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Mini Roadster John Cooper Works, a prueba (I) Deportividad al cuadrado

La prueba que hoy os ofrecemos es la de un coche muy especial. Se trata del Mini Roadster John Cooper Works, la cúspide de deportividad a cielo abierto de la gama Mini. Y sí, lo hemos probado en invierno, demostrando que un descapotable no es incompatible con el frío. Podría decirse que el Mini Roadster es un invento reciente, un cabrio biplaza sólo 3,5 centímetros más largo que el Mini Cabrio de cuatro plazas, pero mucho más estilizado y deportivo. Un juguete diseñado con mucho gusto y en muchos aspectos, único en el mercado.

Cuando acudí a recogerlo a la sede de BMW Ibérica en Madrid me quedé sorprendido con su aspecto, llamativo a más no poder. Dejando a un lado el kit de carrocería JCW, me sorprendió el enorme vinilo lateral donde se leía “Mini John Cooper Works”. Repasando fotos, llegué a la conclusión de que es una de las unidades que corrieron en el Metro de Madrid hace apenas unos meses, en una de las acciones publicitarias más osadas de Mini. Por tanto, además de un coche especial, un coche con un curioso pedigrí publicitario.

211 CV desbocados nos esperan… abróchense los cinturones.

Rock N’ Roadster: para no pasar desapercibido

Con los vinilos de nuestra unidad temo haber causado accidentalmente más de una tortícolis.

Nada más subirme al Mini Roadster JCW y comenzar a circular comencé a notar muchas miradas sobre mí. Quizá por circular descapotado o por los vinilos laterales, pero incluso sin esos dos detalles es un coche que llama mucho la atención. Si los Mini son de por sí chic, elegantes y retro, los JCW añaden un fuerte brochazo de deportividad, materializado en un kit de carrocería. El paragolpes delantero está muy cerca del suelo, sus entradas de aire forman una deliciosa trinidad con la toma de aire del capó y las franjas rojas de la carrocería.

Mini Roadster John Cooper Works, a prueba (I) Deportividad al cuadradoMini Roadster John Cooper Works, a prueba (I) Deportividad al cuadradoMini Roadster John Cooper Works, a prueba (I) Deportividad al cuadrado

Una pequeña chapa frontal deja saber a los que sepan verla que este Mini lleva bajo el capó una bomba capaz de hacer palidecer a muchos deportivos. Las llantas de 17 pulgadas se pueden encargar como opción en otros Mini, pero son de serie en los JCW, al igual que los faldones laterales y el paragolpes trasero. Vamos hacia atrás del coche y de pronto un zumbido sordo inunda nuestros oídos. Un zumbido que emana de un escape deportivo con dos enormes bocas en posición central. Oscuras, sin embellecer. Una declaración de intenciones.

La forma de la carrocería y la elegante capota de lona se comparte con el resto de Mini Roadster. De proporciones elegantes, no termina abruptamente como los Mini Cabrio en la zaga, sino que disfruta de un pequeño tercer volúmen, con un spoiler retráctil. Los dos arcos antivuelco sobresalen con clase del habitáculo, cuyo parabrisas es bastante bajo. Una combinación ideal de elegancia y dinamismo, difícil de conseguir en un deportivo asequible y que quizá sólo el Mazda MX-5 consiga. Coche al que debe mucho este Roadster…

Siempre abierto

Acceder al habitáculo del Mini Roadster es una experiencia similar a la de otros deportivos. Hay que “echarse” sobre el asiento, y estirar bastante las piernas para llegar a los pedales. Vamos sentados muy bajos, lo que propicia situaciones poco dignas al entrar y salir en el habitáculo, al menos si como yo no tenéis mucha flexibilidad. Una vez dentro, advierto que el espacio no sobra, pero no es tan escaso como pensaba antes. No me siento constreñido en ninguna dirección, aunque el interior sea una pequeña cueva con el techo puesto.

Mini Roadster John Cooper Works, a prueba (I) Deportividad al cuadradoMini Roadster John Cooper Works, a prueba (I) Deportividad al cuadradoMini Roadster John Cooper Works, a prueba (I) Deportividad al cuadrado

El aire de familia con otros Mini es patente en su curioso y ligeramente abigarrado habitáculo.

Donde no sobra espacio es sobre mi cabeza, incluso con el asiento en su posición más baja, por lo que una persona muy alta (más de 190 cm) podría no entrar del todo bien. El problema no es tanto el techo, sino el grueso marco del parabrisas. Pero lo cierto es que es un coche que no está hecho para ir capotado, lo que evidencia su estética y el rapidísimo accionamiento de la capota eléctrica – completamente manual de serie. Tras liberar el cierre manualmente, en sólo seis segundos estaremos a cielo abierto y listos para disfrutar.

Un detalle curioso: junto al cuentavueltas existe un medidor llamado “Always Open Timer”, que mide el tiempo que llevamos con la capota abierta y lo acumula. Un guiño a aquellos que siempre quieren ir sin capota, disfrutando del cielo abierto. Y es ahora cuando ya podemos apreciar el habitáculo en todo su esplendor. Un interior idéntico al del resto de la gama Mini, a salvedad de Countryman y Paceman. Impresiones que se pueden leer detalladamente en nuestra prueba a fondo del Mini Cooper S, pero que se deben de particularizar para el biplaza.

Con lo que nos volvemos a quedar es con la calidad percibida del habitáculo, que es francamente elevada, sin detalles que desentonen más allá de algún plástico duro o el cuero del volante, algo gomoso. No está al nivel de un Audi A1, pero está cerca. Los coches de prensa suelen estar muy equipados, y nuestra unidad no era una excepción: asientos de cuero deportivos, recubrimiento en Alcantara para el salpicadero, molduras en un color rojo muy vistoso… todo un arsenal que demuestra lo capricho que puede llegar a ser este Mini.

Mini Roadster John Cooper Works, a prueba (I) Deportividad al cuadradoMini Roadster John Cooper Works, a prueba (I) Deportividad al cuadradoMini Roadster John Cooper Works, a prueba (I) Deportividad al cuadrado

Las diferencias con los otros Mini llegan tras los asientos. Existe un hueco donde es posible dejar bastantes objetos. Un hueco alargado que puede que no llegue a los 100 litros, pero que sirve a la perfección para chaquetas, bolsos o mochilas, siempre que no sean muy grandes. Desde el habitáculo puede accederse al maletero a través de una portilla de plástico. El maletero es bastante mayor que el del Mini Cabrio de cuatro plazas, con unos 240 litros de capacidad. Un volumen muy digno que ya nos permite cargar maletas de gran tamaño.

El maletero del Mini Coupé es algo mayor, con 280 litros. Hay que tener en cuenta que sólo disponemos de un kit antipinchazos y que el asientos del copiloto no es abatible para cargar objetos largos. La boca de carga está a una altura muy correcto, aún siendo ligeramente estrecha. Es curioso que olvidando el detalle de las dos plazas, sea un coche muy práctico a nivel de espacio, y todo ello teniendo en cuenta una longitud total de 3,75 metros. Pero no hemos probado un John Cooper Works para hablaros de su maletero… estamos aquí para conducir.

Y es lo que vamos a hacer largo y tendido en la segunda parte de la prueba. Así que no os vayáis muy lejos.

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