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España ya tiene su propio Museo Mercedes: visitamos el Museo Aguinaga en Bilbao

Hace años visité el Mercedes Museum en la ciudad alemana de Stuttgart, sede de la marca. Para un propietario de un youngtimer de la marca y un aficionado al automóvil clásico, dicho museo es una experiencia casi religiosa. Un apasionante recorrido por los más de 130 años de historia de la marca. Aunque siga siendo una visita imprescindible, nuestro país también tiene un Museo Mercedes. No es tan grande ni espectacular, pero en el se respira la misma pasión y dedicación por la marca que en Stuttgart. Se llama Museo Aguinaga, y es propiedad de Comercial Aguinaga S.L., los dueños de varias concesiones Mercedes en País Vasco. Hace apenas unos días, viajamos a Bilbao para conocer los 30 vehículos que componen su apasionante colección.

Antes de entrar en harina, un par de puntualizaciones interesantes que quizá no supiérais. España es tras Alemania, el país europeo con más youngtimers y clásicos de la marca. Muchos de los 160.000 youngtimers (coches de entre 15 y 30 años de antigüedad) Mercedes que ruedan por nuestras carreteras se usan a diario, y perpetúan el legado de la marca, famosa por la durabilidad de sus coches. La crisis económica y nuestro nivel salarial como país explica en parte esta gran cantidad de youngtimers – la edad media de todos los vehículos en circulación en España supera ya los 12 años. Si hablamos de clásicos (u oldtimers, si prefieres llamarlos así), hay 16.000 unidades con más de 30 años en todo el territorio nacional.

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Los coches expuestos están comprendidos entre los años 1926 y 1986. En 1926 se fusionaron de forma oficial las marcas Daimler y Benz, dando lugar a la Mercedes que conocemos.

No sólo se conducen Mercedes antiguos por necesidad, sino por pasión. Hay muchos aficionados a la marca que presumen de sus coches, y día a día contribuyen a la imagen de marca. El Museo Aguinaga nace como complemento a la experiencia de marca, y su acceso es libre para clientes de la marca y cualquier otro aficionado al automóvil. Recuerdo conducir por la A-8 en su paso por Barakaldo hace años, y ver un puñado de clásicos de la marca expuestos en una de las cristaleras del concesionario. Ahora, estos seis o siete coches están acompañados de varias decenas adicionales de clásicos, expuestos en un espacio ad-hoc. Un precioso espacio que en tiempos era una concesión Mitsubishi, acompañada de su correspondiente taller.

Un arquitecto bilbaíno la ha transformado en un espacio mucho más agradable, con sabor histórico. Además de una pequeña zona con libros y sofás, se ha conservado la zona del taller, aderezada con herramientas y útiles de época. Aunque la mayoría de los coches son propiedad de la familia Aguinaga, algunas unidades son cedidas por coleccionistas de la marca y otras incluso proceden de la colección oficial de Mercedes-Benz. No sólo son piezas de museo: todos ellos están perfectamente mantenidos y en perfecto estado de funcionamiento. Aunque hemos tenido el privilegio de poder subirnos a muchas de las unidades expuestas, despertar sus mecánicas no estaba en los planes del día. Otra vez será.

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Se han invertido unos 3 millones de euros en la creación del museo, entre adquisición de vehículos y la reforma del edificio.

El gerente de la empresa nos recomienda empezar nuestra visita en orden cronológico, empezando por la réplica del Patent Motorwagen del año 1886, considerado el primer coche de combustión interna de todos los tiempos. Un triciclo con ruedas de bicicleta y menos de 1 CV de potencia, que transformaría para siempre a la sociedad. Cuarenta años después, se han fabricado millones de Ford Model T y muchos países están ya motorizados. Los coches de los años 20 se asemejaban a un salón con ruedas que al concepto. El Mercedes W03 Typ 320 12/55 del año 1926 fue el primer coche fabricado tras la unificación de las empresas de Gottlieb Daimler y Karl Benz, y en su momento costaba la friolera de 10.000 marcos.

Un enorme coche de paseo de apenas 55 CV, con apliques de cristal tallado para su iluminación interior, asientos de cuero dignos de un palacio y madera natural por todas partes. No en balde, eran coches que muchos clientes carrozaban a su gusto. Esta unidad tenía instalada un techo fijo, pero se podía transformar y convertir en un cabrio fácilmente. Es un verdadero clásico, con palancas en el volante para regular el avance del encendido, caja de cambios sin sincronizar y larguísimos guardabarros. El siguiente coche es una rareza, un Mercedes de motor trasero, denominado W23. Un coche pequeño y práctico, aunque de conducción un tanto desafiante, que se produjo entre 1931 y 1939, años de crisis económica mundial. Se vendió de forma discreta, pero cuentan las malas lenguas que inspiró a un tal Ferdinand Porsche – que había trabajado como ingeniero en Mercedes – para desarrollar el Volkswagen Escarabajo.

