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Visitamos el Centro Europeo de I+D de Mazda, o por qué la filosofía KODO no sólo es diseño

En la concepción de un coche se superan numerosas etapas, siendo el diseño -tanto interior como exterior- una de las más importantes.  Hemos visitado el Centro Europeo de I+D de Mazda, situado en Oberursel, Alemania, donde hemos podido conocer de primera mano cómo la firma nipona traslada las ideas de sus diseñadores a la carrocería de los vehículos del hoy y del mañana.

Mazda ha vivido un proceso de «explosión» en los últimos años, fruto de una completa reinvención de su filosofía. Suyos son conceptos como la filosofía KODO o la tecnología Skyactiv, tan popular a día de hoy. El MRE (Mazda Research Europe) está comandado por el diseñador Kevin Rice, director de diseño europeo, quién amablemente se ha encargado de invertir parte de su tiempo en mostrarnos las instalaciones del complejo.

Kevin Rice es uno de los principales artífices de la tendencia KODO, una filosofía ya no sólo de diseño, sino de interpretación del automóvil, que aboga por el movimiento y la naturaleza como fuentes de inspiración. Este diseñador, nacido en Gran Bretaña en enero de 1968, regresó a Mazda en el año 2013 tras entrar en BMW en el año 2000.

¿Por qué actualmente un Mazda siempre parece un Mazda?

Una de las principales características de cualquiera de los Mazda que se encuentran actualmente en el mercado es su diseño tan personal. La firma japonesa ha decidido que el diseño convierta en un pilar fundamental del argumento de venta de sus vehículos, potenciando la filosofía KODO, de forma que un Mazda sea inconfundiblemente un Mazda, se mire por donde se mire.

Esta gran personalidad tiene su punto de apoyo en un hecho clave que al parecer pocas marcas -o ninguna- se ha atrevido a replicar. En el proceso de desarrollo de un vehículo, el diseño, la estética, se genera por norma general a través de un ordenador, de complejos programas informáticos que crean una carrocería capaz de compatibilizar los estándares de aerodinámica, ajustes y seguridad requeridos con la estética.

En Mazda, este proceso se realiza de forma opuesta, de forma que el primer paso es dibujar y crear de forma artesanal, a mano alzada, los trazos del futuro modelo. A partir de ahí, mediante un complicado proceso de medidas y computerización, se traslada el concepto a la mesa de trabajo, realizando las correcciones oportunas, pero siempre basándose en los trazos primarios.

Gracias a esta «variación en el orden de los factores» en Mazda ofrecen diseños que, pueden gustar o no, pero no dejan indiferente a nadie. Esta afirmación se pone en práctica en cualquier modelo de la actual gama de Mazda, que muestran unos trazos más profundos y marcados de lo que nos tiene acostumbrados la industria del automóvil actual.

La belleza está en el interior…literalmente

Tan importante como el exterior es el interior, el habitáculo de un vehículo. Aunque la primera impresión nos la llevamos con la carrocería, será en el habitáculo donde realmente desarrollaremos nuestra vida con el coche, lo que verdaderamente tocaremos y veremos la mayor parte del tiempo. De esta manera, «la oficina» tiene que estar también perfectamente pensada.

Para ello Mazda cuenta con un completo equipo de diseñadoras -sí, un gran equipo de mujeres comandadas por María Greger, diseñadora Senior- que desarrollan su actividad centradas en todos los detalles que implica un habitáculo, desde colores -¿quién no conoce el famoso Soul Red de Mazda, con el que la marca nos ha mostrado toda su gama de productos desde 2012?- hasta tapicerías, pasando por materiales de revestimiento o molduras. La perfecta unión de todos estos conceptos es lo que hace que un interior sea confortable y atractivo de cara al usuario.

El trabajo de estas diseñadoras es mucho más complejo de lo que parece. Desde cazar tendencias en cualquier parte del mundo, en cualquier disciplina (decoración, arquitectura, moda…) a crear nuevas texturas, nuevas experiencias sensoriales para el cliente. La unión de ciertos materiales puede dar como resultado una nueva textura que mejore las características previas sin encarecer sustancialmente el coste.

Cuando cualquiera de nosotros nos sentamos en el interior de un vehículo tenemos ante nosotros un habitáculo que, sin parecerlo, ha sido testado al milímetro, en aspectos inimaginables. Cuando uno toca una moldura metálica prefiere que la temperatura de la pieza sea agradable aunque el coche haya estado expuesto a las inclemencias del tiempo de forma prolongada. Cuando te sientas, quieres que la tapicería sea suave, pero a la vez sea firme y resistente. Cuando alguien visualiza su interior ideal, quiere que los colores se entrelacen en perfecta armonía. Todo esto no sería posible sin el trabajo de este equipo que Mazda ha potenciado en los últimos años.

De Generation Six a Generation Seven, la evolución de la especie

Actualmente, desde la propia Mazda se habla de «Generation Six» como forma de referirse a la actual gama global del fabricante japonés. Esta gama dispone de puntos en común -en términos de diseño- entre modelos, sea cual sea su segmento, orientación o mercado.

Al comparar detenidamente dos modelos de Mazda, sean cuales sean, nos daremos cuenta de que guardan un parecido que se basa en trazos básicos, que posteriormente se desarrollan para crear la personalidad única de cada modelo. En el caso de la actual «Generation Six», los trazos que marcan la diferencia, las líneas que aportan las señas de identidad al conjunto, son las que avanzan desde la aleta delantera hasta el paso de rueda trasero y la que asciende ligeramente en la parte inferior de las puertas.

Cuando lleguen los primeros modelos de Mazda encuadrados dentro de «Generation Seven», se espera que las líneas actuales se suavicen, armonizando aún más el conjunto. Hasta ahora, las líneas «maestras» se encontraban -se encuentran- perfectamente marcadas en la carrocería, mientras que para la «Generation Seven» serán los reflejos los principales encargados de transmitir la personalidad del diseño. La pista más evidente la encontramos en el concept RX-Vision, donde observamos como, a la altura de la puerta, un reflejo en forma de S aporta volumen y flexibilidad al diseño.

Como conclusión destacar que, aunque no lo parezca, un coche es el resultado de un proceso capaz de mezclar a la perfección las emociones y la razón. Prueba de ello es el centro MRE, donde conviven en armonía -o al menos en sintonía- diseñadores con ingenieros, decoradores con probadores, donde las tendencias pueden unirse en interior y exterior sin perder personalidad. 

 

 

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