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¿Cuánto te cuesta recargar la batería de tu teléfono móvil en el coche?

Desde Bloomberg nos llega un reportaje cuanto menos curioso, y a la vez interesante. Cargar nuestro smartphone mientras conducimos no es tan barato, ni gratis, como podrías haber pensado en alguna ocasión. Las cifras de esta entrada son incluso escandalosas. Si todos los estadounidenses recargasen su móvil en el coche se consumirían cada año 378 millones de litros de gasolina, y se emitirían cerca de un millón de toneladas de CO2. Conectar un móvil en el puerto USB de cada coche en los Estados Unidos supondría el mismo consumo de combustible que 185.257 coches durante todo un año. ¿Cuál es el coste de recargar un móvil? ¿De verdad es tan contaminante?

La energía que recarga tu móvil se genera exigiendo una mayor carga al motor, que como consecuencia de ello aumenta ligeramente el consumo de tu coche.

Para empezar hemos de comprender cómo se genera la energía que recarga nuestro teléfono móvil. Los componentes eléctricos a bordo reciben energía de la batería, que a su vez se recarga mediante un alternador, que para trabajar aumenta la exigencia de nuestro motor, y como consecuencia de ello, el consumo de combustible. Según los cálculos de Jon Bereisa, un teléfono móvil conectado al puerto USB de nuestro coche puede «robarnos» en torno a 0,03 millas por galón, que en cifras del Sistema Métrico Internacional sería equivalente a un incremento del consumo en el orden de unas centésimas de litro a los 100 kilómetros.

Hablamos de una pérdida relativamente baja, de un coste efectivo de unos céntimos por hora. El problema está en que el coste económico, y sobre todo medioambiental, ha de ser necesariamente mayor que el de recargar nuestro móvil en casa, en una toma de corriente convencional, y especialmente si esa energía procede de fuentes renovables.

Como decían en Jalopnik, es importante que conozcamos las consecuencias de este hábito tan común en estos días que vivimos enganchados a teléfonos móviles, cuya batería a menudo se agota en unos días, o incluso horas. Pero en ningún caso estamos ante un escándalo, o un drama. Al menos no es un drama mayor que el de la huella, el consumo de energía y las emisiones de CO2, que generan otros hábitos como conducir por la noche (los faros también consumen energía), o en una tarde de agosto con 40º a la sombra en el exterior y el compresor del aire acondicionado trabajando al máximo rendimiento.

De ahí que el trabajo de los fabricantes no solo esté enfocándose, cada vez más, a mejorar el rendimiento y la eficiencia de los motores térmicos, sino también a reducir el consumo de los componentes eléctricos a bordo. Utilizar faros más eficientes, sistemas de climatización más efectivos, técnicas de aislamiento térmico más sofisticadas, emplear sistemas de regeneración de energía más eficientes que los alternadores tradicionales, e incluso instalar paneles solares en el techo para que el suministro eléctrico de estos componentes proceda de una fuente de energía renovable a efectos prácticos inagotable, el sol.

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