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El granjero de Texas que derrotó a Ferrari Carroll Shelby

Todo país tiene iconos del automóvil deportivo. En Alemania los llaman Ferdinand Porsche y en Italia los llaman Enzo Ferrari. En Estados Unidos sólo debería haber un nombre: Carroll Shelby. Aunque su figura no haya sido la más comercialmente explotada, no estaría exagerando una pizca si dijera que es uno de los verdaderos padres del automóvil americano de altas prestaciones. Aún diría más, puede que se tenga que atribuir a Carroll Shelby el advenimiento de la era muscle car, desde sus tímidos comienzos a mediados de los años 60 hasta su abrupta muerte en el año 1973 con la primera crisis del petróleo y la cultura del ahorro que siguió.

Como toda gran historia, los inicios suelen muy humildes. Incluyen dosis considerables de ingenio, y en muchas ocasiones, pura suerte. Quedaos con nosotros para descubrir la vida y obra de un americano anónimo que logró humillar a Ferrari en su propio feudo a principios de los años 60 – años de incontestable dominio italiano en los circuitos – y poner a Europa sobre aviso acerca de lo que un granjero de Texas con espíritu competitivo era capaz de conseguir. Un sueño americano sobre cuatro ruedas que se merece unos minutos de gloria en nuestro espacio semanal. Damas y caballeros, arranquen sus motores, la carrera está a punto de comenzar.

Una vida de alto octanaje

Cuando Carroll Shelby vino a este mundo en 1923 en un pequeño pueblo de Texas, lo más prestacional a lo que podía aspirar un americano medio era a un Ford T, que por supuesto, tenía que ser de color negro. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Shelby comenzó su andadura como instructor de vuelo y piloto de prueba de algunos aviones, sin llegar a entrar en combate. Tras un breve periodo en el que tocó los negocios de la basura y el petróleo, Shelby se dedicó a la cría de pollos de corral. La enfermedad de Newcastle arrebató la vida a su segundo grupo de pollos, empujando a su incipiente negocio a la total bancarrota.

Tras varios trabajos de poco calado, decidió que su vida necesitaba algo de emoción y participó en una carrera de drag racing con un vehículo artesanal en el que latía un V8 flathead de origen Ford. Tras un breve paso por el drag racing, la competición en circuitos fue el siguiente paso, batiendo a varios Jaguar XK-120 a bordo de un MG-TC. Tras varios éxitos menores y una aparición en una pista en peto vaquero de trabajo, Carroll logra un segundo puesto en Sebring a bordo de un Aston Martin DB3, tras ser invitado a participar en la carrera por John Wyer, un famoso promotor y mánager de equipos que entre otros, trabajaba con Fangio.

Tras un paso por las planicies saladas de Bonneville, un copilotaje en las infames 24 Horas de LeMans de 1954 y varios accidentes, el granjero de Texas es invitado a competir en Europa, donde consigue vencer las 24 Horas de LeMans en 1959, como copiloto de un Aston Martin DBR1/300. Al mismo tiempo que Shelby y Jim Hall diseñan una carrocería diferente para el primer Chevrolet Corvette, una enfermedad cardiaca – angina de pecho – comienza a afectar a la salud del texano. Ni corto ni perezoso, algunas de sus últimas carreras fueron vencidas gracias a píldoras de nitroglicerina, ingeridas a más de 200 km/h aprovechando las rectas.

Por si esto no fuera poco, comienza a involucrarse en negocios de distribución de neumáticos y vence una carrera con uno de los brazos en cabestrillo, sujeto al volante con cinta americana. A eso se le llama determinación y ganas de competir, según tengo entendido. Los doctores le imploran que deje de competir, o fallecerá en carrera pronto. A pesar de vencer su última carrera y llevarse a Texas el USCA Drivers Championship, su sueño de alcanzar la gloria en competición queda truncado. Es en 1962 cuando Carroll Shelby descubre que AC Cars – un modesto fabricante inglés de roadsters – ha perdido a su suministrador de motores.

En aquél momento se lanza uno de los primeros small-block V8 de Ford. Una luz se enciende en la cabeza de Shelby… y es así como comienza la leyenda.

