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Por qué las emisiones de los coches nuevos aumentan si cada vez se venden menos diésel

Estos días os contábamos un caso realmente curioso y que, por cierto, se viene dando a lo largo de los últimos meses. La crisis de los diésel está disparando las emisiones medias de CO2 los coches matriculados en España. Las ventas de los diésel siguen cayendo, mes a mes. En noviembre se llegaron a matricular dos coches de gasolina por cada diésel, cifras que hace tan solo unos años hubieran sido impensables, cuando los diésel eran la opción mayoritaria del mercado. Pero, por otro lado, las emisiones medias de CO2 entre enero y noviembre de 2018 han aumentado un 1,82% interanual, con respecto a 2017. ¿Pero por qué las emisiones de los coches nuevos aumentan si cada vez se venden menos diésel?

Las emisiones de NOx, el problema de los diésel antiguos

Lo primero que hemos de entender es la naturaleza de las emisiones que generan nuestros coches. Las emisiones que pusieron en tela de juicio al diésel fueron precisamente las de los NOx. Los diésel más antiguos emitían grandes cantidades de NOx, superiores a los coches de gasolina equivalentes, algo que por suerte en los diésel más modernos se ha mitigado. Las emisiones de NOx homologadas son también las que Volkswagen reconoció haber manipulado en los procesos de certificación.

Las altas concentraciones de NOx en el aire son también las que están generando los últimos episodios de alta contaminación, que en última instancia han llevado a restricciones al tráfico, en ciudades como Madrid. Y esa contaminación ha sido asociada a graves problemas de salud.

Las emisiones de NOx son las que pusieron en tela de juicio al diésel, el gran problema de los diésel más antiguos y la causa de algunos episodios de alta contaminación en ciudades como Madrid

Los diésel emiten menos CO2, causante del calentamiento global

Por otro lado tenemos otro problema. Si por algo brillan los diésel es por su bajo consumo de combustible que, en última instancia, se traduce en unas emisiones más bajas de CO2, durante su utilización, con respecto a coches de gasolina equivalentes. Si la cuota del diésel se desploma, las emisiones de CO2 se disparan. Y eso supone un gran problema para nuestros gobernantes, y para los fabricantes de automóviles. Recordemos que acuerdos como los firmados en la Cumbre de París, y los suscritos en el marco de la Unión Europea, implican una reducción de emisiones de CO2 importante en los próximos años, que entre 2040 y 2050 podría llegar a ser total, al menos para el sector del transporte por carretera.

A diferencia del NOx, el CO2 no provoca alertas por episodios de alta contaminación en las ciudades españolas, ni restricciones al tráfico. Pero el CO2 es un gas de efecto invernadero y uno de los principales causantes de lo que los científicos denominan como calentamiento global, el cambio climático que está generando la actividad humana y que amenaza con provocar grandes trastornos en las próximas décadas, ya no solo a nivel medioambiental, sino también económico y social.

Los diésel sí contribuyen a que las emisiones de CO2 en el uso de los automóviles se reduzcan

Eso nos lleva hacia un dilema que no debería ser tal. Los diésel modernos ya no generan unas emisiones tan elevadas de NOx, de manera que la generalización, los ataques injustificados contra el gasóleo, no tienen ningún rigor, salvo que nos refiramos a los diésel más antiguos que sí es cierto son altamente contaminantes. La alternativa, la gasolina, a largo plazo tampoco es viable, por sus emisiones de CO2.

Lo único que nos quedaría serían soluciones que, como el coche eléctrico, ya sea a baterías, o pila de combustible, emitan cero emisiones locales y, sobre todo, se alimente de energía generada por renovables. Y mucho nos tememos que esta solución es inviable en el corto plazo y tremendamente costosa, para el país que ha de transformar el modelo de producción energética y dotar al ciudadano de la infraestructura, para la industria que ha de desarrollar los automóviles y, en última instancia, para el conductor. De manera que la transición del coche de combustión interna al coche eléctrico culminará en varias décadas.

Y eso nos deja de nuevo con el dilema. ¿Qué nos preocupan más, las emisiones que ya tienen como consecuencia graves enfermedades en nuestras ciudades, o las que amenazan con generar enormes problemas que, más allá de lo medioambiental, afectarán a la economía y las sociedades del futuro?

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