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¡Ford Mustang GT a prueba! Con el V8 a Portugal: Cascais, Lisboa, Setúbal... y más de 400 CV

Lisboa de nuevo en el horizonte, escrito en el destino final de nuestro navegador. Son poco más de las 10 de la mañana y el cuerpo de nuestro Ford Mustang se tambalea al son de los latidos de su V8, de 5 litros, de 421 caballos, pidiéndonos de nuevo que hundamos el pie en el pedal derecho, que inundemos el habitáculo con el ronco relinche de su mecánica y que pasemos por nuestra gasolinera de confianza a echar el pasto que se merece semejante montura. Se avecina un buen puñado de kilómetros, una nueva aventura en la tierra, aún afortunadamente tan desconocida, de nuestros vecinos y nuestro compañero de viaje es todo un Ford Mustang GT, de azulado pelaje, de noble paso y gran porte. La carretera nos espera.

De Cascais a Setúbal:

Como hicimos con el Audi R8 LMX, como hicimos con el Volkswagen Beetle Cabrio, Portugal y sus espectaculares carreteras se han convertido en nuestro destino, en nuestro territorio de pruebas, en el cuadrilátero escogido para medirnos con el Mustang, yendo en esta ocasión de un parque natural a otro, desde Cascais al Parque Natural da Arrábida, cayendo rendidos de nuevo ante la majestuosa cara del Atlántico, ante las bulliciosas calles de maltrechos azulejos del corazón de Lisboa y la moderna vista del Tejo que nos ofrece el Parque de Las Naciones.

Icónico, con una silueta convertida en historia bien viva que trasciende más allá del motor para convertirse en símbolo de una nación, en una pieza pop, no puedo parar de mirar sus formas mientras lleno el depósito, incluso cuando me dispongo a colgar erráticamente la manguera en el surtidor tras el primer “clack”.

No cabe la menor duda de que es un producto único, con una relación precio/experiencia que difícilmente pueden igualar coches como el Audi A5, el Mercedes Clase C o el BMW Serie 4 y no porque sea mejor, sino por lo que supone recorrer cada kilómetro con un Mustang como este, por lo especial que se torna cada pequeño trayecto y la cantidad de matices que es capaz de imprimir en un viaje.

El ronroneo constante del V8 define la banda sonora del viaje, marca el tiempo de un discurrir que rápidamente nos lleva hasta la frontera que separa a España y Portugal, introducida por un par de carteles y los ajados edificios que delimitaban el tránsito entre ambos territorios. Hasta el momento el Mustang se ha comportado realmente bien, devorando los primeros centenares de kilómetros por autovía con un grato nivel de confort y transmitiéndome la sensación de que si bien el entorno que me rodea, sentado en su habitáculo, no es tan refinado como el de los europeos a los que se enfrenta no está tan mal resuelto como en muchas ocasiones se cree, algo que podemos trasladar también a la calidad percibida en su rodar. Está, de hecho, muy bien insonorizado.

De espectacular porte el Ford Mustang agrada además con un bien insonorizado habitáculo

Efectivamente, su salpicadero no tiene la calidad de ajustes del Audi A5, ni su sistema multimedia está tan evolucionado ni cuenta con la cuidada interfaz del BMW Serie 4, tampoco nos encontramos con las florituras de diseño del Mercedes Clase C Coupé (que dicho sea de paso no goza de ajustes ni calidades de materiales que puedan servir de referencia) pero en líneas generales las calidad percibida es buena, abundan los materiales blandos aunque no del todo refinados, no hay crujidos, el sistema multimedia cumple con soltura desde la sencillez y los asientos Recaro nos recogen ofreciendo a partes iguales confort, un buen agarre en conducción deportiva y una atractiva estética.

