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Chitty Chitty, Le Mans. Monstruos de leyenda en los inicios de las 24 Horas

Cuando el próximo 14 de junio en la parrilla de salida de las 24 horas de Le Mans veáis bólidos con luces LED y cámaras en vez de retrovisores recordad esto: muchos de los primeros participantes en las 24 horas de 1923 sólo tenían frenos en las ruedas de atrás. Una época en la que los bólidos se construían a base de potencia, de enormes motores y de intrépidos pilotos que arriesgaban (de verdad) sus vidas cabalgando a aquellas máquinas. Entre aquellos monstruos de leyenda es muy recordado uno que apenas obtuvo victorias en competición y nunca llegó a la meta en Le Mans, el Bentley Blower. Pero antes del Blower, y relacionado con él hubo otro coche casi volador, desmesurado, al que Ian Fleming inmortalizó en uno de sus libros. ¿Un Aston Martin? No, “Chitty Chitty Bang Bang

El conde Zborowski

En la época de las primeras carreras, en el diseño de un coche sólo había un objetivo: la velocidad, y ese objetivo sólo se conseguía con un ingrediente: la potencia. En pocas palabras, un coche de carreras se componía de un motor, un asiento y cuatro ruedas. Para competir en Brooklands, el multimillonario conde Louis Zborowski decidió construir un coche sin compromisos que le diese la máxima velocidad posible. En 1922 acopló a un chasis un motor de aviación Maybach de 6 cilindros y 23 000 cc para crear un monstruo de seis metros de largo, casi 2000 kg, con frenos sólo en las ruedas traseras y que emitía un sonido atronador.

Para competir en Brooklands, el Conde Zborowski creó entre 1920 y 1923 unos bólidos con motor de avión a los que llamó “Chitty”

Al artefacto lo bautizó con el nada aterrador nombre de “Chitty”. Zborowski construyó tres diferentes coches para sus carreras a partir de motores Daimler de 18 000 cc y 15 000 cc, pero el nombre se heredó de unos a otros, convirtiendo a “Chitty” en una leyenda de la competición en apenas tres años. Entre otras competiciones el conde participó en el Gran Premio de Francia en 1923, y a la temporada siguiente fichó por la escuadra Mercedes. A su lado competían Christian Werner, un corpulento piloto de nombre Alfred Neubauer, y un prometedor joven que esperaba su oportunidad: Rudi Caracciola. En el Gran Premio de Italia de 1924, un reventón en un neumático delantero hizo a Zborowski perder el control y estrellarse en la curva de Lesmo, muriendo pocas horas después. Ni Zborowski ni “Chitty” pudieron participar en Le Mans. Ahora bien ¿Cómo llegó este terrible artefacto a protagonizar un azucarado musical de Disney? la respuesta la tiene… James Bond.

Ian Fleming y Disney

O para ser más precisos, Ian Fleming, el creador de James Bond. En 1964, 40 años después de la muerte del conde y el fin de “Chitty”, en el mismo año de la publicación de “Sólo se vive dos veces”, Ian Fleming, rescató del olvido aquellos fabulosos coches. Lo hizo para escribir un pequeño cuento dedicado a su hijo que tituló “Chitty chitty bang bang. El coche mágico”. El pequeño cuento infantil fue poco después adaptado al cine por Ken Hughes para Disney en 1968 en el musical “Chitty Chitty Bang Bang”. La película, además de contar con la sempiterna sonrisa de Dick Van Dyke, tenía un guión adaptado nada menos que de Roald Dahl… Pero ¿Qué pinta Le Mans en toda esta historia? para encontrar la respuesta, habrá que seguir la pista… al Barón Rojo.

Clive Gallop y los “Bentley Boys”

Para desarrollar sus monstruosos “Chitty”, Zborowski había contado con la ayuda de Clive Gallop. Gallop era un viejo amigo de Walter Owen Bentley, al que había conocido durante la Primera Guerra Mundial. Ambos coincidieron en la Royal Air Force donde el propio Gallop formó parte del “Escuadrón 56”, una división aérea de la que se decía estaba destinada a neutralizar las escaramuzas de Manfred Von Ritchoffen, el “Barón Rojo”. Acabada la guerra, Gallop continuó colaborando con Bentley desarrollando motores y creando, entre otros, el primer motor de producción con cuatro válvulas por cilindro. Gallop trabajó con Zborowski durante tres años, y tras su muerte retornó a Bentley de la mano de su amigo el piloto Woolf Barnato, que se había convertido en principal accionista de la compañía. Junto con Tim Birkin y otros entusiastas mecánicos e ingenieros, los “Bentley Boys” protagonizaron una época dorada en la historia de la marca, de la cual el principal protagonista fue el motor de cuatro litros y medio desarrollado por el propio Gallop. Entre 1927 y 1930 Bentley acumuló cuatro victorias consecutivas en Le Mans con motores desarrollados por Gallop. El mismo ingeniero que había dado vida a los “Chitty” de Zborowski se alzaba con la victoria en Le Mans apenas 4 años después de su desaparición…

Pero en esta historia no puede faltar un último monstruo de leyenda.

El compresor Roots elevaba el 4’5 litros de Bentley desde 110 a 185 cv, para transformarlo en el “Blower”

Uno de los “Bentley Boys”, Tim Birkin, convencido de que a sus coches les faltaba potencia, decidió contravenir la regla dorada de la marca acoplando un enorme compresor Roots a la parte delantera del motor de 4’5 litros.
La bestia, con un enorme peso colgado por delante del eje que lo hacía terriblemente subvirador, pasaba de 110 a 185 cv. Su nombre ya lo imagináis: Bentley Blower. A pesar de su poderío mecánico, la fiabilidad era su Talón de Aquiles, razón por la cual nunca un “Blower” consiguió terminar las 24 Horas de Le Mans, y su única victoria fue el Gran Premio de Francia de 1930.
80 años después, el temible Bentley con compresor es uno de los coches de competición más recordados de todos los tiempos. Y es justo que “Chitty” sea recordado por algo más que un divertido musical.

Fuente: Automobile Quarterly, 1969
Fotos: Bentley Media
En Diariomotor: La protohistoria de Le Mans: La Gordon-Bennett

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