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Increíble pero cierto: los coches negros son declarados ilegales en Turkmenistán

Para los que no recordéis las lecciones de geografía del instituto, Turkmenistán es una república ex-soviética situada en Asia Central. Una nación joven, cuyos países fronterizos son Irán, Afganistán y Uzbekistán. A pesar de tener un tamaño comparable a España, en sus fronteras viven poco más de cinco millones de personas. Aunque sus reservas de gas natural son las sextas más abundantes del mundo, es un país de grandes desigualdades económicas, donde el salario medio de sus habitantes ronda los 250 euros mensuales. Y tienen la desgracia de estar gobernados por un auténtico chalado: Gurbanguly Berdimuhamedov.

Declarado «presidente vitalicio», su régimen autoritario gobierna con mano de hierro el país, cuyo puesto en los ránkings de respeto a los derechos humanos es colista. Gurbanguly Berdimuhamedov y su antecesor Niyazov tienen una obsesión por el color blanco. El color blanco está asociado en Uzbekistán a la buena suerte, y es por ello que cientos de edificios de su capital (Ashgabat) están recubiertos en carísimo mármol blanco. Ambos presidentes han erigido estatuas de oro y mármol blanco de sí mismos, y han dictado leyes absurdas de obligado cumplimiento para la sufrida población turkmena.

Mientras la población subsiste con 250 euros mensuales, Berdimuhamedov se pasea por la capital en un Bugatti Veyron de color verde, pintado con los colores de la bandera turkmena.

La más reciente ha sido la prohibición de los coches de color negro en todo el país. Una ley publicada de forma repentina, y derivada de la obsesión presidencial por el color blanco. No obstante, es una ley con antecedentes: en 2015 se prohibió la importación al país de coches de color negro, y en 2014 se prohibió el tintado de las lunas de los coches. Sin previo aviso, miles de coches negros han sido incautados en Turkmenistán, y sólo son entregados a sus propietarios si se comprometen a repintarlos de color blanco – este compromiso es un documento oficial, que condiciona poder usar el coche en un futuro.

Sería gracioso si fuera una broma o estuviéramos a 28 de diciembre, pero en muchas ocasiones la realidad acaba por superar a la ficción. El problema es que ante esta prohibición repentina, los talleres de chapa y pintura del país se han visto desbordados, y además, muchos han aprovechado para «hacer caja». El precio de un repintado se ha multiplicado en varios enteros, llegando a rozar los 2.000 euros. Según informa The Diplomat, muchos talleres aumentan su precio un 50% si el propietario del coche decide esperar una semana, aumentando la sensación de urgencia de esta medida draconiana.

Uno de los proyectos estrella – por no decir otra cosa – de Berdimuhamedov es cubrir toda la capital del país en mármol de color blanco.

Mientras tanto – y a pesar de su riqueza de recursos naturales – el país vive una profunda crisis económica. La inflación está disparada y la población tiene difícil acceso a productos tan básicos como la harina, el aceite o el azúcar. Igualmente, la liquidez de su sistema bancario está en entredicho: muchos cajeros automáticos ya no dispensan efectivo e incluso los turkmenos que viven en el extranjero tienen un límite diario en cajeros de sólo 50 dólares. Muchos expertos coinciden en que esta crisis es terminal, y sólo se resolverá con cambios radicales en la forma de gobernar el país.

Fuente: The Diplomat
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