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Durante la Segunda Guerra Mundial la ingeniería y medios de producción de la marca se pusieron al servicio de la maquinaria de guerra, deteniéndose el desarrollo de vehículos.

Otros ejemplares del periodo de preguerra de los que merece la pena hablar son los fantásticos W21, del que el museo cuenta con una unidad descapotable Typ 200 Cabriolet en perfecto estado de funcionamiento, pintada en un precioso color azul bitono. Era un coche de gama media y apenas 39 CV de potencia, muy alejado del majestuoso Mercedes W153. El W153 fue presentado como su sucesor en el Salón de Berlín de 1939, y fue un coche usado durante la Segunda Guerra Mundial por muchos mandos alemanes. Esta unidad en cuestión acompañó a un general norteamericano como botín de guerra, retornando a Europa décadas después. Pensad en las increíbles historias que podría contar esta elegante berlina si pudiera hablar.

Muchos coches que fueron concebidos antes de la Segunda Guerra Mundial terminarían produciéndose tras el conflicto, con la maquinaria que no resultó destruida por los bombardeos. Es el caso de la exitosa familia W136, de la que encontramos versiones sedán, Combi y Police Open Tourer en el Museo Aguinaga. Uno de estos coches se apellida 170D y es considerado uno de los primeros coches diésel de producción en masa, tras el 260 D del año 1936, pionero absoluto del que os hablamos hace tiempo. Este W136 170 D fue presentado en 1949 y tenía el apodo de “Lola Flores”. Su motor de apenas 38 CV y 1,7 litros – adaptado de las versiones de gasolina – tenía un característico sonido que recordaba a las castañuelas de la artista flamenca.

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Los W136 fueron los Mercedes de preguerra más vendidos. Casi 75.000 unidades fueron fabricadas, muchas de ellas tras el conflicto.

Merece la pena también hablar sobre el Open Police Tourer, un coche descapotable de policía, que por un error de producción fue pintado de color azul, en vez del característico verde de estos coches. Los W136 permitieron financiar el desarrollo a principios de los años 50 de una familia de coches completamente moderna: los W180, conocidos como “Pontón”. Sin embargo, antes de ellos se presentarían en sociedad los lujosísimos W186 “Adenauer”. El canciller de la República Occidental de Alemania tenía seis unidades para uso personal, de ahí el apodo de esta lujosa berlina, construida a mano y con un precio tan caro como los Bentley Continental o Rolls-Royce de la época. Era prácticamente un Maybach con el emblema de Mercedes sobre el radiador. El Museo Aguinaga posee una unidad granate con carrocería sedán y una versión Cabriolet.

Su hermano pequeño era el W187, de producción también artesanal y precio algo más asequible. El museo posee una unidad en perfecto estado, un Typ 220 Cabriolet A del que sólo 1.278 fueron construidas. En 1956 los de Stuttgart presentaron en el Salón de Frankfurt los Mercedes W180 “Pontón”, una familia de berlinas, con versiones coupé, Cabriolet y Kombi, de desarrollo completamente moderno. Son considerados los antepasados directos de coches como los Mercedes W123 o los actuales Mercedes Clase E, y fueron una auténtica “vaca lechera” para las finanzas de la marca. Su forma cuadriculada es la que hizo que un periodista le pusiera este sobrenombre en su presentación, que ha servido desde entonces para identificar a todos los W180. En la colección del museo están presentes carrocerías berlina, Cabriolet y Coupé.

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El precioso Mercedes 190 SL era el hermano pequeño de los 300 SL “alas de gaviota”. Su chasis está directamente derivado de los “Pontón”.

Antes de saltar de década, no podemos olvidar al precioso Mercedes 190 SL. Un roadster que se vendió especialmente bien en Estados Unidos. Era considerablemente más barato que el 300 SL “alas de gaviota”, pero era casi tan bonito. Aunque sólo tenía 105 CV, era un coche muy ligero y las versiones SLR enfocadas a la competición cubrían la sed de altas prestaciones de algunos de sus propietarios. La única ausencia reseñable en la colección del museo es precisamente el hermano mayor del 190 SL, el fantástico 300 SL – cuya cotización en el mercado de clásicos ronda actualmente el millón de euros. Pero pronto me olvido del 300 SL, cuando aparece ante mí uno de los Mercedes más especiales de todos los tiempos. Uno de los coches que mejor define los valores tradicionales de la marca. El Mercedes 600 W100, conocido como “Grosser”.

