Llamadme nostálgico, o como dirían los castizos en España, abuelo cebolleta. Pero recuerdo con añoranza aquellos tiempos en los que, cuando alguien se compraba un coche nuevo, la presentación incluía abrir el capó para contemplar ese espléndido motor. Hoy, en el mejor de los casos, veríamos una enorme y abrillantada tapa de plástico. Y digo bien en el mejor de los casos. Porque en otros ni tan siquiera podremos abrir el capó o nos encontraremos con un bonito maletero. No es un motor diésel, ni gasolina, es una pila de...