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¿Qué sucedería si eliminásemos todas las señales de tráfico? ¿Serían más seguras las carreteras?

Estamos acostumbrados a ponernos a los mandos de un coche y que nuestra cabeza automáticamente comience a leer las instrucciones que nos ofrecen las señales de tráfico. Si nos fijamos en cualquier calle, o carretera, rápido nos percataremos de que normalmente esa señalización es redundante. A menudo nos encontramos con el mismo señalizado vertical y horizontal; indicaciones de prioridad de paso al acceder a las rotondas, cuando salvo excepciones la prioridad de paso es siempre para el vehículo que se encuentra en su interior; esas señales de Stop al salir de una gasolinera; o incluso líneas que delimitan nuestro carril en vías de doble sentido, cuando todos sabemos que hemos de circular ciñéndonos al margen derecho. ¿Y si nuestra seguridad mejorase si acabásemos con todas esas señales?

Al eliminar la línea central que delimita los dos sentidos, se apreció una mejora de la atención de los conductores, menos excesos de velocidad, y velocidades más moderadas, en general.

En Reino Unido se ha abierto un acalorado debate acerca de la eliminación de la línea central, la que delimita los carriles en sentidos opuestos, en las vías de doble sentido. No es algo nuevo. A finales de los años noventa ya se comenzó a probar esta solución y se llegó a la conclusión de que esta idea funcionaba, especialmente en vías con límites de velocidad muy bajos, en torno a los 50 km/h.

La razón por la cual funciona no delimitar los carriles con una marca blanca central no es otra que el hecho de que, al sentirse inseguro, el conductor tienda a circular a una velocidad moderada, y por ende el respeto por los límites de velocidad sea mayor, y también su atención a la carretera, tal y como leíamos en la BBC estos días.

Un holandés propuso, y puso en práctica, una aproximación más radical a esta idea, la de eliminar todas las señales.

Pero la idea de eliminar señales no es ni mucho menos reciente. Varias décadas atrás ya surgieron propuestas tan radicales como las de Hans Monderman, un ingeniero holandés que propuso la eliminación de todas las señales de las carreteras, e incluso los bordillos de las aceras, y las marcas viales, con numerosos ejemplos en los que la experiencia resultó satisfactoria, allá donde Monderman, en su responsabilidad planificando el tráfico en diferentes localidades holandesas, aplicó sus ideas. Una de las obsesiones de Monderman era el concepto de espacio compartido (ver wikipedia), acabar con la segregación de conductores y peatones que se impuso con el auge de la industria del automóvil.

Monderman llegó a la conclusión, tal y como leíamos en Wired, de que «el problema en la planificación de carreteras estaba en que cuando surge un problema, siempre se intenta añadir algo», una señal, un límite de velocidad, un guardarraíl, mientras que él pensaba que «es mucho mejor eliminar elementos superfluos». Una aproximación que llevada al extremo puede hacer que incluso surjan intersecciones en las que la interpretación de la prioridad de paso puede llegar a ser ambigua. Lo cual, para el bueno de Hans, no era ningún problema, sino todo lo contrario, en tanto esa ambigüedad haría que los vehículos que se aproximen a la intersección en cualquier dirección extremen su precaución.

La verdad es que las ideas de Hans Monderman pueden parecernos una locura, especialmente desde el punto de vista de un conductor español, y el conocimiento de que el respeto en carretera y la cultura de seguridad vial aún podría mejorar para equiparse con la de algunos países del centro y el norte de Europa.

En cualquier caso, la simplificación de las carreteras y su señalizado no parece una idea descabellada, sino todo lo contrario. Especialmente con ejemplos como la retirada de la línea central que delimita los carriles en vías convencionales estrechas. De hecho, fijaos que en muchas vías en España esa línea central no está presente para delimitar nuestro carril, puesto que la única forma de conducir de manera segura pasa por rebasar la línea para aprovechar mejor la calzada, sino para recordarnos que pueden venir coches en sentido contrario. Con lo cual surge la necesidad de recordarnos, de manera redundante, que esa línea central no delimita el carril.

¿De verdad es necesario recordárnoslo en todo momento?

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