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Compradores de CO2 y vendedores de humo

Desde hace unos años el CO2 se ha convertido en el enemigo de Naciones Unidas y de todo aquel gobierno al que le preocupe el futuro de su país, y haciendo caso a los más catastrofistas, la supervivencia de la especie humana. Ante el cambio climático que se nos avecinaba era necesaria una respuesta global, de ahí el Protocolo de Kioto y toda una serie de medidas para reducir nuestros «malos humos».

Fue entonces como haciendo uso de los fundamentos más arraigados del capitalismo a alguien se le ocurrió que lo de «vender humo» podría ser un buen negocio, de hecho lo era. Entonces surgía un mercado del CO2, algo así como el «Wall Street de los gases contaminantes», un mercado de valores que estableciese un precio de compra-venta de CO2 emitido y permitiese que las empresas más limpias ingresasen dinero vendiendo bonos a las empresas más contaminantes que les daría derecho a contaminar más.

En resumen. Si el bosque es de todos: quema tu parte. El humo que pago tengo derecho a echarlo sin que nadie me diga nada.

Por estrambótica que pueda parecer, la idea tenía mucho sentido. Las empresas mejor desarrolladas apostarían por una producción más limpia para beneficiarse del pago que les hicieran otras empresas más contaminantes, a las que renovar su línea de producción para ser más limpios les saldría menos rentable que pagar las sanciones internacionales. La Unión Europea establecía entonces SENDECO, la Bolsa Europea de Derechos de Emisión de Dióxido de Carbono.

Establecer un mercado en el que se compra y se vende algo tan intangible como es el humo hizo que rápido surgieran estafas multimillonarias y evasión de impuestos a gran escala, especialmente en nuestro país. La venta de CO2 se antojaba además como un negocio seguro, dado que ante la imposición de restricciones cada vez más duras el precio no haría otra cosa que subir.

Nada más lejos de la realidad. Hoy en día la tonelada de CO2 cotiza por debajo de los 8€, muy lejos de los 27€ que llegó a alcanzar en 2008. Entre otras cosas por las moratorias impuestas por la Unión Europea para flexibilizar las sanciones a las empresas que no cumplen los compromisos anticontaminación.

En fin, una idea que tal vez fuese brillante y que ahora está abocada al fracaso entre el desacuerdo de los gobernantes, sobretodo los más «sucios» (hablando de contaminación), Estados Unidos y China y ante la falta de decisión de la Unión Europea.

Fotografía: WWF – Adena
Fuente: SendeCO2 | El País
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