager, realmente hablamos de un Chrysler Grand Voyager, por lo que durante la prueba no fue difícil identificar qué aspectos continuaban siendo de origen estadounidense y qué detalles habían sido pulidos en favor del cliente europeo. Para muchos, este nuevo rumbo de Lancia hace perder el carácter de la firma tan presente en modelos como el Lancia Ypsilon o el Lancia Delta, pero en este caso, las virtudes de este acuerdo también están presentes.

Voyager, denominación inconfundiblemente familiar

Lancia Voyager, a prueba (I): mejor pensar a lo grande

Su longitud, con más de 2,2 metros, y su anchura, plantada casi en los 2 metros, ofrecen una presencia imponente

La denominación Voyager es inconfundible, y rápidamente sabemos que estamos hablando de un monovolumen pensado por y para el ocio en todas y cada una de sus generaciones. Con una longitud de 5.218 mm y una anchura de 1.998 mm, su mayor virtud es el tamaño y su polivalencia a la hora de hablar de espacio útil. El escenario ideal para uso y disfrute de este monovolumen pasa por la realización de largos kilometrajes en viajes de placer con hasta 7 ocupantes. La ciudad no es un escenario recomendable por su excesivo tamaño, callejear y aparcar son, en muchas ocasiones, tareas que conducen fácilmente a la desesperación.

El comportamiento es noble en todos los sentidos, hablamos de un verdadero salón rodante pensado para hacer mínima la sensación de fatiga a todos y cada uno de los ocupantes. Su peso de 2.245 kilogramos no pasa desapercibo eliminando cualquier mínima expresión de agilidad, no es que se muestre torpe, pero ir rápido a bordo del Lancia Voyager no es una cualidad de la que se pueda presumir tras su compra. Destacable es su dirección, facilitando enormemente las maniobras para poder salir airoso en aparcamientos o calles de esas que recomiendan ir con los espejos plegados, realmente grandes estos últimos.

Lancia Voyager, a prueba (I): mejor pensar a lo grande

La comodidad, huelga decir, es la mayor de las virtudes en el Lancia Voyager. Cualquiera de las 7 plazas disponibles en las tres filas independientes (2+2+3), ofrece un alto nivel de confort destacando la regulación eléctrica de los asientos delanteros, la función de asientos calefactables en las primeras dos filas de asientos y en volante y el sistema de abatimiento “Stow’n’Go” para la segunda y tercera fila que permite la transición entre 2 y 7 asientos, con múltiples posibilidades intermedias, de forma sorpredentemente fácil y rápida.

El sistema Stow’n’Go para la configuración de las 7 plazas es, sin lugar a dudas, la mayor virtud del Lancia Voyager

La climatización ofrece un plus extra que vuelve a las dos primeras filas de asientos en auténticos butacones de primera clase. Los asientos delanteros ofrecen sistema de climatización bizona, mientras que la segunda y tercer fila encuentran una tercera zona de climatización gracias a un mando dedicado en el techo del habitáculo, junto a sendas pantallas LCD, que permite regular temperatura y caudal de forma exclusiva para esta tercera zona. Salidas de aire en techo y suelo para la segunda fila y sólo en el techo para la tercera fila apuestan por aclimatar a este espacio de forma independiente a piloto y copiloto.

Todo ha sido diseñado para maximizar el confort de sus 7 posibles ocupantes

Lancia Voyager, a prueba (I): mejor pensar a lo grande

Como buen familiar, el Lancia Voyager hace especial hincapié en los espacios y huecos portaobjetos. A lo largo de todo el vehículo encontramos portavasos y soluciones para depositar objetos de pequeñas y medias dimensiones, destacando el túnel central entre asiento de conductor y acompañante que permite un alto volumen de carga a través de un compartimento inferior extraíble, dos espacios superiores con sistema de cierre por corredera y un total de cuatro huecos portabebidas.

La posibilidad de albergar hasta 7 plazas no penaliza en exceso la capacidad de carga resultante, encontrando un volumen de carga de 510 litros en configuración de 7 asientos, 1450 litros con 4 asientos y hasta 3.912 litros en configuración de dos únicos asientos. Por tanto, nos encontramos con un vehículo que puede prestar mucha utilidad tanto como transporte de personas, como para el transporte puntual de ciertos objetos de elevadas dimensiones.

Lancia Voyager, a prueba (I): mejor pensar a lo grande

El sistema “Stow’n’Go” es el principal artífice de las múltiples posibilidades del Lancia Voyager y sin dudarlo se descubre como su mayor virtud, pues con un sólo movimiento de una palanca en los asientos de la segunda fila y un sistema de correas con orden de accionamiento para la tercera fila de asientos distribuida en banqueta de 2+1, el Lancia Voyager permite ocultar los 5 asientos en el piso del vehículo ofreciendo un espacio de carga completamente plano, de formas muy regulares y accesible tanto por el portón trasero como por ambos portones laterales electricamente comandados en este acabado.

Una vez conocidos algunos de los aspectos que más sobresalen en el Lancia Voyager 2.8 CRD Gold, es hora de que un servidor se acomode a los mandos, otros tantos se acomoden en segunda y tercera fila para disfrutar de una película, y descubrir cómo realmente es capaz de comportarse este monovolumen en su escenario predilecto, la carretera abierta.

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