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Convertir el hidrógeno en amoniaco, la vieja técnica para salvar los motores de combustión

La lista de combustibles alternativos sigue sumando opciones cuyo objetivo no es otro que alargar la vida de las mecánicas de combustión interna. De un tiempo a esta parte se ha hablado mucho del hidrógeno y de cómo derribar sus barreras para que su uso sea viable. En este contexto surge una nueva solución: convertirlo en amoniaco para salvar a los motores tradicionales.

El hidrógeno es un prometedor combustible alternativo, pero aún tiene que resolver algunos problemas que impiden su adopción y expansión. Una posible solución para ello pasaría por transformarlo en amoniaco. Informa Heraldo de Aragón que el Grupo de Procesos Termoquímicos del Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón (I3A) de la Universidad de Zaragoza está llevando a cabo una investigación para usar el amoniaco en procesos de combustión con un nivel de emisiones mínimo o inexistente.

Repostaje Hidrogeno

El amoniaco como combustible

Lo cierto es que usar el amoniaco como combustible no supone una novedad para el mundo del motor. Mezclado con carbón fue la solución que adoptaron en Bélgica para impulsar a los autobuses municipales cuando, en los años 40, se produjo una crisis de carburante como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. En los años 60, la NASA dio forma a un avión experimental que también lo usaba y en Japón lo han combinado con metano o queroseno para mover turbinas de gas y producir electricidad.

Lo que sí es más reciente son los procesos de combustión en los que la presencia del amoniaco permite reducir e, incluso, eliminar la presencia de gases contaminantes. El objetivo es usar este compuesto químico como carburante y, al mismo tiempo, como reductor de emisiones.

Produccion Hidrogeno Verde

Pros y contras de usar amoniaco como combustible

Sobre el papel, usar amoniaco como combustible alternativo suena bien: su versatilidad permite mezclarlo con hidrógeno y otros combustibles aunque esta no es la única ventaja que presenta. Obtenerlo es sencillo porque para su producción se necesita nitrógeno (que se extrae del aire) e hidrógeno (que se puede conseguir a través de distintas fuentes).

El amoniaco es un gas incoloro que se puede conservar a temperatura ambiente y, además, es posible almacenarlo en forma líquida aumentando ligeramente la presión. Y no sólo eso: hablamos de un compuesto químico que se usa en múltiples procesos por lo que las infraestructuras de almacenamiento y distribución (un proceso, también, fácil) necesarias para su uso como combustible ya existen.

En el otro lado de la balanza nos encontramos las desventajas: el amoniaco como combustible produce óxidos de nitrógeno (NOx) que pueden producir lluvia ácida y ‘smog’ fotoquímico, una niebla (visible e invisible) que contiene una elevada concentración de sustancias oxidantes y radicales libres. Sí, es la ‘boina’ que suele formarse en Madrid: un episodio de contaminación típico en las ciudades que tienen altos niveles de tráfico, calefacciones domésticas…

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