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La otra historia de la épica victoria del McLaren F1 GTR en las 24 Horas de Le Mans de 1995

Un cuarto de siglo de toda una gesta. Muchos todavía recuerdan con emoción lo que se vivió el 18 de junio de 1998 en el Circuito de La Sarthe. McLaren acababa de ganar en su primer intento las 24 Horas de Le Mans. El F1 se había convertido en un coche icónico no solo en la calle, sino que también había pasado a la historia de la competición. Para ello, los pilotos tuvieron que fiarse al máximo del genio de Gordon Murray. Ya no solo debía ser el coche de producción más veloz de la época, sino que también debía convertirse en un coche capaz de ganar carreras de resistencia.

Todo se le debía a la genial idea del gentleman driver Ray Bellm, el cual pidió a Ron Dennis que hiciera una versión de carreras del McLaren F1 después de su presentación en 1992. El británico, todo un genio de las finanzas aceptó a cambio de que Ray encontrara otros tres compradores para otras tantas unidades de competición con las que justificar los costes de desarrollo que supondrían un programa como este. Solo unos meses más tarde, un McLaren, el menos glamuroso (especialmente frente a los vestidos por Gulf West o los almacenes Harrods), el de la Clínia Ueno, vencía en las 24 Horas de Le Mans de 1995.

El coche me pareció bastante pesado. Estaba rodando y la precisión del control de la caja de cambios dejaba mucho que desear. En resumen, estaba bastante decepcionado. Por otro lado, me sorprendió gratamente el motor, que tenía un par fenomenal y un sonido excepcional. Presente, Gordon Murray le ofrece un contrato con su compañero de equipo JJ Lehto, su compañero de equipo en DTM, y un piloto japonés (Masanori Sekiya) que llevaría consigo un patrocinador. «Respondo enumerando los puntos que me sorprenden y en los que deberíamos trabajar, luego pido hablar de eso después de una segunda sesión de prueba – Yannick Dalmas a AUTOHebdo

El GTR hizo toda una declaración de intenciones desde el primer momento. Ganó sus primeras seis carreras en la Serie BPR GT. Quedaba el premio grande. La victoria soñada por todos y por ello se echó el resto. De los nueve McLaren F1 GTR construidos en 1995, seis unidades compitieron en las 24 Horas de Le Mans. No era el coche más potente, ni tan siquiera era el favorito (el tiempo en clasificación fue de 3’57»18, a 11 segundos de la pole), pero el superdeportivo británico fue capaz de sacar todo el partido a las condiciones húmedas de aquel fin de semana y poner a JJ Lehto, Yannick Dalmas y Masanori Sekiya en disposición de pelear la victoria.

Precisamente fue Lehto el que dio una de esas exhibiciones nocturnas que se recuerdan con el paso de los años. Como buen finés, no se amilanó a la hora de conducir de noche bajo la lluvia, hasta tal punto que los tiempos caían y las diferencias respecto a sus rivales llegaban a crecer hasta en 10 segundos por vuelta. El McLaren F1 GTR había llegado a Le Mans en su primer año de producción y se había hecho con la clásica francesa, con un coche con muy pocas modificaciones y con las restricciones en el motor V12 BMW S70 de 6.1 litros para establecerlo en unos ‘modestos’ 600 CV respecto a los 640 CV que tenía el de serie.

No solo se había anotado la victoria, sino que cuatro de las unidades inscritas terminaron entre los cinco primeros. Aun así, los propios protagonistas reconocían que sin las lluvia, las 298 vueltas completadas por el McLaren no hubieran sido suficientes para ganar. Un GT1 se había aliado con el líquido elemento para batir a los World Sports Cars.

El mejor WSC clasificado, el Courage de Mario Andretti había conseguido remontar en las últimas horas hasta quedarse a solo una vuelta. Habían perdido cinco vueltas después de que el estadounidense golpeara las protecciones cuando trataba de adelantar en las Porsche. Esos 29 minutos perdidos que parecían losa demasiado grande se quedaron prácticamente en nada. Una hora más y el McLaren hubiera sido una presa fácil. Los basaron todo en la regularidad, la fiabilidad y el saber hacer de Dalmas, la velocidad de Lehto y la humildad de Masanori, los cuales habían pedido a los ingenieros que lubricaran en exceso la caja de cambios, el verdadero talón de Aquiles del McLaren F1 GTR ganador especialmente cuando había temperaturas relativamente altas.

En una carrera como esta, los problemas se suceden y al final gana el que mejor los sortea o los afronta. Ahora es el momento de pensar que esto puede ser incluso un quebradero de cabeza mayor cuando haces un coche prácticamente derivado de la serie (por muy superdeportivo que sea) al que apenas has hecho unas modificaciones en cuanto a suspensiones frenos y kit aerodinámico.

Por si fuera poco, el motor BMW empleado en los entrenamientos se saltó una o dos marchas, lo que llevó a que se sobrerevolucionara y algún pistón terminara tocando las válvulas. Había que cambiar el motor durante la jornada del viernes empleando uno de los dos propulsores que disponía el fabricante germano (el otro se rompió cuando BMW lo hizo girar durante dos horas para estudiar el problema), el nuevo, lo que obligó incluso a hacer un pequeño shakedown en el aeropuerto cercano en torno a la medianoche para asegurarse de que todo estaba bien de cara al comienzo de la carrera.

Pero lograron resistir y se llevaron la victoria en una prueba repleta de accidentes, con hasta 25 abandonos y con unas condiciones completamente dantescas, hasta tal punto que el hijo de Derek Bell, Justin, decidió bajarse del coche cuando apenas había realizado 40 minutos de su stint nocturno. La mirada atemorizada del joven de 23 años antes de subir al coche mientras le pedía a su padre consejos de última hora ya hacían presagiar que era necesario una gran confianza y experiencia como para poder exprimir el F1 GTR en medio de la lluvia torrencial. Un trompo fue suficiente para terminar de socavar la moral del joven piloto, el cual se redimiría horas después, ya con el amanecer y con el asfalto más seco. Llegaron a liderar la carrera, pero ese día, la gloria estaba reservada para el McLaren F1 GTR con el dorsal 59.

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