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25 años del mito, 25 años de Mazda MX-5: cara a cara entre la primera y la última generación

Más de 25 años separan a los dos protagonistas de esta prueba. Una prueba, un cara a cara con el pasado, realmente especial para mí. A un lado el nuevo Mazda MX-5, la versión de 1.5 litros y 131 caballos. Al otro, al otro mi propio coche, un Mazda MX-5 de 1990, la primera generación del Miata, equipado con el motor de 1.6 litros y con 115 caballos. Dos roadster sencillos, con un excelente cambio manual, tracción trasera, ligeros, relativamente económicos y dispuestos a ofrecernos una grata dinámica, pero ¿habrán sabido en Mazda reinterpretar la esencia del modelo original? Hora de descubrirlo.

Es lunes, media mañana y tras un pequeño chaparrón matutino el sol asoma ahora con firmeza. A las puertas de lugar señalado por Mazda para la recogida una unidad con un bonito tono a mitad de camino entre el blanco y el gris, el acabado más alto, el Luxury y la mencionada mecánica de 4 cilindros, 1.5 litros y 131 caballos.

Reconozco que tenía ganas, muchas ganas, de volverme a poner tras el volante del nuevo Mazda MX-5. Lo hice meses atrás en Barcelona, en un encuentro del que di buena cuenta en el artículo “Mazda MX-5 2015, a prueba: amor a primera curva”. Incluso profundicé ya sobre esta motorización en respuesta a la pregunta de “¿es suficiente el motor de 131 caballos?”. Ahora voy a poder pasar más tiempo con el, voy a vivirlo en mi día a día y lo voy a conducir inmediatamente después de conducir la primera generación.

Descapoto. Lo hago en una rápida operación tras quitar el cierre central y acompañar el techo de lona con una mano hasta escuchar el “clanck” de los anclajes traseros. Unos pocos segundos sentencian la operación. No, no me gustan los techos duros plegables, como el del Volkswagen Eos, ni tampoco que el plegado sea automático. Viva lo sencillo.

El calor de este repentino sol le acompaña un potente sistema de climatización, rematado en unos bonitos aireadores redondos similares a los del modelo original y unos asientos calefactados que a menudo echo de menos en el mío. A mi espalda la radio suena con una buena nitidez gracias al sistema de sonido Bose, con altavoces en el respaldo. Bajo un par de marchas, el pequeño motor sube de vueltas, sube, sube, sigue subiendo… sin duda alguna es una buena forma de empezar la semana.

Enfrentándose al tráfico de Madrid, demostrando que es un coche perfectamente útil en el día a día:

El Mazda MX-5 tiene un precio de partida de 25.000 euros. La alternativa de 160 caballos parte desde 27.800 euros, el mismo precio que esta unidad de 131 cv con el máximo equipamiento.

Tras cumplir con el teclado me dispongo a salir a cenar y en lugar de escoger mi coche cojo las llaves del nuevo Mazda MX-5. Abro el portón del maletero y deposito mi chaqueta. No, no hay más sitio en el habitáculo que una pequeña guantera y un hueco para el móvil y de hecho su interior se siente algo más angosto que el de la primera generación, donde tras los asientos, si no hemos plegado la capota, disponemos de un excelente espacio en el que dejar la chaqueta. Lo que no tiene mi Na (como se llama a la primera generación del MX-5, seguido del Nb, Nc y ahora ND) es el sistema de llave inteligente con arranque por botón. Ni ese sistema multimedia en el que late ya la dirección de mi destino. Eso sí, el sonido al cerrar el portón me ha recordado irremediablemente a mi “hierro” (¿Alguien en Hiroshima habrá pensado en ello?).

Mi primer encuentro real con esta unidad va a saldarse entre las calles de la capital. Conduzco descapotado al amparo de la mencionada (y potente) calefacción, con Mac DeMarco al cargo de la banda sonora y lo hago encontrándome con un conjunto donde brilla una confortable dirección, que se tornará en eficaz unas líneas más abajo, cuando afronte mi tramo habitual de montaña, unos mandos de suave accionado y unas comedidas dimensiones que, además de sacarme una sonrisa, conduciendo por debajo de los retrovisores de los coches “normales”, me brindan la oportunidad de aparcar con comodidad entre las columnas de un angosto parking.

