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El carbón, un fósil muy vivo. Análisis de la creciente demanda de uno de los combustibles más contaminantes

Hace entre 280 y 345 millones de años, en el período geológico de la era Paleozoica conocido como Carbonífero, la acumulación subterránea de los restos de vegetales procedentes de los bosques de helechos dio lugar a las más importantes reservas de carbón del mundo.

Tras millones de años descansando en paz, allá por el año 1600 unos escoceses notaron que unas rocas negras ardían en el aire. De su estudio pronto se dedujo que no eran piedras, sino un material fósil altamente combustible. A partir del siglo XVI, bajo el reinado de Isabel I, el carbón se empezó a utilizar como sistema de calefacción en las ciudades. Desde entonces en su extracción no ha habido tregua: el carbón es, aún hoy, un fósil muy vivo.

Tipos de carbón

Al igual que el petróleo y el gas, el carbón está compuesto por residuos orgánicos que se hundieron hace millones de años por el peso de los sedimentos, hasta transformarse finalmente liberando carbono. Sin embargo, a pesar de haber sufrido procesos de formación similares, no todos los carbones son iguales.

De acuerdo con el porcentaje de compuestos volátiles que contienen, se distinguen cuatro tipos básicos de carbón natural, algunos con mayor poder calorífico que otros, parámetro a partir del cual se determinan su valor y sus aplicaciones.

La antracita es el carbón de mayor calidad. Tiene un alto contenido en carbono y escasos componentes volátiles, lo que le confiere un gran poder calorífico al que acompañan unas emisiones bastante reducidas

Turba (50%-60% de carbono; ≈ 4.000 calorías por kg de carbono). Se encuentra en zonas pantanosas, por lo que tiene un alto porcentaje de humedad. La turba constituye la primera etapa en la transformación de la materia vegetal en carbón, apreciándose en ella los vegetales que le dieron origen.

Lignito (60%-75% de carbono; ≈ 6.000 calorías por kg de carbono). Se forma por la compresión de la turba, y en su interior a veces pueden distinguirse estructuras vegetales. Se encuentra en minas a cielo abierto, con los problemas medioambientales que ello supone. Se emplea principalmente en centrales termoeléctricas. No produce coque.

Hulla (45%-85% de carbono; ≈ 8.000 calorías por kg de carbono): La hulla es el siguiente paso en la carrera por la antracita. Se forma por compresión a partir del lignito, y posee unas características como combustible notablemente superiores a las de éste. Suele ser lo que popularmente se conoce como carbón. A nivel industrial se convierte en coque para su uso en la fundición de metales.

Antracita (95% de carbono; ≈ 8.000 calorías por kg de carbono): La antracita es el último paso en la carrera del carbón. Debido a su baja concentración de elementos volátiles, su ignición es dificultosa, produciendo una pequeña llama azulada. Aún así, es el carbón de más alto nivel, al tener un alto poder calorífico y unas reducidas emisiones de contaminantes.

El carbón en la actualidad

Como ya pudimos comprobar en nuestra visita a la sede de Endesa en Madrid, el carbón representa una importante cuota tanto dentro del mix de potencia instalada como del de generación energética de la compañía. No es la única. En total, el mix de generación español (datos proporcionados por REE en su Avance del informe del sistema eléctrico español 2011 correspondientes al 31 de diciembre de 2011) está representado por el carbón en un 12% (12.210 MW), que asciende hasta el 15% cuando hablamos de producción. Esto es: 15 de cada 100 bombillas que se encienden en España lo hacen gracias a este combustible.

La producción energética con carbón se disparó en 2011, duplicando la cifra de 2010 (15% frente al 8.5% respectivamente), lo que supuso un aumento de las emisiones del sector eléctrico del 25% respecto al ejercicio anterior

De este avance se extrae que el porcentaje de potencia instalada correspondiente a centrales térmicas de carbón ha aumentado ligeramente respecto al de 2010, cuando se situaba en el 11,5%. Por su parte, la demanda se ha disparado, duplicando los datos registrados en el ejercicio anterior: del 8,5% de 2010 hasta el 15% de 2011.

Este aumento de la generación con carbón, acompañado de una disminución de la producción de otras fuentes de energía (eólica, hidráulica y nuclear) ha supuesto un más que notable aumento en las emisiones de CO2 del sector eléctrico, que se estiman en 73 millones de toneladas, un 25% más que en 2010.

Si no perteneces a una familia minera, la producción energética basada en el carbón no es la base de tu sustento y no eres un fiel seguidor de Aznar en su lucha por negar la evidente influencia antropogénica en el cambio climático, entonces pensarás que los datos son aterradores.

Una tendencia a la alza a nivel mundial

Desafortunadamente, los datos registrados en España no son una excepción dentro del panorama energético internacional, y que tiemble el medio ambiente si echamos un vistazo al crecimiento de las fuentes energéticas en el periodo entre 2000 y 2010.

Así, analizando el gráfico que aportamos a continuación de estas líneas, correspondiente a una recopilación de datos realizada por la Agencia Internacional de la Energía, observamos que el carbón es, de nuevo, el claro vencedor. Lo siguen el petróleo y el gas, muy por delante de las renovables. Finalmente encontramos las nucleares, cuya popularidad ha caído en picado en los últimos años, y que actualmente se encuentran en una posición difícil, muy alejada del optimismo nuclear que empapaba al sector energético en la década de los 70.

Sin embargo, es digno de valorar que en este mismo periodo la tendencia en España fue a la baja. Este combustible suponía el 26% de la capacidad instalada y el 43,2% de la producción total en régimen ordinario en el año 2000, frente a los datos del 11,5% y el 8,5% que hemos visto con anterioridad correspondientes al ejercicio de 2010.

Por su parte, las renovables no-hidráulicas, alentadas por ingentes partidas de dinero destinadas a subvencionarlas, aumentaron un 10,9% en el mismo periodo: del 1,5% al 12,4%. También crecieron las térmicas de fuel y ciclo combinado, que en el año 2000 tuvieron una contribución del 5,8% al total de la producción bruta en régimen ordinario.

Conclusiones

Con estos datos en la mano, es inevitable pensar que el carbón se está imponiendo de nuevo a un ritmo imparable. El principal exponente de la revolución industrial del siglo XIX, olvidado durante décadas, amenaza con volver a convertirse en la chispa que ilumine al mundo durante el siglo XXI.

Los combustibles fósiles seguirán siendo imprescindibles durante las próximas décadas, y una buena prueba de esto es la dependencia energética que tenemos de ellos. Frente a unas reservas petrolíferas que se agotan a pasos agigantados, parece inevitable centrar la atención en el carbón: sus reservas se calculan en 160 años, y su localización en países desarrollados y en proceso de desarrollo lo hace especialmente interesante a la hora de trazar una estrategia energética nacional.

Además, su explotación es infinitamente más barata que la de las energías renovables. Al menos en términos económicos, porque el coste medioambiental parece impagable. En China, país en el que se abre aproximadamente una central térmica a la semana, ya lo están notando: su producción energética es tan contaminante que la polución del coche eléctrico ya supera a la de los motores de gasolina tradicionales.

Nada excepto una bajada excepcional en el precio de las renovables parece que vaya a revertir esta tendencia. ¿Serán finalmente los sumideros de carbono nuestra única opción contra el calentamiento del planeta?

Fuente: REE: Informes sobre el sector energético español (2000, 2010, 2011) | El rincón energético | «La explotación de los recursos» (Vol. 10, colección Claves de la Ciencia). | La Enciclopedia del Estudiante (Vol. 11, editorial Santillana).
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