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Si tienes 159.900 dólares, puedes estrenar un Pontiac Trans Am de 1979 - con un trágico historial familiar

Esta historia es una historia trágica. Trágica en muchos aspectos. Comencemos por el principio. Corría el año 1979, y William Leland Jr. – pariente lejano de Henry Leland, el fundador de la marca Cadillac – tenía 18 años. Como todos los chavales estadounidenses de la época, estaba enamorado de los muscle car, y a finales de los años 70, los Pontiac Firebird Trans Am eran los muscle car más deseados, especialmente tras la popularidad de películas como «Smokey and the Bandit», cuyo protagonista era un joven Burt Reynolds, acompañado en todo momento de su Trans Am negro, con un ave fénix de color dorado sobre el capó.

Sin embargo, aunque William Leland Jr. profesaba una verdadera pasión por el Trans Am, decidió nunca conducir el deportivo por el que pagó la friolera de 10.009,45 dólares en 1979. ¿Por qué? Pensó que sería una excelente inversión de futuro, y pensó que ejemplares muy equipados de aquél muscle car serían difíciles de encontrar en años venideros. Tras encargar su unidad – especificada tal y como quiso, gracias a sus excelentes contactos en Detroit – la condujo durante 20 millas (unos 32 km) hasta su casa, de donde nunca la volvería a mover. No quería que el coche recibiera desgaste alguno.

Ni siquiera dejó que el concesionario lavara el coche al recibirlo de fábrica, y les prohibió instalar una matrícula frontal, ya que implicaría taladrar el paragolpes delantero.

Periódicamente, al coche se le cambiaba el aceite y se encendía su motor. Se movía su caja de cambios y se reemplazaban los fluidos, pero el coche no se movía del garaje. La obsesión de Leland por cuidar este coche era tal que el coche siquiera se lavaba. Se mantenía en un ambiente controlado y sólo se quitaba a mano el poco polvo que le caía encima. Cuando Leland Jr. cumplió 42 años, fue diagnosticado con un cáncer terminal, falleciendo a los pocos meses. Antes de morir, transfirió la propiedad del Trans Am a su padre, que lo condujo a su casa y lo aparcó en su impresionante colección de Cadillac clásicos.

Ahí es donde el coche pasó el resto de su tiempo, siendo mantenido periódicamente, tal y como Leland Jr. demandó en vida. En 2013 fue vendido a su actual propietario, que ahora lo pone a la venta a través de RK Motors, con sólo 65 millas en su odómetro – 105 kilómetros para los que usamos el sistema métrico – pidiendo por esta unidad la friolera de 159.900 dólares. Es un precio 16 veces superior al del precio del coche, pero sólo cuatro veces superior si tenemos en cuenta la inflación acumulada en los últimos 38 años. William Leland Jr. se encargó de que esta unidad tuviera prácticamente todo el equipamiento posible.

Su interior tiene todo el sabor de los años 70, y en un futuro, su estado inmaculado le hará ser ganador de muchos concursos y subastas.

Además de sus espectaculares vinilos dorados, cuenta con un motor V8 L80 de 6,6 litros. Aunque este motor sólo desarrollaba 188 CV de potencia, compensaba esta carencia con un par motor de 427 Nm a sólo 2.000 rpm. Era transmitido al tren trasero a través de una caja de cambios automática Turbo-Hydramatic 350 de tres relaciones. Contaba con los neumáticos deportivos Uniroyal Steel Belted Radials en medida 225/70 R15, con sus letras de color blanco. En el interior, el salpicadero está recubierto de paneles de acabado metálico, con instrumentación deportiva, aire acondicionado, control de crucero y asientos deportivos de tela.

¿Pagarías casi 160.000 dólares por estrenar un clásico tan perfecto? ¿O lo guardarías en un garaje como hizo su primer dueño? Yo lo tengo muy claro: la vida es para vivirla,y los clásicos son para disfrutarlos. Por desgracia, Leland Jr. falleció sin poder disfrutar el coche de sus sueños. ¿De qué sirve tener este coche parado y no poder disfrutarlo? No llego a entenderlo.

Fuente: Jalopnik

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