He aprovechado esta cena para enseñarle el coche a Dani. Echa de menos nada más montarse en su interior el espacio para dejar su chaqueta, le digo que es una menudez, también apuntala su crítica mentando cierta falta de potencia en alguna que otra maniobra, lo que le rebato con la escasa diferencia de precios que existe entre la versión de 131 caballos con la de 160 caballos, pero poco a poco va sucumbiendo.

Sí Mazda ha vuelto a crear un producto realmente redondo. Es divertido, muy divertido, auténtico y con el aliciente, al menos para mí, de ser descapotable. Además es un coche realmente lógico, siempre y cuando no necesites más de dos plazas; con consumos comedidos, de entre 6 y 7 l/100 km en condiciones normales y perfecto para ser disfrutado a diario. Te aseguro que los trayectos cotidianos mejoran sustancialmente con un coche así.

Vuelvo a casa. La autopista desierta. La capota plegada. Suena Mourn. No puedo evitar silenciar cada poco tiempo el equipo de sonido para bajar dos marchas e ir más allá de las 6.000 vueltas. Qué coche. Qué delicia.

Hora de la verdad: un tramo de montaña, el nuevo Mazda MX-5 y la primera generación

Mazda ha sabido interpretar a la perfección la esencia original. Tanto en ciertos rasgos de su diseño como en su concepto y dinámica.

Segundo asalto. Hora de la verdad. El microondas suena mientras tecleo las últimas palabras de un nuevo artículo. Como rápido y pronto. He quedado con Juanma para preparar la sesión de fotos de este MX-5 con la primera generación, permitiendo así, de paso, comparar fácilmente y en un bonito tramo de montaña (el puerto de la Morcuera) las diferencias y semejanzas entre ambos.

Limpiamos los coches, llenamos el depósito y nos ponemos en marcha. Primera evidencia: el ruido del aire. Sí, hay descapotables infinitamente mejor aislados que el nuevo MX-5, tampoco es que sea algo especialmente dramático, pero la diferencia con el primero es abismal. Si descapotamos la fórmula se repite y en el nuevo entra mucho menos aire.

Llegamos a Miraflores de la Sierra sin perder de vista, al frente, las nevadas montañas que nos rodean. A sus pies la climatología es benevolente, según ascendemos el cielo se encapota, baja la temperatura drásticamente y aparece cada vez más y más nieve y aire. A pesar de que el cielo parece decir lo contrario un operario al volante de una máquina quitanieves nos advierte de que, además de estar despejada la carretera, no se avecina más nieve. Perfecto. Empezamos la sesión de fotos.

Siento que Mazda ha sabido reinterpretar a la perfección y evolucionar cada aspecto, cada rincón, de aquel Miata primigenio en esta nueva generación. Respondo así, rápidamente, a esa pregunta que formulaba en el primer párrafo.

Sí, la línea clásica original ahora se ha traducido en rasgos más afilados, más agresivos y obviamente ya no tenemos esos faros escamoteables, pero las ópticas traseras son igual de representativas que las del modelo original, sigue gozando de un tamaño bien comedido, de una baja altura y su interior, con la salvedad de la pantalla del sistema multimedia, claro, sigue gozando de una linea semejante: horizontalidad, aireadores redondos, ese hueco portaobjetos del puente central, una instrumentación sencilla pero bonita y completa… no, vale, tampoco hay un volante Nardi, pero el volante que ha escogido Mazda para el ND es también bastante atractivo, demostrando, como demuestran los BMW M, que se puede hacer un volante moderno y bonito.

Dinámicamente la evolución del concepto original es aún más evidente, sobre todo en esta versión de 131 caballos. Por un lado tenemos la sensación de ligereza, obviamente es un coche ligero, pero esto además se hace realmente palpable en cada viraje. Por otro lado el desempeño de su mecánica atmosférica, con un régimen que asciende con una progresiva presteza que nos reserva bien arriba un buen desempeño. Finalmente todo lo que rodea a estos dos elementos: el genial tacto de su caja de cambios, genial sí. Perfecto. Su dirección, sus pedales, la confianza que te transmite su chasis. En el paso por curva hay cierto balanceo que delata el compromiso con el día a día, pero este balanceo no se hace notar en su interior ni penaliza lo más mínimo la diversión al volante.

