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Cuidado, coches silenciosos: visitamos la fábrica de Rolls - Royce

Cuentan que en la antigua fábrica de Rolls – Royce en Crewe un cartel advertía «Cuidado, coches silenciosos«. En la actual factoría de Goodwood no es que los coches sean silenciosos, es que toda la cadena de montaje lo es y, a pesar de todo, este sólo uno de los muchos detalles que impresionan al recorrer el lugar en el que se hacen los coches de lujo más famosos del mundo. Si venís con nosotros os ofrecemos un viaje por un exquisito taller de joyería del que, al final, salen Rolls – Royce.

En 1998 un complicado litigio entre BMW y VW por el control de Rolls – Royce dejó a la primera con los derechos exclusivos para fabricar coches de la marca a partir de enero de 2003 pero sin la factoría histórica de Crewe que quedó en manos de la segunda. En esos 5 años BMW hubo de buscar un nuevo hogar para los coches más lujosos del mundo y, en cierta manera, el proceso de diseño y construcción de esa nueva fábrica explica los cimientos de la actual Rolls – Royce.

El proceso de diseño y construcción de esta nueva fábrica explica los cimientos de la actual Rolls – Royce

La moderna fábrica se instaló en Goodwood, al sur de Londres y a escasos kilómetros del histórico circuito icono del automovilismo inglés. El complejo fue diseñado por el equipo de arquitectos de Nicholas Grimshaw bajo la premisa de ser sostenible e invisible, y si consigue lo primero con el mismo éxito que lo segundo debe de ser muy sostenible. El edificio principal apenas destaca su perfil sobre el terreno que lo rodea que, además, está cubierto de una vegetación muy espesa de modo que la zona de recepción permanece oculta prácticamente hasta que se está delante. Para la sostenibilidad no sólo se tuvo en cuenta la orientación, la iluminación o el uso de un lago artificial para la refrigeración, sino que se instaló un techo con jardín vivo que aislase térmicamente el edificio, una solución muy en boga en la arquitectura de las dos últimas décadas pero aún poco frecuente para una fábrica de coches. Y para que la integración con el verde paisaje inglés fuese total se pusieron hasta 420 000 plantas de 80 especies diferentes entre árboles, arbustos y flores. El resultado final es una nueva casa de Rolls – Royce como signo externo de lo que pretende ser la marca: modernidad, sostenibilidad y una actualizada visión de la tradición británica.

Quizá por esa íntima relación de Inglaterra con su medio rural cuando en West Sussex se supo que un fabricante de coches buscaba terrenos para instalarse en la zona la comunidad se mostró recelosa por el impacto que pudiera tener sobre el entorno: una planta de coches al uso, como la de Nissan en Sunderland, es capaz de transformar físicamente para siempre una comarca.

La de Rolls – Royce no es una fábrica al uso: de ella salen sólo 20 coches al día

El Conde de March actuó ante la población como aval de un proyecto tan atípico y genuinamente inglés que finalmente encontro respaldo en la comunidad. Las diferencias son sustanciales: mientras en Sunderland trabajan más de 7000 personas en Goodwood son sólo 1600; de la planta de Nissan salen 1300 coches al día, de la de Rolls – Royce sólo 20. Esta fábrica se parece más a los exclusivos talleres de Hermés que a la Nissan de Sunderland: cuando comenzó la producción en 2003 de su cadena salían 4 unidades al día y el concepto «hecho a mano» se extiende hasta cada pequeño detalle.

