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La regla del minuto, el sencillo truco con el que evitarás averías en tu motor turbo

Es muy probable que tu coche tenga un motor turbo en sus entrañas. Desde hace décadas, la práctica totalidad de los motores diésel están sobrealimentados, y lo mismo ocurre con gran parte de los motores de gasolina en la actualidad. Las ventajas son claras: ahorro de combustible a causa del downsizing y mejores prestaciones. Como todo elemento mecánico, los turbocompresores exigen ciertos cuidados y atenciones, especialmente si queremos evitar una avería cara y dolorosa a causa de su rotura. Y por ello, te vamos a explicar la «regla del minuto».

¿Por qué es necesario cuidar el turbo de tu coche?

Antes de explicarte esta sencilla regla, debes entender por qué es necesario tener ciertos cuidados a la hora de usar un coche turbo, especialmente si está entrado en años y/o kilómetros. El turbocompresor está compuesto por dos turbinas unidas por un eje, llamado «carrete». Este eje está bañado en el mismo aceite del motor, y es el encargado de que la turbina gire a más de 200.000 rpm sin ningún tipo de problema. Con los años, los ciclos de calor-frío extremos a los que se somete el turbo acaban generando holguras y desgaste en el eje del turbocompresor.

La palabra clave es fricción, y es la enemiga de tu turbo.

La inevitable fricción generada en el turbocompresor hace que su vida útil no sea infinita, pero con los cuidados correctos, un turbo puede durar perfectamente la vida del coche. Los problemas llegan cuando no tratamos correctamente nuestro motor turbo. Si emprendemos la marcha nada más arrancar el motor, y aceleramos con fuerza, estaremos haciendo funcionar a nuestro turbo con un extra de fricción – el aceite del motor aún no ha bañado adecuadamente sus componentes internos – y sometiéndolo a un fuerte estrés térmico.

Diferencias Twin Scroll Turbo Bmw 02

Si tras una conducción a alta velocidad, o tras una sesión en un tramo de curvas, apagamos de golpe el motor, ocurrirá algo parecido. El aceite que baña el eje del turbo dejará de fluir, y se carbonizará a causa de las altísimas temperaturas que alcanza el propio turbo – cientos y cientos de grados. Esa carbonización dejará depósitos que poco a poco irán provocando un funcionamiento incorrecto del turbo, así como un aumento de las holguras. Estas holguras y este desgaste en el propio eje del turbo son la receta perfecta para una costosísima avería.

Bien cuidado, un turbo debería durar la vida útil del coche.

El coche comenzará a consumir aceite – es uno de los síntomas de un turbo en las últimas – y las vibraciones causadas por las holguras pueden desembocar en una rotura de las hélices de la turbina. Si esa turbina está en el lado de la admisión, acabará en el interior de tu motor causando una rotura catastrófica. En el mejor de los casos, tendrás que reemplazar el turbocompresor o reconstruirlo, una broma que puede alcanzar las cuatro cifras en algunos casos. En resumen, no quieres que el turbocompresor de tu coche se muera, bajo ningún concepto.

La regla del minuto al ralentí

¿A qué viene esto del «minuto»? Lo que te pedimos es lo siguiente. Cuando arranques el coche, manténlo un minuto al ralentí, sin moverte. Es tiempo suficiente para ponerte el cinturón, vaciarte los bolsillos, poner una dirección en el GPS o avisar por WhatsApp a tu madre de que estás en camino. Una vez haya pasado el minuto, emprende la marcha y conduce con suavidad hasta que el coche alcance la temperatura de servicio. De servicio del aceite: es decir unos 15 minutos desde el arranque. Entonces písale con la fuerza que quieras hacerlo.

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La «regla del minuto» aplica a cualquier coche con mecánica turboalimentada.

La «regla del minuto» también aplica a cuando nuestro desplazamiento termina. Es especialmente importante en paradas tras haber sometido al turbo a carga constante, como la subida a un puerto de montaña o una conducción de varias horas por autopista. Aprovecha las maniobras a muy baja velocidad en tu garaje, o ese momento en el que recoges tus pertenencias del coche para que el turbo repose y el aceite refrigere adecuadamente el carrete del turbo, evitándose la carbonización del mismo. Tu coche lo agradecerá, y tu bolsillo, también.

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