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Comienza la (aparentemente inútil) Semana Europea de la Movilidad

Desde ayer y durante los próximos días asistiremos a la décima edición de la Semana Europea de la Movilidad, que finalizará el 22 de septiembre con el Día sin coche. Las jornadas se engloban bajo el lema “Desplázate de forma eficiente: ¡Mejora tu movilidad!”, y como en ocasiones anteriores, miles de ciudades a nivel europeo participarán en la iniciativa.

La Semana Europea de la Movilidad nació en 2001 como marco para las actividades previas al Día sin coche. El objetivo: concienciar a los ciudadanos acerca de la importancia de mantener unos hábitos de movilidad sostenibles e informarles sobre las ventajas asociadas a dejar el coche en casa y moverse por la ciudad a pie, en bicicleta y utilizando el transporte público.

Aunque aparentemente un acto de este tipo pueda resultar interesante y beneficioso para la convivencia de todos los ciudadanos y la salud del planeta, lo cierto es que las ediciones anteriores no han tenido un verdadero impacto en la ciudadanía, como tampoco lo han tenido en las instituciones que se encargan de regular el transporte.

En la actualidad tanto la Semana Europea de la Movilidad como el Día sin coche no son más que mera propaganda con la que la UE intenta dar a sus ciudadanos y al resto del mundo una imagen de compromiso y sostenibilidad que está a años luz de la realidad, al menos en España, país en el que la Ley de Movilidad Sostenible sigue sin aprobarse.

Puede que a priori mis palabras parezcan duras. Lo son, aunque más duro es ser público de esta farsa y figurante de la sangrante situación a la que los ciudadanos nos vemos sometidos. Y es que las contradicciones entre palabras y hechos son abrumadoras; a los mismos me remito.

Un ejemplo de antiecologismo: Madrid

Parece bastante ilógico presupuestar actividades destinadas a fomentar la movilidad sostenible durante una semana si en la práctica durante las 51 restantes se hace lo contrario, pero eso es exactamente lo que hacen la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid, dos instituciones públicas que asumen gobiernos de gran importancia, y cuya actitud a este respecto es realmente contradictoria.

Como ejemplo práctico cabe citar su actitud respecto al transporte público, cuyo precio ha subido de forma escandalosa en los últimos tres años. El abono de Metrobús incrementó de golpe su precio un 21,6% en el año 2010, pasando de los 7,40 a los 9 euros. Posteriormente, en enero de este mismo año, volvió a subir un 3,3%, alcanzando un precio de 9,30 euros, y este mismo verano han subido el precio del billete individual un 50%, pasando de 1 a 1,50 euros.

Pero la cosa no termina aquí, ya que frente a las 16.000 personas que se calcula que cada año fallecen de forma prematura en España a causa de la contaminación del aire, y de las cuales un 80% están atribuidas a los gases de combustión generados por el tráfico la actitud de la Comunidad es tan simple como no hacer nada.

De hecho, cuando el pasado febrero la contaminación en algunos puntos de Madrid superó los 200 mg de NO2 por metro cúbico de aire, Ana Botella, portavoz del Área de Medio Ambiente, se limitó a pedir a la gente “que colabore usando el transporte público para evitar llegar a esos niveles”, complementando así las declaraciones que había hecho tan solo un mes antes, cuando contradijo a la OMS diciendo que “la excesiva contaminación de Madrid no es nociva para la salud”.

Es cierto que mejorar la calidad del aire que respiramos y la fluidez del tráfico está en manos de todos, y de que la concienciación a este respecto es un punto clave. Pero de nada sirve predicar si no es con el ejemplo. Si nos centramos en las novedades del panorama automotriz de los últimos años, parece que las marcas están poniendo su granito de arena, por una parte obligadas por unas normativas europeas de contaminación más estrictas, aunque también conscientes de que lo ecológico vende.

Ahora la pelota está en el tejado de la Administración, tanto la central como la de las autonomías. Es su responsabilidad diseñar y aplicar planes de movilidad sostenible y fomentar las buenas prácticas actuando en consecuencia, y no gastando decenas de miles de euros en unas jornadas que han dejado claro que el marketing engañoso es ineficaz frente al problema que nos acontece.

Fuente: ISTAS | Ciencia100
Fotografías: epSos.de | luipermom | padgett
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