El caballo galopando sobre el volante nos recuerda el pura sangre sobre el que cabalgamos y un “Since…” en el lado del copiloto nos sumerge aún más en el trozo de historia del motor en el que estamos. Siento como si el coche me pidiera una larga galopada, recorrer el país, recorrer Europa… es tan cómodo atravesar las largas y desiertas rectas del interior de Portugal en el Mustang… es un devorador nato de kilómetros, con la salvedad, como estarás imaginando, del combustible que ingiere…

Un granero destartalado, lleno de maquinaria oxidada, de viejos bidones, nos sirve para lanzar la primera foto de este viaje, a sólo unos pocos kilómetros de la frontera ya traspasada con España y ya cercanos al medio día.

Evora es nuestro primer destino en nuestro nuevo periplo hasta Lisboa. Aquí comeremos y aprovecharemos sus blancas casas, sus murallas, sus empedradas calles, para seguir dándole forma a la sesión de fotos. Antes, alejados ya de la autopista, nos esperan esas características carreteras secundarias, que atraviesan vastas extensiones de pastos, de plantaciones de cereal, con hileras de anchos árboles a sus lados. El cielo adquiere un tenue matiz gris, nuestro Mustang reposa a las puertas del Teatro Garcia de Rezende rompiendo con ese bonito azul la blanca tranquilidad del pueblo y una pequeña mesa de una pizzería terminamos de programar nuestros siguientes pasos, de crear una especie de agenda sobre la tarde, sobre la noche, que nos espera.

El Ford Mustang está preparado para tragarse más y más kilómetros y en curvas rompe con los estereotipos:

Juego, mientras esperamos el café, con el configurador de Ford, con un Ford Mustang GT azul como el que nos acompaña, como el que me compraría y pienso, de nuevo, lo especial que es este coche como producto. Un Ford Mustang GT tiene un precio de partida de 46.950 euros, 7.000 euros más que la versión EcoBoost y nos ofrece un V8 de 421 caballos (al eje trasero) maridando una espectacular imagen, buenos detalles, una dinámica que dista y mucho de los clichés que hay alrededor de este tipo de coches… y acudo seguidamente al configurador del Audi A5 y veo que por unos 52.000 euros tendría uno equipado con un 2.0 TFSI de 252 caballos, S Tronic y tracción quattro. Y voy al configurador del BMW Serie 4 y veo que por 46.450 euros tendría un BMW 420i Coupé con 252 caballos… Elegantes, más sofisticados sí… pero claro, no hay color si tenemos en cuenta la experiencia de uso que envuelve al americano

Esa caída del techo, ese nervado capó que parece no tener fin, el músculo que recorre su perfil, su agresiva mirada, ese splitter rematando el paragolpes delantero, esos frenos Brembo que se encargan de recordarnos que estamos ante la versión GT…

Vuelta a la acción, vuelta al coche y con él a la carretera, a la carrera, a la pelea con el reloj, con las horas de luz y el cansancio. Enfilamos otra vez una carretera secundaria, dejamos en el retrovisor Evora y Lisboa parece estar ya a tiro de piedra.

Bulliciosa, acalorada y plagada de turistas, agolpados en filas en sus estrechas calles empedradas, tirados a orillas del Tajo, nos recibe Lisboa. Nuestro roadtrip no contemplaba preparar fotos en el centro de la capital pero la presteza en el primer tramo del viaje nos da un par de horas de tregua hasta que la mejor luz del día nos obligue a poner rumbo a Cascais. Inevitable, lidiando con la ciudad para conseguir una buena foto con un coche que poco o nada pasa desapercibido, no acordarse de aquel viaje con el Audi R8 LMX…

En ciudad el Ford Mustang se siente algo penalizado por su tamaño

Reconozco que en estas circunstancias el Ford Mustang se vuelve mucho menos amable, por sus dimensiones, por la dificultad de encauzar ese frontal entre los coches aparcados y los amenazadores bordillos y bolardos. Sus suspensiones siguen sintiéndose cómodas, como su dirección y la suave y progresiva entrega de potencia del V8 durante los primeros compases del cuentarrevoluciones, pero más allá de las grandes avenidas el tamaño del Ford Mustang se vuelve un ligero contratiempo al que tendrás que sumar, siempre que seas alguien que goce de la discreción, el hecho de ser observado por el grueso de los viandantes.