Por eso ya que «la casa de Rolls – Royce» no es una fábrica cualquiera en la marca han convertido la producción en una experiencia más del proceso que vive un cliente antes de comprar uno de sus coches. Esa experiencia comienza viajando (posiblemente con un chófer y a bordo de un Phantom como hicimos nosotros) hasta la misma puerta por donde acceden las visitas. La recepción es un espacio lleno de luz natural (incluso en el difícil clima británico) amplio y lleno de pequeños y grandes detalles con los que recibir a las visitas, desde el exclusivo Dawn de 1950 hasta el sencillo bolígrafo del libro de firmas en cuyo soporte se lee la frase de Henry Royce «Lo que sea que esté bien hecho, aunque sea humilde, es noble». Justo detrás de la recepción se encuentran un imponente Wraith Black Badge y algo que parece un coche para niños pero tiene mucha más enjundia: se trata de un vehículo para carreras de Gravedad que empleó la marca en la «Goodwood Soapbox» de 2002… para ganarla. Este pequeño artefacto sin motor es el último Rolls – Royce en haber ganado una carrera de coches, pero como en 2002 BMW aún no podía emplear los logos de la marca en el morro de este rapidísimo juguete aparece la inscripción «Rolling Racer» acompañada de una interrogante.

La zona de acceso esta rodeada de varios espacios dedicados a recibir a los clientes, salas de aspecto moderno pero en cuya decoración abundan imágenes de personajes, modelos y momentos históricos de la marca. Los pasillos que conducen hacia otros despachos y espacios privados están también forrados con exclusivas fotografías creadas por diversos artistas a encargo de la marca.

No por casualidad en la recepción abundan las imágenes históricas mientras que en el área de producción hay modernas obras de arte y referencias a la excelencia técnica

El mensaje de la mezcla entre modernidad y tradición se percibe en cada rincón de la fábrica, y también la intención de transmitir que allí no se producen coches normales: fabricar un Rolls – Royce es especial.

Por eso tras atravesar las oficinas y el comedor de la empresa y cruzar la puerta que da acceso a la zona de producción las sensaciones son confusas. Se sabe que es una fábrica porque se ven las carrocerías circulando por las líneas de montaje, pero el sonido, la luz, el espacio y el ritmo al que todo sucede hace pensar más bien que se trata de un taller de complementos de lujo. Las visitas entran por una planta superior compuesta por pasillos y pasarelas que dan acceso a despachos de áreas técnicas, pero desde la que se contemplan a vista de pájaro las dos líneas por las que circulan los Rolls – Royce.

Nada más entrar se encuentra un enorme mural del 103EX (con el que no coincidimos por pocos días) colocado junto a una de las áreas de descanso. Poco más allá una gran obra del artista Carlos Rolón/Dzine reinterpreta coloridamente el «Espíritu del éxtasis» frente a otra de esas áreas donde el personal de la fábrica toma una pausa. No pude preguntar a ninguno de los trabajadores lo que opinaban al estar rodeados de estas obras de arte, pero seguramente a los ojos de uno de los exquisitos clientes que visitan la fábrica antes de comprar un coche estas piezas multiplican la experiencia y su poder evocador. Curiosamente, pero no casualmente, en la recepción abundan las imágenes históricas de vehículos de la marca mientras que en el área de producción se encuentran modernas obras de arte y referencias a la excelencia técnica. Todo un mensaje visual.

La producción se organiza en dos cadenas, una para los Ghost, Wraith y Dawn, y otra para los Phantom. En ellas se realiza el ensamblaje de carrocerías, transmisiones y trenes rodantes, además del acabado interior. Una de las razones para la ausencia de ruido general en la planta es que los motores y chásis vienen montados desde Munich en un largo viaje por tierra y mar, lo cual elimina toda la maquinaria de estampación y la necesidad de transportar materiales pesados en la factoría británica.

El cuidado en la producción de un Rolls – Royce se entiende aún antes de comenzar a ensamblar sus piezas. Después del proceso de pintura (que tiene hasta 7 capas dependiendo del acabado) cada carrocería se pule a mano antes de entrar en la cadena de montaje y vuelve a pulirse cuando el coche está acabado. «Usamos máquinas en la pintura, pero también ahí hacemos los acabados a mano ya que los robots no alcanzan de forma óptima todos los ángulos» nos dice nuestro guía James Donelly para aclarar que la mano humana interviene en todos los procesos del ensamblaje de un Rolls – Royce en la fábrica a pesar de que se ayude de máquinas. Es algo importante para el eslógan «hecho a mano» pero en el fondo la calidad de uno de estos coches, el cuidado y nivel de excelencia con el que se realizan los procesos en esta fábrica es elevadísimo.

