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Plymouth Prowler (1997): la historia del hot rod incomprendido de Chrysler

Recuerdo los años 90 vivamente. Como niño que era, devoraba con avidez todas las revistas de coches que caían en mi poder, y recuerdo especialmente quedar cautivado por el Plymouth Prowler. Era un coche que parecía creado a propósito para Flash Gordon, un hot rod retrofuturista construido con materiales ligeros y un diseño arrebatador. Pocos coches de producción han sido tan diferentes y arriesgados. El Plymouth Prowler fue incomprendido y criticado, pero por fortuna el tiempo le ha dado la razón. Esta es su historia.

Su creador y diseñador tenía entonces un Ford del año 1932 convertido en un hot rod. La inspiración era clara.

Todo comenzó realmente con el Dodge Viper. Cuando fue lanzado a principios de los noventa, el mundo quedó asombrado ante aquél agresivo deportivo sin concesiones, en cuyas entrañas latía un motor V10 de nada menos que 8,0 litros de cubicaje. Tras su arrollador éxito, Chrysler quiso lanzar un segundo coche estrella, un homenaje rodante a los hot rods basados en clásicos de los años 30. Quizá parte de culpa la tuvo Thomas C. Gale, entonces director de diseño del Grupo Chrysler, y un claro fanático de los hot rods.

A principios de los 90 el Grupo Chrysler patrocinaba un programa de diseño en el ArtCenter College of Design de Pasadena (California). Culminaba con un hot rod diseñado por el legendario Chip Foose y dicen las malas lenguas que en parte inspiró a Thomas C. Gale para echar adelante un proyecto que muchas otras empresas siquiera se habrían atrevido a acometer. Desde el principio tuvo el visto bueno de Bob Lutz, CEO del Grupo Chrysler y un auténtico adicto al automóvil de altas prestaciones, a los coches diferentes.

Chrysler y Alcoa lograron una gran experiencia en el uso del aluminio gracias a su producción.

Años después también se ha sabido que el proyecto Prowler nació como un experimento de ingeniería aplicada en el uso de nuevos materiales. Fue el primer coche del Grupo Chrysler en usar una carrocería construida en aluminio, lo que permitió generar un importante know-how sobre este material: su ductilidad, los diferentes tipos de soldaduras, etc. Además, también conviene mencionar que partes de su chasis estaban unidas por adhesivos de alta potencia – un ejemplo actual es el Lotus Elise – otro terreno experimental para Chrysler.

En el Salón de Detroit de 1993 se presenta el primer prototipo del Plymouth Prowler. Su diseño apenas varió un ápice hasta el inicio de sus ventas en 1997. Era un biplaza estricto, un descapotable de techo de lona con un peculiar diseño de rueda abierta en el eje delantero. Dejaba ver partes de su suspensión, y daba un gran protagonismo a sus preciosas llantas, de 17 pulgadas en el eje delantero. El frontal era muy incisivo, y su diseño apenas quedaba empañado por las modernas normativas de protección en caso de accidente.

El Plymouth Prowler fue uno de los últimos coches en ser lanzados al mercado con un diseño verdaderamente arriesgado.

Todo el coche tenía forma de flecha – uno de los símbolos históricos de Plymouth, dicho sea de paso – y su zaga estaba situada a la altura mucho mayor que la parte delantera. Sus llantas traseras eran de 20 pulgadas, y estaba envueltas en neumáticos de 295 mm de sección. El coche exudaba lujuria estilística por todos sus poros. Su diseño era verdaderamente arriesgado, en una época en la que también todos los coches parecían cortados por el mismo patrón. Líneas extremadamente limpias para una zaga muy orgánica, muy retro.

Sólo «rota» por dos tubos de escape y unos discretísimos pilotos traseros ponía la guinda final a un diseño que quitaba el hipo. En su interior, un clúser central del color de la carrocería adornaba el salpicadero. La sorpresa estaba bajo el capó, donde en vez de un rabioso V8, había un V6 de 3,5 litros y 217 CV, procedente de las berlinas de Chrysler. Mandaba toda su potencia al tren trasero, a través de una caja de cambios transaxle de cuatro relaciones… automática. Siempre fue uno de los grandes «peros» del Plymouth Prowler.

El verdadero triunfo fue que un coche como el Plymouth Prowler llegase a los concesionarios. Casi 12.000 unidades se vendieron.

Tras una tirada de sólo 457 ejemplares en 1997, la producción volvió a arrancar en 1999 ante la enorme demanda, ya con Daimler a los mandos de Chrysler. Las mejoras introducidas fueron sustanciales: además de más colores – los primeros sólo podían ser morados – las llantas pasaron a ser cromadas, y el V6 fue actualizado. Su potencia pasó a ser de unos más que correctos 257 CV. Puede parecer que el Plymouth Prowler era un coche escaso de prestaciones, pero con la evolución del V6 hacía el 0 a 96 km/h en sólo 5,9 segundos.

El motivo por el que no pudieron montar un V8 era puro packaging. No había sitio bajo su capó, cuya forma estaba condicionada desde el estudio de diseño. Además, habría sido mucho más difícil cumplir las pruebas de choque, y de todas formas, los V8 del Grupo Chrysler en la época eran menos potentes. Lo que sí que no se le puede perdonar, es la ausencia de una caja de cambios manual. Las reviews de la época se centraban en sus aspectos negativos, olvidando una puesta a punto impresionante y un diseño arrebatador.

Su motor era un V6 de 3,5 litros y hasta 257 CV de potencia. Todos tenían un cambio automático transaxle de cuatro relaciones.

Chrysler fabricó 11.701 unidades del Prowler hasta su fin de producción en 2002. Daimler fue quién sacó la tijera, alegando que era un producto poco rentable. Fue vendido como Chrysler Prowler en 2001 y 2002 tras la muerte de Plymouth como marca en 2001. Chrylser quiso destinar Plymouth – marca histórica donde las haya – a «experimentos» y vehículos diferentes, y de hecho el Chrysler Neon comenzó a venderse como Plymouth. La lógica alemana terminó imperando, y tanto la marca como el Prowler ya no existían a finales de 2002.

Una última curiosidad antes de terminar el artículo: como su maletero era muy pequeño, se vendían pequeños remolques que imitaban la parte trasera del Prowler – pintados del mismo color y mismas llantas – por 5.000 dólares. Aunque sus ventas nunca fueron espectaculares, fue un triunfo en sí mismo el mero hecho de que un coche como el Prowler llegase al mercado. Hoy en día el mercado lo ha valorado en su justa medida, y los pocos ejemplares que hay a la venta tienen un precio medio de unos 35.000 dólares.

Fuente: Prowleronline | R&T
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