Amo Lisboa. Tan cercana, tan viva, esas fachadas, la presencia del Tajo, las líneas del tranvía, su caos.

Lisboa aún nos reserva un segundo envite, con el Parque de Las Naciones como escenario. Ahora toca acudir raudos a esa muralla con la costa que es la N6 y desde ella, por fortuna despejada, hasta Cascais.

Lo que no luce tan despejado es el cielo de Cascais. La luz de la ciudad ha dejado paso a una repentina bruma gris que se ha apoderado del cielo y que nos hace plantearnos que pasará con el sol del atardecer. Con la compañía ahora del Atlántico, con las olas golpeando las piedras, la solitaria carretera sólo atravesada por surfistas. El azul del Mustang rompe la niebla, rompe de nuevo con el escenario donde nos encontramos, con el tono oscuro del mar agitado, con la fina arena de las dunas que nos rodean…

Rodando rápido no se siente tan sofisticado como la competencia alemana… pero a cambio la experiencia de conducción es mucho más especial:

Y reconozco que este Mustang me está gustando. Y mucho. Por su estampa, por como va. ¿Qué como va? Veamos…

El gran protagonista en la dinámica del Mustang es su V8, de 421 caballos, de 530 Nm. Un V8 que, recordemos, es atmosférico y es enorme, tiene 5 litros de cubicaje y abres el capó y efectivamente, es enorme y aceleras, con el coche parado, sin insertar una marcha y sí, se siente enorme, tambalea el coche, tintinea el volante. Intenta arrebatarle el protagonismo a su diseño, se encarga de proferirle una personalidad brutal.

De suave entrega hasta sobrepasar las 4.000 vueltas (lo que no quiere decir que no ponga suficiente potencia a nuestra disposición por debajo de este régimen), donde se torna más enérgico, contundente, con temperamento y todo ello bañado por un tono grave muy natural, sin excesos, que no cesa, esta mecánica te sirve en bandeja un trocito de ese automovilismo que desgraciadamente ya no volveremos a experimentar, auténtico, pasional, carismático, sin tener que hacer apología a la eficiencia en cada tornillo.

Rápidamente estaremos sobrepasando los límites legales de la vía y todo ello contando además con el encanto adicional de una transmisión manual, de tacto duro y buen recorrido, de cortas transiciones, dispuesta a hacernos escalar, bordando esa clásica percepción, en el cuentarrevoluciones para disponer de ese apasionado pisar, que nos impulsa desde el eje posterior al siguiente viraje. Parecen no tener fin las marchas.

El par es generoso también en la parte inferior pero reconozco que no es hasta sobrepasar la mencionada barrera cuando se siente que efectivamente estamos ante un coche de más de 400 caballos, los turbos, los motores “apretados”, nos están mal acostumbrando…

Hasta medio régimen la entrega de potencia del V8 es buena pero suave, después se desata:

Bien insonorizado y confortable, haciéndonos pensar automáticamente, como bien mentaba antes, en grandes viajes por las rectas de su país natal, el Mustang GT nos sorprende en curva con un buen resultado y digo “sorprende” porque en nuestra cabeza, en el ideario popular, habían insertado el equivocado concepto de que iba a ser torpón y aunque no nos ofrece un viraje tan sofisticado como el de las alternativas europeas, con ciertas inercias desde el frente y la falta de cierta información de lo que está ocurriendo en nuestras manos, el Mustang lo soluciona proponiéndonos redondear la curva con la zaga mientras cortamos el vértice al compás de nuestro pie derecho y de nuevo la experiencia de conducción tan única suavizará cualquier matiz regular.

