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Por qué la nueva movilidad también necesita récords. De Rosemeyer a Winkelhock

El lunes de esta semana se cumplieron 75 años del accidente que se cobró la vida del piloto alemán Bernd Rosemeyer durante un intento de récord de velocidad a bordo de un Auto Union V16. Los récord de los años 30, más allá de la competición e incluso de la propaganda política, se enmarcan dentro de una gran carrera por la evolución tecnológica de los coches que cambió para siempre la industria del automóvil. Hoy en día la velocidad punta es un dato irrelevante, y el alto rendimiento es raramente un argumento de ventas, pero incluso en este tiempo los fabricantes siguen empeñados en batir récords de velocidad o vueltas rápidas con sus coches eléctricos e híbridos. Cuando la investigación tecnológica se vuelca en la eficiencia energética y las ayudas a la circulación, ¿A qué se debe esta fascinación por la velocidad? Posiblemente en la respuesta veamos que las diferencias entre un periodo y otro no son tantas.

El origen de las leyendas

La batalla por los récords automovilísticos que se libró en la década de 1930 contribuyó decisivamente a la evolución tecnológica de los coches de producción mediante conceptos como la aerodinámica. Las formas de aquellos bólidos que ofrecían menos resistencia al viento y sugerían una arquitectura motriz diferente, permitieron reducir peso, aumentar la velocidad máxima y optimizar el consumo. En sólo una década (con el paréntesis de la Segunda Guerra Mundial) los coches de serie pasaron de ser una simple plataforma con ruedas a la que se ponía un motor y un habitáculo, a entenderse como un conjunto enfocado a la eficiencia. Coches como el Lincoln Zephyr de 1934 o el Auburn Cord de 1937 fueron pioneros en incorporar a sus carrocerías la aerodinámica, y su aplicación a vehículos populares como los Citroën 2CV y Volskwagen Beetle se puede considerar el origen del automóvil moderno.
Este escaparate de los avances tecnológicos, tuvo sin embargo un segundo nivel de lectura, el de su calado en la cultura popular a través de la competición.

Gracias a la competición y los récord, la forma de entender los coches cambió radicalmente en sólo una década entre 1930 y 1940

Al mismo tiempo que esas tecnologías cambiaban radicalmente el mapa de la movilidad del mundo, influyendo en las ciudades, las carreteras e incluso las artes, se creaba una especie de mitología para el mundo del automóvil. Mientras que en Estados Unidos Malcolm Campbell y su Bluebird alimentaban el «sueño americano», en Alemania la industria construía una imagen de vanguardia tecnológica entre sus éxitos en competición y, por qué no decirlo, la propaganda del partido Nazi. El hecho es que aquellos coches desplazaron rápidamente a sus predecesores y despertaron una gran expectación entre los consumidores que fue a la postre decisiva a nivel histórico y económico. La huella de aquel periodo de investigación es tal que los Mercedes «cazarrécords» ocupan un lugar destacado en su museo de Stuttgart y son una referencia constante en la comunicación de la marca. En el caso de Audi la huella de Rosemeyer y los Auto Unión de competición es tan intensa que usaron el nombre del piloto para el «Concept» de Walter de Silva que, en el año 2000, definió las líneas maestras de la gama hasta el presente.

Récords para hoy

¿Para qué sirven los récords de velocidad y rendimiento en un mundo en el que a los coches se los mide por la velocidad… de su conexión a Internet? En el fondo para lo mismo que servían hace casi un siglo: demostrar una posición de dominio tecnológico y añadir a las nuevas tecnologías un componente de fascinación. Los nuevos retos de los eléctricos e híbridos, deben contribuir a la conquista «emocional» del consumidor, como decía hace unos días mi compañero David G. Arlés, y eso ha de hacerse desde mensajes épicos y demostraciones excitantes de sus cualidades.
El grupo VAG parece un firme defensor de esta práctica. Volkswagen llevó hace unos meses un Jetta Híbrido a la semana de la velocidad de Bonneville para rozar los 300 km/h estableciendo un nuevo récord para vehículos de este tipo. Hace tan sólo dos años que Bentley puso a Juha Kankkunen en un Continental Supersports Convertible para superar las 200 mph sobre hielo (321’6 km/h), resaltando en las notas de prensa que el coche se movía con Biofuel…

El Audi R8 E-Tron marcó el récord de Nürburgring para eléctricos de calle… aunque no se sabe si llegará a producirse

A veces VAG también ha desconcertado con sus récords. Sólo así se explica que el Audi R8 E-Tron se presentase en Nürburgring conducido por Marcus Winkelhock para marcar la vuelta rápida para coches eléctricos de calle… aunque ni siquiera se sabe si llegará a producirse.
Volkswagen no es la única marca que mide las fuerzas de sus coches en Nürburgring, y de hecho Peugeot y Toyota ya han establecido sendos récords con eléctricos en el «infierno verde», los primeros con el «Concept» EX-1 y los segundos con un coche de competición construido para este fin. Y visto que el viejo circuito es hoy la piedra de toque para todo deportivo que se precio, no sería raro ver al Mercedes SLS Electric Drive medirse en Nürburgring donde ya se testó su antecesor el SLS E-Cell.

La importancia de la emoción en la eficiencia


En el tiempo presente los récord de velocidad pura como los que estableció Bernd Rosemeyer el propio día de su muerte no tienen la misma repercusión popular que tuvieron en la década de 1930. Sin embargo las marcas siguen insistiendo en medir las fuerzas de sus productos, aunque hoy sea en el viejo trazado de Nürburgring apenas 150 km al oeste de la autovía Frankfurt – Darmstadt, escenario de aquellos duelos del pasado.

Hoy en día estos récords tienen un componente mucho más alto de propaganda que de investigación tecnológica, y apelan más al consumidor que a los ingenieros

La competición seguirá siendo un escaparate, y las posible aparición de una «Fórmula 1 eléctrica» podría cambiar el mapa del imaginario automovilístico, pero en cualquier caso el sentido de la lucha por los récord es hoy distinto al que fue en su momento. Si hace casi un siglo era parte del proceso de experimentación, y tuvo una gran repercusión cultural, hoy en día estos récords tienen un componente mucho más alto de propaganda que de investigación tecnológica, y apelan más al consumidor que a los ingenieros.
Desde el punto de vista tecnológico puede parecer paradójico que una marca como Audi apostase por correr en Le Mans con un híbrido cuando aún no tenía híbridos en su gama o batir el récord de Nürburgring con un coche que puede que nunca se comercialice. Pero desde el punto de vista comercial y cultural es una apuesta bien distinta y llena de intención. Porque estoy seguro de que en el momento en que Audi lance un deportivo eléctrico al mercado, en las fotos promocionales aparecerán el Auto Unión V16 y el Audi R18 de Le Mans. Y los récords del presente y el pasado tendrán sentido.

Fuente: Tecmovía

Fotos: Audi | Volkswagen USA | Bentley Media
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