El granjero de Texas que batió a Ferrari en su propio feudo

Apartado de la competición, y con un modesto taller en Dallas, Carroll Shelby recibe el chasis de un AC Ace sin motor, al que acopla un motor V8 de 260 pulgadas cúbicas de cilindrada – unos 4.2 litros – diseñado por Ford y ligado a una caja de cambios de cuatro relaciones. El AC Ace daba paso al primer AC Cobra de la historia, denominado internamente CSX2000. Con un peso de sólo 916 kg y un V8 especialmente puesto a punto para lograr una potencia de unos 250 CV, era una máquina endiabladamente rápida para el año 1962. El chasis había sido reforzado y mejorado, además de tener un diferencial trasero y eje trasero completamente nuevos.

Uno de los amigos de Shelby era un conocido periodista del motor, que fue el primero en probar el AC Cobra, dándole popularidad mediática en un tiempo en el que ni siquiera existían los ordenadores personales o Internet. Tras cada prueba de prensa el coche era pintado de otro color, dando la impresión de tener una gran producción, cuando sólo existía un único coche. El primer Shelby Cobra fue expuesto en varios salones del automóvil en los stands de Ford, los concesionarios de Ford comenzaron a admitir pedidos, y así comenzaron las líneas de producción a funcionar, en una pequeña planta que Shelby compró en Venice, California.

Shelby CobraShelby Cobra

Shelby CobraShelby Cobra

El objetivo de competir fue uno de los primeros pasos de Carroll Shelby. Los vehículos de producción alimentaban el presupuesto de competición, cuya experiencia era de nuevo empleada en los vehículos de calle. ¿A alguien le suena esto? ¿Alguien ha dicho Ferrari? En 1963 los primeros Cobra comenzaron a ganar carreras en Estados Unidos, la primera carrera sancionada por la FIA y vencen por primera vez en competición a los Ferrari 250 GTO, lo más de lo más de la casa del cavallino en la época. Al mismo tiempo, comienza el desarrollo de los Cobra con motor big-block de 427 pulgadas cúbicas (7,0 litros), cuya potencia ya superaría los 425 CV.

Con un proceso de mejora constante y una reputación en creces, era el momento de dar el verdadero paso. Tras arrasar en los campeonatos estadounidenses, Shelby produjo dos unidades coupé – diseñadas para altas velocidades – llamadas Shelby Daytona que con un motor 427 ligeramente menos potente (en busca de fiabilidad) arrasaron en la categoría GT de las 24 Horas de LeMans de 1964. Así se forjaba la primera victoria estadounidense en la mítica carrera de resistencia. Un granjero de Texas vencía a todos los aristócratas europeos y a Ferrari: una historia digna de ser contada en clase de historia de las escuelas americanas.

La receta casi parecía sacada del libro de cocina de Colin Chapman: simplicidad, ligereza y un toque de potencia bruta, un bocado de chile picante.

La semilla del muscle car

La constante colaboración de Shelby American con Ford dió lugar a una de los primeros muscle car de la historia. Cuando el Ford Mustang fue lanzado apenas se superaban los 200 CV con el 4.9 V8 más potente de la gama. Shelby propuso a Ford la creación de un Mustang de altas prestaciones. Así es como nacía el Shelby GT350 en el lejano año 1965, cuyo motor de 4,7 litros especialmente puesto a punto se convertiría en uno de los más icónicos de la época. Sus versiones de competición, con una puesta a punto magnífica y aún asequible, fueron muy exitosas y supusieron los primeros pasos en la competición para muchos jóvenes.

Con 310 CV de potencia declarada, fue uno de los primeros muscle car de altas prestaciones. La competencia se puso las pilas, y en 1967 se lanzaba el Chevrolet Camaro, mientras que el Grupo Chrysler hacía lo propio con sus Dodge y Plymouth. Quizá el Pontiac GTO fue el primer verdadero muscle car, pero sin duda alguna Shelby echó mucha más gasolina a las llamas. Tras el GT350, apenas dos años después nacía el Shelby GT500, de nuevo avalado por las manos expertas de Shelby American, parte intrínseca de su desarrollo. En lugar de un ligero deportivo de cilindrada media, el GT500 era un potentísimo cruiser con motores big-block.

