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La opinión de
Firma de Sergio Álvarez

No me atrevo a ver el especial de despedida de The Grand Tour

Aun recuerdo vivamente aquellas vacaciones de agosto. Corría el año 2003 y tenía apenas 15 años, y mis padres me habían dejado solo durante unos días. Naturalmente, me pasé aquellos días pegado al ordenador, comiendo comida basura y haciendo el tipo de cosas que un adolescente de su edad suele hacer. En aquel YouTube primigenio, de alguna forma, acabé entrando en un vídeo protagonizado por tres señores ingleses. «Top Gear», decía el título.

Lo que comenzó como una noche aburrida, culminó en horas y horas de visionado continuo – «binge watching», que llaman ahora. Me enganché irremediablemente a aquel explosivo y fantástico combinado de pasión por el motor, humor, entretenimiento e irreverencia. La química entre Jeremy Clarkson, James May y Richard Hammond era sencillamente mágica. Aquella noche reavivó en mi la pasión por el motor, que desde hacía años había quedado en segundo plano frente al mundo de los videojuegos, los ordenadores y la música dance – todos tuvimos «momentos de debilidad».

Esa llama nunca se ha vuelto a apagar, y fue aquella misma noche cuando empecé a fantasear con la idea de dedicarme profesionalmente a contar historias sobre coches. Más de 20 años después tengo el gran honor de poder dedicarme profesionalmente a escribir sobre motor, y grabar vídeos contando historias sobre estas máquinas que tanto amamos. Cuando comienzo a escribir el guión de un vídeo, o cuando me pongo detrás de la cámara, una parte de Clarkson, May y Hammond me sigue inspirando y alentando. Este sentimiento es común entre los periodistas del motor: la inspiración e influencia que ha tenido Top Gear para nosotros es inmensa.

De Top Gear, el famoso «trío calavera» evolucionó en The Grand Tour y sus grandes especiales anuales de alto presupuesto. Hace apenas unos días se ha publicado el último especial, «One for the Road». Es el último en el sentido pleno de la palabra: no habrá más May, Clarkson, ni Hammond – al menos juntos, y como protagonistas de un programa de motor.

No me atrevo a verlo. Terminaré llorando a moco tendido y sufriré una montaña rusa emocional de campeonato. A estos tres señores británicos – entrados en años, con sobrepeso y problemas con el alcohol – les debo todo.

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