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El mayor peligro de la industria del automóvil de Estados Unidos no es Trump, sino la propia industria del automóvil

Vivimos un momento de expectación y, sobre todo, desconfianza ante lo que pueda suceder en Estados Unidos. Sobre todo porque tras la proclamación de Donald Trump como el 45º Presidente de los Estados Unidos el mundo está comprobando con cierto temor cómo no solo parece decidido a cumplir su programa editorial, sino que sus primeras medidas están proponiendo cambios realmente drásticos para la industria y la economía para acelerar el cumplimiento de sus promesas. Medidas que a priori parecían poner en serios aprietos a la industria del automóvil, que a juzgar por decisiones como las tomadas recientemente por Ford y algunas declaraciones que llegan de los responsables de las empresas estadounidenses, parecen haberse transformado en poco menos que una oportunidad para los fabricantes estadounidenses. ¿Pero y si el mayor peligro para la industria del automóvil de Estados Unidos no fuera Trump, sino la propia industria del automóvil de los Estados Unido?

Aunque los fabricantes de Estados Unidos hayan sido objeto de los ataques de Trump, ellos mismos deberían ser los más beneficiados por la política de proteccionismo económico que plantea el 45º Presidente de los Estados Unidos

El discurso proteccionista de Trump y la defensa a ultranza de los trabajos en el país está siendo aprovechado ya por los fabricantes, primero para tomar ventaja de la movilización industrial que plantea Trump. El Presidente de los Estados Unidos ya ha anunciado que habrá aranceles importantes para los coches fabricados en el extranjero, empezando por el abandono del TTP (el Tratado Transpacífico de Cooperación Económica) – ver noticia en The Washington Times – y prosiguiendo con la revisión del NAFTA, el acuerdo con México y Canadá. Trump ya anunciaba que, a cambio, aquellos fabricantes que opten por levantar nuevas fábricas en Estados Unidos y por invertir en proyectos de ampliación de las ya existentes, tendrán todo su apoyo.

De alguna forma estamos ante movimientos que, aunque también afecten a los fabricantes de casa que por la naturaleza global de esta industria producen sus coches en el extranjero, debería beneficiar sobre todo a los grandes de Detroit y situar a sus marcas en una posición de privilegio frente a sus rivales de Japón, Europa, o Corea del Sur.

Las declaraciones de Mark Fields, apuntando que las nuevas normativas anticontaminación podrían tener como consecuencia la pérdida de un millón de empleos en Estados Unidos, solo refuerzan la decisión de Trump de acabar con las medidas que se estaban llevando a cabo para luchar contra el calentamiento global y la contaminación

El gran problema está en que los privilegios para algunos fabricantes solo pueden traducirse en una merma progresiva para su competitividad. Recomiendo la lectura de un artículo de Jalopnik en el que recientemente analizaban el tema con una afirmación que tiene mucho sentido, el proteccionismo solo es bueno si te gustan los coches realmente malos.

Y es que Trump no solo se ha opuesto a la llegada de coches fabricados en Asia, México o Canadá, sino también a los planteamientos sobre contaminación de la Agencia de Protección Medioambiental de los Estados Unidos, la EPA. Tras la orden de Washington de eliminar la web sobre cambio climático de la EPA, silenciar a sus trabajadores para evitar que transmitan su discurso y hablen de medidas en contra de la contaminación y reducir sus fondos (ver Independent.co.uk), está claro que la introducción de nuevas normativas que aboguen por la creación de coches más eficientes y menos contaminantes está en peligro. Y eso solo puede tener una consecuencia, que el menor esfuerzo e inversión de los fabricantes que más se beneficiarán de estas normativas menos exigentes los sitúe en una situación de retraso tecnológico frente a sus rivales de Europa y Asia. Un handicap que podrían acabar arrastrando durante décadas y por un periodo muy superior al que imponen las limitaciones de mandatos de la Presidencia de los Estados Unidos.

Y la industria del automóvil, lejos de calmar a Trump, ha comenzado a apoyar sus hipótesis de que las normativas medioambientales únicamente destruyen empleos. Y es que, si bien es cierto Mary Barra (CEO de General Motors) y Sergio Marchionne (Fiat Chrysler Automobiles) no habrían solicitado dar un paso atrás en normativa medioambiental, y sí buscar un modelo que refleje mejor la realidad del mercado y una normativa unificada, mensajes como el de Mark Fields (CEO de Ford), solo contribuyen a reforzar la posición de Trump.

Tras el desayuno celebrado la semana pasada en la Casa Blanca entre Trump y los principales responsables de los Tres de Detroit, el propio Mark Fields habría declarado que las normativas anticontaminación de la EPA podrían acabar con un millón de empleos (Bloomberg).

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