Shelby no bromeaba con el GT500 – que se ofrecía con amenidades como aire acondicionado o cambio automático – puesto que su motor era una versión modificada de un motor sólo ofrecido a cuerpos gubernamentales, un 7.2 V8 con 335 CV sospechosamente conservadores. Su potencia real era aún mayor, posiblemente superando con creces los 400 CV. Una versión “King of the Road” con motor 427 en lugar del 428 policial fue lanzada con similar potencia. Un único GT500 Super Snake fue producido, con un bloque de aluminio de competición capaz de desarrollar lo que algunos estiman en 650 CV. Este oscuro ejemplar fue subastado hace años por 3.000.000$.

Tras los GT500 Ford pasó a desarrollar sus propios Mustang de altas prestaciones llamados Mach, y la colaboración con Shelby cesó. Con todo, se mantuvieron las denominaciones Cobra para los Mustang más prestacionales desarrollados desde entonces, probablemente adjudicando a Shelby American jugosos derechos de autor. Sin duda, los finales de los 60 y la guerra muscle car – con su temible escalada de potencia – no habría sido tan agresiva si Shelby no hubiese atacado con su GT350 y los GT500. Ojalá todas las guerras fuesen así, francamente.

Ford GT40, Dodge Viper y otras colaboraciones de alto nivel

Carroll Shelby no sólo fue famoso por los Cobra y los Mustang potenciados. El desarrollo del Ford GT40 fue en parte llevado a cabo por Shelby American Inc., mientras que la operativa en competición fue responsabilidad compartida por Ford y Shelby American. El Ford GT40, con sus 40 pulgadas de altura, un motor Ford de 7,0 litros especialmente preparado y un chasis ultraligero de alta tecnología arrasó en las 24 Horas de LeMans de 1966, con una victoria aplastante frente a los Ferrari. Victoria no exenta de polémica entre los tres GT40 participantes, demostrando que los problemas por órdenes de equipo no son cosa moderna.

Tras los años 60, Shelby cesó su relación con Ford y Carroll Shelby se dedicó a descansar, viajar y entre otras cosas a fundar una empresa productora de chile picante, que aún hoy en día funciona. Puro fuego, en una interesante analogía con sus vehículos. A finales de los 70 Carroll decidió volver al terreno de juego, trabajando con GM y el Grupo Chrysler en el desarrollo de versiones prestacionales de diversos coches. Colaborando en el desarrollo de motores, el mundo dió la bienvenida a los Dodge Charger Shelby en 1984. Algunos consideraron un paso atrás esta colaboración “mainstream”, pero en su momento fue un movimiento lógico.

Los Dodge Charger Shelby eran de tracción delantera, y en sus iteraciones más potentes recibieron una puesta a punto específica para el chasis, con un motor 2.2 turbo de 145 CV. Para una época ahogada por las normativas anticontaminación – en la que ni siquiera un Corvette llegaba a los 250 CV – los Charger Shelby supusieron la supervivencia de la empresa. En 1987 se lanzó el Dodge Omni GLH, de nuevo con la mano de Shelby y una puesta a punto aún más deportiva, acompañada de una estética que enamoraría al mismísimo Michael Knight. Además de sus 175 CV lo mejor era su nombre: GLH significa “Goes Like Hell”. En serio.

Uno de los movimientos maestros de nuestro granjero favorito fue la participación en el desarrollo del Dodge Viper original. Su buena relación con el Grupo Chrysler y los años de experiencia acumulada supusieron la adjudicación a Shelby American del desarrollo del chasis del Dodge Viper, presentado como prototipo a principios del año 1989. Los finales de los 80 y principios de los 90 supusieron la resurrección de los Cobra 427 S/C y SCX4000, continuando el legado de los Cobra original mediante ediciones limitadas, altamente exclusivas.

