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Presidentes de la FIA: Hadelin de Liedekerke Beaufort

El cuarto presidente de la FIA fue elegido en una votación reñida en 1958 y decidió mantener el camino marcado por sus tres predecesores. El conde Hadelin de Liedekerke Beaufort mostró un perfil parecido al de De Vogüé y Rohan-Chabot: de familia noble, nombre de fusión parecida al hombre al que sucedió en el cargo, y participante en la Primera Guerra Mundial gracias a la cual recibió la Legión de Honor que ya obtuvo De Vogüé.

La familia Liedekerke encuentra su primera mención oficial en 1301, tras la firma de un tratado en la ciudad flamenca de Herzele. Alguaciles, alcaldes, sacerdotes y políticos formaron el vínculo familiar. También combatientes en guerras, siendo el más importante de ellos Steven van Liedekerke, oficial al servicio de los Habsburgo cuando esa dinastía mandó en los actuales Países Bajos y que libró varias batallas contra Francia a principios del siglo XV. Los Liedekerke perdieron su calificación de nobles en 1795, cuando la República de los Países Bajos fue anexionada por la Francia de Napoleón I. El célebre conquistador dejó sus posesiones en la zona en 1815, no sin antes instaurar una monarquía que sigue en la actualidad.

El linaje Liedekerke se recuperó y redistribuyó con el regreso de la monarquía a través de los cuatro hijos de Jacques-Ignace de Liedekerke, barón de Celles y alcalde de Maastricht. Gérard fue el único hijo que el barón tuvo con Anne de Méan, baronesa de Pailhe, mientras que Hilarion, Charles y Hyacinthe fueron fruto de la relación con Marie-Robertine de Beaufort. El conde Hilarion ejerció de miembro del Senado y mariscal de la corte real y es quien marca la descendencia hasta el cuarto presidente de la FIA.

Hadelin de Liedekerke Beaufort nació en París en 1887 y pasó su vida vinculado al mundo del automóvil, como demuestra el hecho de ser el último presidente conjunto de la FIA y el ACF. El conde franco-belga estuvo 23 años como presidente del club francés pero tan solo cinco al frente de la Federación Internacional, cuyo mandato se vio con la dificultad añadida de admitir a las diferentes asociaciones de la Europa comunista que pedían acceso en el organismo mundial. Liedekerke Beaufort dejó la presidencia de forma calmada en 1963, aunque mantuvo su cargo en el ACF hasta 1971, tres años antes de su muerte.

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