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¿Qué ocurre cuando las bestias 4x4 del Trofeo Andros deciden abandonar el hielo? [Vídeos]

Llegamos a final de los calendarios internacionales y mientras muchos campeonatos ya miran al 2019 con cierta impaciencia, el Trofeo Andros empieza a prepararse para una temporada que tendrá un sabor especial. No será un año cualquiera. Las series de carreras sobre hielo y nieve cumple su 30º aniversario y por ello tendrá un broche excepcional, en este caso con un regreso al Stade de France el próximo 9 de febrero, un fin de semana para recordar mientras los responsables siguen evaluando la opción de que los vehículos alimentados por baterías terminen o no de desterrar a los prototipos propulsados por un motor térmico.

Estos vehículos han sido durante años todo un referente en condiciones deslizantes. El Andros nos ha demostrado durante años cómo hacer vehículos de competición de tracción total y dos ejes directrices. Su peculiar configuración ideada para volar sobre el hielo lleva incluso a sus constructores a instalar limpiaparabrisas en las ventanillas laterales ya que es derrapando como estos coches pasan la mayor parte del tiempo en carrera. Sin embargo, muchos se preguntarán: “¿De que serían capaces estas bestias de chasis tubulares cuando el hielo se derrite y deja paso a la tierra o el asfalto?” Hoy es el día de satisfacer vuestra curiosidad.

Vamos primero a remontarnos al pasado, concretamente a la época en la que los Fórmula Rally se convirtieron en el complemento perfecto para llevar a los protagonistas del Mundial de Rallyes a las grandes ciudades aprovechando que en esos momentos los tramos espectáculo todavía no estaban instaurados en el formato de las pruebas. Oviedo acogió durante una década algunas de las ediciones más exitosas, entre ellas la que nos ocupa hoy, la de 1997, en la que entre otros pilotos del WRC y maquinaría de primer nivel nos encontrábamos con un nombre conocido, el de Markku Alén, en este caso al volante de un Opel Tigra traído directamente del Trofeo Andros.

El coche, que fue una idea de Gerard Dillmann sería finalmente retocado por Snobeck, luciendo los colores oficiales de Opel, la cual decidía apostar por el coupé de pequeñas dimensiones en lugar del Opel Astra. Fueron años de duras batallas frente a Yvan Muller, este al volante del BMW-Oreca, sin embargo, el francés se uniría al equipo para la temporada 1997-98, año en el que además se convertiría en campeón. Alén precisamente disputó aquel Fórmula Rally de Oviedo 1997 con el Tigra (también Danny Snobeck estuvo presente), terminando segundo por detrás del Ford Escort WRC de Carlos Sainz. Era un modelo excepcional, con chasis tubular, motor V6 de 3.0 litros atmosférico en posición central, caja de cambios secuencial firmada por X-Trac y casi 400 CV de potencia para penas 950 kilogramos. La destreza de Alén para hacer bailar al Tigra en esas condiciones dejó a más de uno boquiabierto y permitió incluso comprobar el potencial de un proto de estas características frente a los World Rally Cars.

Veinte años después, la historia se repetía… Es cierto que se añoran los famosos Fórmula Rally en el que veíamos a los pilotos del Mundial desfogarse entre pruebas y que además servían para promocionar para el deporte, sin embargo, hubo otra oportunidad de ver a un coche del Trofeo Andros fuera de su elemento habitual. En este caso se trataba del Peugeot 3008 de Benjamin Riviére, cuya carrocería fue incluso diseñada por el centro de diseño de Peugeot después de que Carlos Tavares diera su visto bueno al proyecto de Sylvain Pussier. Al igual que el Tigra, bajo el capó podemos encontrarnos con un V6 de 3.0 litros, aunque en este caso con 340 CV que empujan unos 1.030 kg de peso total del conjunto. A pesar de que le tocaba compartir protagonismo con Ari Vatanen, Romain Dumas, Guy Frequelin o Sébastien Loeb, este 3008 fue capaz de enamorar a todos con su espectacular sonido y sus largas derrapadas en el reciente Montée des Légendes 2018.

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Iván Fernández

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