No tendrá unos faros escamoteables, pero a cambio nos ofrece una buena lista de comodidades a la que no puede hacer frente la primera generación.

Divertirse, de eso va esto. Sencillez, buenas sensaciones, carisma y el deseo de poner uno en el garaje con la garantía de que, por mucho que parezca un capricho desde la “alta” tribuna de quien desea el nuevo SUV de moda en su garaje, estamos ante un coche lógico. Aunque por otro lado soy de la opinión que no hay nada más lógico que un capricho.

Una curva más. Esa sonrisa de nuevo.

Mazda ha hecho también un gran trabajo con el sistema de escape. Su sonido no es excesivo, se siente natural y te invita a sumar unas cuantas revoluciones más al tacómetro, imbuyéndote aún más en la experiencia, haciendo aún más firme la conexión con los coches, estrechando aún más los lazos.

Pero volvamos a los orígenes…

Aparco el nuevo Mazda MX-5, Juanma salta a su interior para sentenciar una foto de su interior y me pongo tras el volante del mío. Arranco y la palanca del cambio empieza a vibrar, como vibra en el nuevo, lista para ofrecernos ese tacto tan directo, firme y duro, palpándose prácticamente cada pieza metálica que hay bajo nuestra mano.

El sonido de mi coche es más grave en los primeros compases, culpa de como el paso del tiempo le ha pasado factura al sistema de escape. Estiro la primera marcha, inserto la segunda en un juego de pedales que se siente realmente menos filtrado y acelero mientras asisto a un lineal incremento de revoluciones sensiblemente más lento que en el nuevo.

En la primera sucesión de curvas el chasis del Na me devuelve unas sensaciones muy muy similares a las del Nd con la salvedad de que cada pequeña roto del asfalto se hace notar y estremece unas suspensiones excesivamente firmes. Mi coche cuenta con una suspensión modificada, 35 mm más baja que la original; también con unos silentblocks de poliuretano y unas cuantas barras de refuerzo para su chasis. Sí, el paso por curva ahora es mucho mejor, con una respuesta por parte de su chasis mucho más directa, eficaz y comunicativa, pero a cambio he acabado con la mayor parte de su confort. En el nuevo MX-5 tengo una respuesta semejante, con la salvedad de que aquí el confort permanece intacto.

Sí, la información que me llega desde la dirección y su chasis y el tacto de su cambio es totalmente comparable al de la primera generación del Miata, cuento con el encanto de un motor atmosférico que además es capaz de subir de vueltas a un mayor ritmo, un buen sonido de escape… y todo ello maridado con las comodidades de un coche actual, con un eficaz climatizador, con asientos calefactados, con un sistema de sonido Bose, bluetooth, apertura con llave “inteligente”, unas suspensiones confortables…

Si a día de hoy tuviera que comprarme un coche nuevo seguramente sería un Mazda MX-5

Llega el momento de la despedida, de cederle el testigo a mi compañero David Villarreal para que los próximos días pueda también probarlo.

Me gusta y mucho el nuevo Mazda MX-5. Su capacidad de coquetear entre lo pasional y lo lógico, su capacidad de reinterpretar la filosofía original, su ligereza, su mecánica atmosférica.

Esa forma de involucrarte con la conducción sin excesivas exigencias. El encanto de descapotar. Ese sonido natural. Lo fácil que es verlo en nuestro garaje.

Su sencillez. Sobre todo su sencillez.

Galería de imágenes de la comparativa del primer Mazda MX-5 con la nueva generación:

Fotografías por Juanma G. Cámara.

Vídeo destacado del Mazda MX-5

Imagen para el vídeo destacado del Mazda MX-5 Botón de play
Mazda Mx 5 30 Aniversario 0719 013
Logo de la marca mazda Mazda MX-5
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El Mazda MX-5 es un descapotable biplaza de carácter deportivo que se encuentra disponible sólo con techo de lona de accionamiento manual. Existe una versión de techo rígido practicable eléctricamente (MX-5 RF) que es más cara y pierde parte de la magia, pero también es más práctica.

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