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La historia del primer coche en pisar la Antártida, un incombustible Volkswagen Beetle rojo

En diciembre de 2021, se cumplirán 110 años de la llegada de Roald Admundsen al Polo Sur. Lo hicieron con trineos tirados por perros, tras el fallido intento de Scott de alcanzar el punto más septentrional del planeta con medios motorizados. Décadas después comenzó la exploración antártica y la instalación de bases permanentes de investigación científica. Aunque los medios mecánicos eran comunes, aquellos vehículos oruga eran más parecidos a un carro de combate que a un coche. No sería hasta el año 1963 que llegaría el primer coche a la Antártida. Un sencillo Volkswagen Beetle del que hoy os queremos contar su historia.

Hasta entonces, todos los intentos de operar coches en la Antártida no habían tenido éxito.

Realmente, este Volkswagen Beetle rojo no fue el primer coche en llegar a la Antártida. A principios del siglo XX desembarcaron en la Antártida un Arrol-Johnston de 1907 – parte de la expedición de Sir Henry Shackleton – y un Austin 7 del año 1927. Ambos fueron máquinas inútiles: el Arrol-Johnston apenas tenía potencia para moverse y se averiaba constantemente; el Austin 7 no tenía carrocería y sufría problemas mecánicos similares. Aquél Austin tenía ocho ruedas y cadenas metálicas para poder moverse por la nieve y el hielo.

El destino de aquél Austin fue incierto. La realidad es que hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX no volvieron a llegar coches a la Antártida. El día a día estaba compuesto de trineos tirados por perros y trineos motorizados, con orugas como medio de propulsión. En 1962, el señor Roy McMahon fue elegido director de una expedición de un año por la Australian National Antarctic Research Expedition (ANARE). El australiano pasaría un año en la Mawson Station, fundada años atrás por el gobierno australiano.

Fue apodado «Red Terror» por un grupo de científicos de la base Dawson, perteneciente al gobierno australiano.

McMahon decidió ahorrar costes para su expedición. Acudió a Volkswagen of Australia, y les pidió que le regalasen un Beetle. Volkswagen había establecido pocos años antes una fábrica en Australia, y estaba embarcada en una fortísima campaña de márketing y relaciones públicas para abrirse hueco en el mercado local. Decidieron que un Escarabajo en la Antártida sería una suprema maniobra de márketing, de reputación global. Así que permitieron que McMahon eligiera un Beetle de la cadena de montaje, un Beetle de color rojo cereza.

El coche fue equipado con las modificaciones instaladas en coches destinados al norte de Europa, se le instalaron neumáticos de clavos y una cubierta especial para la rejilla de aireación trasera. Volkswagen también entregó a la expedición 300 metros de película en la que relatar sus aventuras, así como multitud de repuestos, en caso de que hubiera problemas mecánicos – prácticamente asegurados en un clima tan extremo. Tras apenas unos cientos de millas de rodaje embarcó en el rompehielos Nella Dan, para un viaje de tres meses.

Para lubricar el motor necesitaba un aceite de bajísima viscosidad, comparable a la del queroseno.

Al llegar a la Antártida fue identificado con una placa de matrícula, en la que se leía un simple «Antarctica 1». Como era un coche refrigerado por aire, no tenía radiador, ni fluido en su interior a congelar. Con un aceite de bajísima viscosidad, el Volkswagen Escarabajo funcionaba sin problema en el clima extremo de la Antártida, llegando a arrancar sin problemas a temperaturas de hasta -38 grados Celsius. Además del frío extremo, la Antártida también es famosa por sus tormentas heladas, con vientos de hasta 200 km/h.

En varias ocasiones, al abrir las puertas, el viento las empujaba más allá de sus topes, doblándolas contra los tapacubos delanteros. Las condiciones en las que el coche debía circular estaban lejos de ser idóneas, y de hecho, la superficie irregular del hielo y las rocas de la base provocaron que el chasis se agrietase, en la zona donde se anclaban los brazos de suspensión delanteros. Una reparación sencilla y poco problemática. Por lo demás, el coche mantuvo una completa fiabilidad. Sólo había que ponerle gasolina.

Durante poco más de un año, «Red Terror» recorrió la friolera de 24.000 durísimos kilómetros.

El trabajo del coche era muy variado. Esta navaja suiza con ruedas en ocasiones recogía a pasajeros del cercano aeródromo Rumdoodle, o incluso llevaba a científicos y personal de la base a zonas lejanas para realizar mediciones en el hielo. También era usado con fines recreativos al fin de la jornada laboral. Su reparto de pesos y su ligereza le hacían imbatible sobre el hielo, en el que apenas quedaba atascado. En su año y medio en la Antártida, el «Red Terror» recorrió la friolera de 24.000 durísimos kilómetros.

Podría parecer poca distancia, pero debemos tener en cuenta que la distancia más larga recorrida en un sólo viaje por el coche fue de 19 kilómetros. 19 kilómetros para los que Red Terror demoraba 50 minutos. Haceos a la idea de las condiciones de la ruta y la velocidad media del vehículo. Cuando el mar se congelaba, «Red Terror» no tenía problemas en imitar a un barco y rodar por el hielo, para algarabía de los científicos de Mawson. Tras año y medio, el Volkswagen debía retornar a Australia, a su propietario, la marca.

Tras un año en la Antártida, ganó el BP Rally de 1964, 3.200 km de intenso calor en el Outback australiano.

Ni cortos ni perezosos, lo matricularon en el BP Rally del año 1964, resultando vencedor de su categoría, tras 3.200 duros kilómetros por el Outback australiano. En el mismo año 1964, un segundo Volkswagen Beetle de color rojo fue enviado a Dawson por parte de Volkswagen, cumpliendo un servicio aún más largo: permanecería en la Antártida hasta el año 1967, cuando cayó al mar con dos ocupantes en su interior. Una pieza de hielo cedió al borde de un glaciar. Por fortuna, sus dos ocupantes salieron ilesos del incidente.

El destino de «Antarctica 1» es completamente incierto. Tras su victoria en el BP Rally desapareció del radar, y nunca más se supo de él. Una verdadera pena. En 2002 un grupo de entusiastas australianos trató de encontrar su paradero, sin éxito alguno. Sea como fuere, su historia es de lo más interesante y hemos querido rescatarla en Diariomotor. Sin duda, marcó un antes y un después en el transporte terrestre de la Antártida, un continente donde ha sido uno de los pocos coches de producción en circular.

Fuente: Jalopnik | VW-Resource | Volkswagen Australia

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