Shelby Series 1: un vehículo 100% propio para el cambio de siglo

Es una historia poco conocida, pero a finales de los años 90 Shelby quiso volver por la puerta grande a la producción de automóviles. Para ello, decidieron construir desde cero una máquina de verdaderas altas prestaciones. Roadster desde el tablero de dibujo, con un aspecto bulboso e indudablemente “noventero”, traza claros paralelismos con los Cobra originales. Sólamente se produjeron 250 unidades, a un precio que rondaba los 180.000 dólares, mucho más que el más rápido y radical Dodge Viper de la época. Pero era el precio a pagar por una máquina exclusiva, diseñada desde cero por el fabricante que creo los AC Cobra.

Curiosamente, la única parte del vehículo que no fue desarrollada por Shelby fue el propulsor. Se empleaba un 4.7 V8 de origen Oldsmobile, potenciado hasta los 320 CV por Shelby, ya que su potencia de serie en 1998 era considerablemente inferior. Gracias a su construcción ligera, el Shelby Series 1 pesaba únicamente 1.200 kg y era capaz de acelerar hasta los 100 km/h en poco más de cuatro segundos, manteniendo la filosofía del Cobra primigenio. A nivel de bastidor, el reparto de pesos era casi perfecto, con el propulsor situado justo detrás del eje delantero y una caja de cambios manual de seis relaciones transaxle, es decir, junto al diferencial.

[ap_widget_especificaciones]Motor V8, 4,7 litros atmosférico
Potencia 320 CV
Par máximo 393 Nm
0-100kmh Unos 4 segundos
Velocidad máxima N.D.h
Peso 1.221 kg
Precio 178.000$
[/ap_widget_especificaciones]
[ap_widget_valoracion estrellas=4]Puntos positivos
  • – Un Cobra moderno
  • – Dinámica de alto nivel
  • – Calidad de construcción

Puntos negativos

  • – Sólo 250 unidades producidas
  • – El equipo de sonido era de un Buick de 20.000$

[/ap_widget_valoracion]

[ap_neumaticos_michelin neumatico=pilot-super-sport]

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Con suspensión independiente en ambos ejes y neumáticos de 315 mm de sección en el eje trasero, el Shelby Series 1 no era una máquina para bromear, a pesar de tener “sólo” 320 CV. Su chasis tipo nido de abeja de aluminio y su carrocería de fibra de carbono eran realmente avanzados para su época. Goodyear desarrolló unos neumáticos en exclusiva para el Series 1. No obstante, se llegaron a producir unos pocos prototipos con el motor sobrealimentado por compresor, produciendo unos espeluznantes 600 CV y 720 Nm de par motor…

El legado de Carroll Shelby

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Aunque Carroll Shelby falleció en 2012 con 89 años de edad, su legado sigue muy vivo. Durante la última década la colaboración con Ford despertó con gran fuerza, y Shelby se ha convertido en el preparador oficial para los Ford Mustang. Algo similar a lo que AMG es para Mercedes, sólo que en muchos menos modelos. La pieza estelar de la colaboración ha sido el Shelby Mustang GT500, un brutal Mustang cuya primera iteración estaba dotada del motor 5.4 V8 sobrealimentado por compresor que vivía en el Ford GT, modelo en el que Shelby también tuvo mucho que decir. Para el 2014 Shelby Mustang GT500 – el último GT500 producido – el motor es un 5.8 V8 sobrealimentado por compresor con 662 CV. Este demoniaco vehículo a sido el primer Mustang de fábrica en superar las 200 mph.

Además de los GT500 oficiales Shelby ha desarrollado paquetes de modificación para los Mustang, reviviendo las denominaciones King of the Road, GT350 y Super Snake, alcanzando las cuatro cifras de potencia en este último nombre. Incluso se han atrevido con los Ford F-150 Raptor. Shelby American ha trasladado su sede a Las Vegas, y no planea abandonar el negocio de la preparación de vehículos deportivos. El verdadero legado de Shelby es intangible, y prácticamente abarca toda la industria del automóvil deportivo estadounidense, del que fue uno de los grandes impulsores. Nada mal para un granjero que solía competir en su peto de trabajo en la Texas rural.

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