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Chernobyl y el debate de la energía nuclear con el auge del coche eléctrico

Muchos nos alegramos de que aún haya sitio para que series, que no son de ficción, como Chernobyl, irrumpan con esta energía en los tiempos en los que, aparentemente, los espectadores se refugian en los clichés y la fácil digestión de la ficción que proponen series como Juego de Tronos. Con rigor, una gran escenografía, un tratamiento científico y no más morbo que el estrictamente necesario, Chernobyl ha conseguido convertirse en una de las series más alabadas por la crítica, en la gran sorpresa de este año, y en una producción que en rankings como el de Film Affinity lo sitúa como una de las series mejor valoradas de todos los tiempos – al nivel de The Wire y Breaking Bad – y solo superada por las que siempre lideraron en esta web, El Padrino y, por supuesto, El Padrino 2. Ahora bien, ¿qué hay del debate de la energía nuclear y el auge del coche eléctrico?

Aunque dudo mucho que fuera la intención inicial de los guionistas, las redes sociales demuestran que Chernobyl no ha conseguido otra cosa que acrecentar los temores de muchos al respecto de la energía nuclear. Quizás el resto seamos los que estemos equivocados, que no solo hemos visto una recreación muy precisa y científica de unos hechos que, para la mayoría, ya están muy lejanos. De los riesgos de que la burocracia se imponga a la ciencia. De cómo las mismas estructuras que creó la Unión Soviética para resistir a lo largo del siglo XX acabarían provocando el mayor accidente nuclear de la historia y, como reconocería el propio Mikhail Gorbachev, precipitando la caída de la URSS.

El debate de la energía nuclear es un tema espinoso en el que ningún político quiere entrar, pero que necesariamente tendrá que abordarse, y plantear muchas preguntas con respuestas incómodas sobre el panorama energético que ha de dibujarse hasta el escenario idílico, al que aspiran muchos países occidentales, en el que la producción dependa únicamente de renovables

Generacion Energetica Espana

Gráfica que muestra la generación energética en la Península Ibérica el día anterior a la redacción de este artículo. Resaltadas, la energía solar (rojo y naranja), la energía hidráulica (azul celeste), la eólica (verde) y la nuclear (azul oscuro). Fuente: Red Eléctrica de España

Pero, por otro lado, las redes sociales están sirviendo para algo más que extender el miedo ante la energía nuclear. Basta ver el éxito de cuentas que se han erigido en divulgadores, como la del ingeniero Operador Nuclear, tratando de recordarnos, no siempre con éxito, por qué la industria nuclear ha avanzado y se ha protegido para evitar que pueda producirse un nuevo Chernobyl y algo no menos importante, por qué la energía nuclear, a día de hoy, sigue siendo necesaria, en un momento en que se habla de transición energética y coches eléctricos.

Mientras los países avanzados, y no solo los occidentales, planifican un futuro libre de emisiones de CO2, que supondrá retos inmensos para la industria energética, reabrir el debate de la energía nuclear no parece estar entre los planes de ningún político y, pobre de aquel que proponga la transición energética desde la promoción de la energía nuclear. Ya no hablamos acerca de la apertura de nuevas centrales sino, sobre todo, del futuro de las actuales. Las decenas de miles de personas fallecidas que mencionaba la propia serie de televisión sobre Chernobyl, como consecuencia de enfermedades derivadas del accidente, no transmiten lo mismo que las 800.000 que se estima fallecen prematuramente en Europa por la contaminación atmosférica.

El futuro que todos queremos, y al que debemos aspirar, es el de las energías renovables. Pero de nuevo tendremos que exigir a nuestros gobernantes altura de miras, rigor científico, y que se aborden sin complejos ideológicos asuntos tan importantes como el de planificar cómo se va a obtener la energía que alimentará nuestros hogares, y nuestros coches, en el futuro, cómo se va a sufragar esta transición energética, y qué vamos a hacer hasta llegar a ese escenario idílico – que muchos no sitúan antes de 2040 – en el que la producción energética provenga exclusivamente de fuentes renovables.

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