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El día en que Aston Martin creó su propio utilitario, un Austin Metro con esmoquin

¿Te acuerdas del Aston Martin Cygnet? Hace unos años Aston Martin nos sorprendía con un coche que, como mínimo, nadie esperaba. El Cygnet era esencialmente un Toyota iQ vestido de esmoquin, con un carrozado específico, una parrilla generosa, el emblema de Aston Martin y un trabajo interior digno del mejor de los Aston Martin, con tapizados y revestimientos ensamblados a mano con un mimo inédito en un coche de su tamaño. Pero resulta que no era la primera vez que Aston Martin se atrevía con un coche de estas características, muy alejando del gran turismo y el deportivo en el que estarás pensando cada vez que escuches el nombre Aston Martin.

Tal y como contaban estos días en Autocar.co.uk, en 1981 existió el que, hasta cierto punto, podríamos considerar como el primer utilitario de Aston Martin, o al menos lo más parecido que hasta el Cygnet haya existido de un Aston Martin «para todos los públicos». A comienzos de los ochenta nacía Frazer (nada que ver con la antigua Frazer Nash), una compañía que se alió con la empresa de ingeniería Tickford, que a su vez contribuyó en los proyectos de Aston Martin y Lagonda, y que como estas dos últimas, era propiedad de David Brown, cuyas iniciales aún están presentes en las series DB de Aston Martin.

Frazer y Tickford, con el apoyo de Aston Martin, crearon una versión diferente, pija, deportiva, y elegante, del famoso Austin Metro.

El motor 1.3S fue mejorado por Aston Martin, que también puso a punto su chasis, y rediseñó su habitáculo. Se mejoró la aerodinámica, y el aspecto en general, para diferenciarlo del Austin Metro y se integraron detalles curiosos en la época, como cuatro luces antiniebla, techo panorámico acristalado, asientos capaces de reclinarse por completo, control de crucero, elevalunas eléctricos, un equipo de sonido de alta fidelidad y un aislamiento acústico a un nivel realmente alto para un coche de su tamaño.

La mejora de su motor – que llegó hasta los 80 CV de potencia – no solo tenía sentido para ofrecer unas prestaciones adecuadas, sino también para compensar los 90 kilogramos que sumaba todo su equipamiento, y la mejora del aislamiento acústico. Pero el gran problema seguía estando en que el Frazer Tickford no era más que un Austin Metro pijo, y remozado, que por muy buenas críticas que recibiese en 1981, seguía costando 12.000 libras de la época, el precio de un Rover 3500SE o un Porsche 924. En la Popular Mechanics de febrero de 1982 (ver archivo de Google Books), lo definían como un coche adecuado «para esos británicos que no solo quieren un coche para llegar a su destino, sino también disfrutar haciéndolo».

El que ilustra esta entrada, por ejemplo, es un Frazer Tickford de 1982, que fue subastado a finales de 2004 por 4.600 libras, prácticamente como nuevo, puesto que no había recorrido más que 4.105 kilómetros. Lo puedes ver en esta entrada de la casa Bonhams.

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