Si queréis conocer todos los detalles sobre el fantástico Mercedes 600, os recomiendo que leáis el artículo que elaboré sobre el mismo hace unos años. Era una auténtica berlina de representación, un carísimo vehículo construido a mano en el que el coste de producción nunca preocupó a los ingenieros. Era el coche preferido por jefes de estado, dignatarios, dictadores como Saddam Hussein, artistas como Elvis Presley o narcos como Pablo Escobar. La versión corta media 5,5 metros, y existían versiones Pullman y Landaulet de batalla aún más larga. La unidad expuesta perteneció a Marcos Pérez Jiménez, presidente de Venezuela. Entre sus innovaciones estaba un motor V8 de inyección mecánica – el legendario M100 de 6,3 litros – y un sistema hidráulico que alimentaba todos los automatismos del coche.

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Se produjeron 2.131 unidades del 600 entre 1963 y 1981. Su desarrollo estuvo dirigido por el legendario Rudolf Uhlenhaut, artífice de las últimas “flechas de plata”.

Tras el 600 era momento de conocer a una familia de coches de importancia capital en la marca: los W110/111/112. Aún es posible ver algunas de estas berlinas circulando por nuestras carreteras, con esas características aletas traseras que le dieron el apodo de “colas”. Los W111 Coupé expuestos tienen una historia que merece ser contada. El precioso 250 SE Coupé que preside estas líneas perteneció a Juan Aguinaga – el dueño de las concesiones y el propio museo – y fue el coche que dio el pistoletazo de salida a esta preciosa colección. A él se unió otro descapotable con el mismo motor de 2,5 litros y 150 CV – aún más elegante, si es posible – y la colección empezó a crecer desde entonces a un gran ritmo mediante cesiones y adquisiciones.

La guinda de la colección la ponen dos de mis Mercedes favoritos de todos los tiempos. El primer es un delicioso Mercedes 280 SL “Pagoda”, en un estado de conservación perfecto, recién restaurado a sus especificaciones originales. Me siento afortunado por contemplarlo y poder sentarme en el asiento del conductor, disfrutando de su finísimo volante, de los cromados que adornan el salpicadero o de su minimalista instrumentación. Su diseño es atemporal, y su cotización demuestra lo especial que es: es imposible encontrar unidades de segunda mano por menos de 60.000 euros hoy en día. Este cabriolet de 195 CV triunfó especialmente en EE.UU., al igual que el R107, el Mercedes SL del año 1986 que cierra la colección en su vertiente más moderna.

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Insistimos: todos los coches se encuentran en perfecto estado de conservación y funcionamiento. Sólo hace falta conectar su batería para que salgan rodando por la puerta del museo.

Es en concreto un 380 SL, en cuyas entrañas late un V8 de 3,8 litros y 219 CV: el legendario M116, con un sistema de inyección mecánica Bosch Jetronic. Esta unidad montaba las clásicas llantas “Gullideckel” que todos los R107 deberían montar, caja de cambios automática y una elegante pintura en color gris oscuro. En Estados Unidos estos SL tenían tanto ópticas como paragolpes específicos – derivados de la necesidad de soportar impactos a 5 mph, una polémica normativa de los años 70 – y se llegaron a vender en versiones 560 SL con más de 300 CV. Estos SL se fabricaron entre 1973 y 1988, y fueron reemplazados por los R129. Sólo echo de menos algunos clásicos de gran importancia para la marca, como los W123, los W124 y quizá algún W126 de los años 80. Aunque un fan de los youngtimers como un servidor los extraña, lo cierto es que es una colección comisariada con mimo y pasión, y muy representativa de la historia de Mercedes-Benz.

No podemos despedirnos sin mencionar unos pocos vehículos industriales, camiones y furgones con un puesto de honor en el ideario popular, y que han articulado el transporte de viajeros y mercancías durante décadas. Aunque los enormes L312 y LP710-B llaman la atención por su tamaño, el L319D es el verdadero protagonista. Este furgón fue el primer vehículo fabricado por Mercedes-Benz en su fábrica en Vitoria, donde se siguen produciendo los Clase V y las furgonetas Vito. Para los bilbaínos, los 309D seguro que son un recuerdo imborrable. Eran la base de los “azulitos”, pequeños autobuses que dieron servicio hasta los años 80. Aunque hoy en día son más difíciles de ver, hace años eran furgones muy ubicuos en zonas rurales y en mercados, cargados de fruta, enseres o muebles.

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