Los frenos Brembo trabajan realmente bien, son muy eficaces y sin duda alguna la principal pega de su dinámica radica en su consumo, que coqueteará con los 13 l/100 km en condiciones normales.

Quédate con el concepto de que no va a ser tan fino como lo que te van a ofrecer los coupés europeos, pero ofrece a cambio una relación caballo/euro difícilmente combatible y sobre todo la sensación de que estamos conduciendo algo realmente especial. En mi mente, de nuevo, la idea de que estoy ante un gran producto, ante una compra que justifica en cada metro, en cada golpe de vista, en cada caricia al acelerador, en cada mirada, cada euro invertido.

Praia do Guincho. Desierta y con unos últimos y tenues rayos de sol peleando entre la bruma, ahora aún más densa, nos acompaña en las últimas fotos del día bajo la luz del sol. Una pasada por aquí, deja el coche allá, gira la rueda, pisa el freno, vamos a repetir aquella foto, vamos a probar esta otra… y con la noche, unos minutos de tranquilidad. Ya no hay que luchar contra luz, sólo nos queda pelear con el cansancio y esa tranquilidad nos permite bajar a la orilla y despejar la cabeza con el agua del atlántico antes de volver a sentarnos en los Recaro, antes de volver a Lisboa.

Las plazas traseras pueden albergar a un adulto para trayectos urbanos sin demasiado problema:

El silencio de la noche, el silencio del viaje y la oscuridad de la carretera. Juego con los diferentes colores disponibles para la iluminación ambiental mientras que infructuosamente buscamos algo para cenar en una Cascais y en una Estoril totalmente cubiertas por la niebla. Llenamos el depósito de gasolina a los pies del casino de Estoril bajo el estruendo de un cercano y viejo tren y seguimos nuestro paso. Tenemos localizado un puente en la Avenida Infante Dom Henrique perfecto para un par de fotos nocturnas, pero antes necesitamos de una ducha y un par de hamburguesas rápidas. El hotel, la madrugada, nos pide que abracemos ya la cama…

Tras la ventana de nuestra habitación en la cuarta planta las Jacarandas enmarcan al Mustang. El lila de sus flores contrasta con el azul de nuestro caballo y llenan la acera y los coches con los que comparte aparcamiento. Por la habitación están desperdigadas las cámaras y sus correspondientes cargadores y tras un rápido vistazo a Google Maps y a las fotos ya tomadas, partimos con el Parque de las Naciones como escenario.

Del casco viejo de Lisboa a esa nueva ciudad que se erige al este a golpe de edificio de oficinas en un bonito ejercicio arquitectónico enmarcado por el tránsito industrializado, un tanto destartalado, hasta la vieja ciudad a un lado y ese largo “Ponte Vasco da Gama” al otro, con el toque de la Expo 98, con el cristal robándole el protagonismo a los brillantes azulejos del centro, con anchas avenidas, carriles para bicicletas… que distinta es esta Lisboa, pero que encanto también.

Que si la Torre Vasco da Gama, que si el Jardim Garcia de Orta, que si los alrededores del MEO Arena y una foto aprovechando el reflejo de nuestro Mustang en las brillantes fachadas de los edificios de los alrededores…

Frente al bullicio de las estrechas calles del casco viejo el Parque de las Naciones nos recibe con anchas avenidas, una moderna arquitectura y tranquilos jardines a los pies del Tajo:

Mientras cruzamos el Tajo rumbo a Setúbal, con las espectaculares vistas de Lisboa, despidiéndonos ya de la ciudad, con King Gizzard & The Lizard Wizard sonando a todo volumen en el interior del Mustang, con el aire arremolinándose en el interior a través de las ventanillas bajadas, con esa humedad, pienso en que igual que llegué a este coche con estereotipos de un mal paso por curva que fueron rápidamente derrumbados no puedo emitir queja alguna sobre un habitáculo que, de nuevo, sin ofrecernos la sofisticación de sus rivales europeos, cumple con creces desde una perspectiva más única, con buenos detalles, como los asientos Recaro y ciertas superficies blandas y otros puntos a mejorar, como ciertos ajustes. En términos de diseño, hablando aún de su interior, apuesta por una concepción más sencilla.

