A día de hoy podría generalizar – y lo hago – diciendo que la mayoría, sin duda, hemos asumido que el diésel y la gasolina están muertos y que 2035 será el año en que cesen, por la vía de la prohibición, las ventas de coches con motor de combustión interna y todo lo que podamos comprar a partir de entonces deba ser, necesariamente, eléctrico. ¿Pero hasta qué punto el camino que se ha iniciado es irreversible?
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