Cada uno de estos coches pasa unas 16 horas en la cadena de montaje, aunque el ciclo completo de fabricación oscila entre 5 y 11 días en función de los niveles de personalización o el tipo de pintura. Uno de los pasos más importantes en la cadena es el ensamblaje de la carrocería con el motor y los trenes rodantes, lo que llaman «matrimonio«. Se trata de un proceso llevado a cabo por varias personas manejando elevadores y plataformas que ayudan a este ensamblaje, pero el montaje se produce con tanta suavidad, tanto cuidado y tan poco ruido que verdaderamente transmite la impresión de que cada coche es una pieza única fabricada a mano. El pulido final lleva 5 horas de trabajo en un espacio masivamente iluminado con luz blanca que, visto desde el exterior, parece sacado de una película de ciencia ficción… sólo así se puede apreciar cada pequeña imperfección que tenga que ser corregida en la superficie de un Rolls – Royce.

Bespoke es una de las partes de la fabricación que tiene más presencia en cada una de las áreas. La pintura exterior es uno de los aspectos en los que cabe más personalización, hasta 44000 colores. Pero además algunos de ellos están creados específicamente y sólo para un cliente de modo que se convierten en exclusivos: es el caso del «Rojo Stephen» de los 30 Phantom que el empresario Stephen Hung encargó para su hotel Louis XIII en Macao.

La personalización de los coches llega tan lejos como el cliente esté dispuesto a pagar y la técnica alcance, pero un Rolls – Royce no está completo si no está «vestido» por dentro.

La gama de colores de Rolls – Royce alcanza 44000 colores, algunos tan exclusivos que llevan el nombre del cliente

El taller de guarnecido de las tapicerías es todo un «atelier» en el que las piezas se marcan y cortan con laser, pero se seleccionan, inspeccionan, cosen y montan a mano. Los techos decorados de Ghost, Wraith y Phantom, que contienen más de 1000 cristales de Swarovski y en algunos casos reproducen el cielo de la fecha del nacimiento de sus compradores, son montados a mano en la misma cadena de montaje, a pocos metros de donde se produce el «matrimonio» entre la carrocería, el motor y la transmisión. En las maderas intervienen especialistas marqueteros que seleccionan las piezas de madera a mano para componer el interior de un coche que puede contener hasta 46 piezas diferentes.

En este apartado hay un mensaje constante acerca de la sostenibilidad en el empleo de materiales naturales. Por cada árbol que se tala para los interiores de madera se plantan otros 5 y las vacas que se emplean en las tapicerías no se crían sólo para emplear sus pieles sino que se trata de vacas de carne (se emplean 12 pieles para cada interior de un coche). El cuero y la madera siguen siendo sinónimos de lujo en la fabricación de coches, pero quizá en una marca tan exclusiva como Rolls – Royce se podría soñar con un signo máximo de la sostenibilidad como lujo: la confección de pieles y maderas sintéticas que no salgan de animales o árboles vivos.

Finalmente los coches salen de la cadena. Se hace una breve prueba de 15 millas para comprobar que todo funciona correctamente y quedan listos para sus dueños. Los clientes serán recibidos en el «Gabinete de Charles Rolls«, una sala repleta de elementos evocadores de la historia de la marca desde el que, de forma solemne, se producirá el encuentro con su coche. Una pieza única creada a su medida y construída con una calidad insólita en el mundo del automóvil.

La entrega es una experiencia que no pudimos vivir… pero no dejamos de soñar con ella.

Fotos: Diariomotor
En Diariomotor:Probamos el Rolls – Royce Dawn: el cielo como único techo

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