En lo que a habitabilidad se refiere no tengo queja alguna y aunque las plazas traseras parecen un tanto angostas me demostraron que un adulto de 1.80m es capaz de usarlas, aunque preferiblemente para trayectos urbanos. El maletero, que es de poco más de 400 litros, también cumple con una capacidad mayor que gran parte de los compactos.

Meses atrás una presentación me trajo por los alrededores del parque Natural de Arrábida que ahora atravesamos. De las dunas y la magnitud de Praia do Guincho a altos acantilados, a pequeñas playas, a una extensa vegetación que puebla empinadas laderas y que nos brinda una vista espectacular del Estuário do Sado. Dan ganas de pararse en cada mirador, prácticamente lo hacemos. Desierta la carretera, haciendo bramar el V8 entre los árboles, disfrutando como un niño de cada dócil insinuación de su zaga, del progresivo gran empuje de sus 421 caballos y de como se termina de desbocar toda la manada al llegar a medio régimen…

Paramos en Portinho da Arrábida, con ese agua transparente… Me encanta, el sitio. Me encanta el Mustang.

Menos de 100 km separan a Cascais de Setúbal ofreciéndonos ambos dos paisajes que no podían ser más diferentes:

Que cerca tenemos Portugal, que maravillas nos reserva y que desconocida es para muchos… algo que bien podríamos aplicar al Mustang, ahora que su comercialización, con esta sexta generación, es global.

En una terraza de Setúbal, con el Mustang aparcado a unos pocos metros y con una café de por medio que nos de un pequeño empujón de energía para volver a casa después de dos días sin descanso, buscando continuamente localizaciones, pasándonos gran parte del día dentro del coche, le doy vueltas a las impresiones tras probar este Ford Mustang GT, tras estos casi 2.000 km juntos…

Me quedo con una idea que he repetido a lo largo de estas líneas y es que el Ford Mustang ofrece una experiencia de conducción muy diferente a lo que nos puede ofrecer un BMW Serie 4 o un Audi A5. Esta experiencia de conducción pasa por renunciar a algo de refinamiento, en el rodar, en sus acabados, a favor de un diseño espectacular, de tener un V8 bajo el capó cargado de personalidad, de conducir algo que prácticamente hace cada trayecto especial.

El V8 hace gala de una entrega de potencia que hasta medio régimen se puede calificar incluso de pausada, aunque es constante y fuerte. Su sonido es exquisito, natural, grave, sin exceso alguno y en el paso por curva responde gratamente, sin alardes de agilidad, con inercias y sintiéndose grande, lo es, pero con un resultado más que satisfactorio, por lo especial que resulta en sus reacciones, por el mito que estamos conduciendo.

Quédate con esta idea: el Ford Mustang es un gran producto que ofrece una experiencia de conducción muy única con una gran relación prcio/producto:

Vale, está dispuesto a hacernos pasar por la gasolinera más de lo deseado, pero claro, hay que alimentar a esos más de 400 caballos, a todo un V8. Sin duda no hay nada semejante a este lado del Atlántico, no hay ninguna marca que nos ofrezca, por menos de 50.000 euros, un coche así, con ese temperamento, con ese motor, con ese porte…

El sol se pone en algún punto ya de la A5. Hace un par de horas que hemos cruzado la frontera con España, que hemos dejado atrás esas carreteras secundarias, esos pequeños pueblos desperdigados entre Cáceres y el Atlántico… un viaje más, un más que agradable encuentro con el Mustang

Fotografías por Juanma G. Cámara.

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