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La furgoneta autónoma que se rinde ante un bordillo: la IA no tiene calle

Una furgoneta autónoma de reparto en Hunan, China, se ha hecho viral tras perder un combate contra una acera en el que luchaba inútilmente por liberarse mientras los peatones se partían de risa. Este incidente muestra que, aunque los vehículos repartidores con inteligencia artificial prometen cambiar la logística urbana, todavía tienen problemas con lo que cualquier conductor humano sobrio y con cerebro consideraría un obstáculo trivial. Lo de la furgoneta se ha convertido en un ejemplo perfecto de cómo la IA en vehículos autónomos puede ser increíblemente lista en teoría, pero torpe en la práctica. Algo así como los recién salidos de la uni.

El chiste está en que pese a contar con sensores, radares y cámaras, la furgoneta no logra calcular correctamente la salida de la acera y se limita a ir adelante y hacia atrás a lo tonto porque al final la movilidad eléctrica autónoma sigue dependiendo de la supervisión humana en situaciones imprevistas, y porque los algoritmos actuales aún no tienen la capacidad de improvisar como lo haría un conductor de carne y hueso. Detrás del humor hay una lección sobre los límites reales de la inteligencia artificial en entornos urbanos complejos.

No descarto que mientras escribo esto, la furgoneta siga atrapada, y me pregunto si estos incidentes formarán parte de la rutina diaria de las ciudades cuando la logística autónoma se generalice. Por ahora sería mejor abandonar los efectos de marketing y plantearse dar dos pasos atrás en la conducción autónoma. Al menos hasta que sea capaz de bajar un bordillo sin liarla.

El reto de la acera: por qué la IA se atasca

Que una simple acera suponga un obstáculo insalvable para la furgoneta autónoma parece casi ridículo, pero tiene una explicación tecnológica. Los sistemas de detección de los vehículos eléctricos autónomos pueden identificar objetos grandes como peatones o coches, pero los bordillos, las irregularidades en el pavimento y obstáculos poco previsibles representan un desafío mayor. Cada intento fallido del vehículo refleja que la inteligencia artificial literal sigue siendo literal: interpreta los datos de forma exacta, pero carece de sentido común para improvisar.

Los fabricantes de vehículos autónomos saben que las calles estrechas, aceras altas y obstáculos inesperados forman parte del día a día, y por eso, cada fallo como el ocurrido en Hunan sirve como prueba de campo para ajustar sensores, algoritmos y sistemas de navegación. La IA en vehículos de reparto aprende de estos errores, sí, pero el coste es visible para todos: peatones y curiosos que se convierten en espectadores de la comedia tecnológica mientras la furgoneta intenta salir de su atolladero.

Por ahora, este tipo de incidentes demuestran que la tecnología no está madura, y que por más que nos vendan que tendremos a la de ya camiones autónomos circulando por nuestras carreteras, es difícil que se cumpla. Si una pequeña furgoneta autónoma la lía de esa forma con un bordillo, imagínate un tráiler con 23 toneladas a 85 km/h y en una autovía.

Moraleja tecnológica: el futuro aún necesita supervisión

El caso de la furgoneta atrapada en Hunan deja claro que la movilidad autónoma avanza rápido, pero todavía no es infalible. Cada bordillo es una prueba para la logística urbana inteligente esa que nos prometen, y aunque la IA puede calcular rutas y evitar colisiones en simulaciones perfectas, aún no salir de un embrollo inesperado. Por más que prometan vivir en el mundo de Korben Dallas (Los taxis voladores de “El quinto elemento”) en pocos años, con todo a reventar de vehículos eléctricos y autónomos, seguirá siendo imprescindible la supervisión humana y la mejora constante de los algoritmos.

La furgoneta autónoma que no sabe bajarse de la acera es un recordatorio de que la inteligencia artificial necesita aprender todavía de la vida real y que la transición hacia las ciudades con reparto autónomo será, por suerte, un proceso gradual y lento. Por ahora, nos queda reírnos un rato y entender que, aunque los robots puedan conducir, todavía les falta más calle que a la lavadora.

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Emmanuel Jiménez

Fan desde los 5 años de conducir y pilotar cualquier cosa que tenga ruedas o vuele, con motor o sin él. Seguir leyendo...