En ocasiones los fabricantes de automóviles deciden salirse de lo establecido y lanzar un producto que, a priori, sólo encaja en el planteamiento de un puñado de potenciales clientes. Ford ha decidido, con la nueva generación del Ford Explorer, ofrecer un producto exótico, diferente que, eso sí, puede resultar idóneo para más compradores de los que podría parecer. ¿Qué secretos esconde este gigantesco SUV americano?
El Ford Explorer es un viejo conocido de la firma del óvalo. Su trayectoria se extiende desde hace décadas, ya que la primera edición del Explorer vio la luz en 1990, hace ya más de 30 años. Tras seis generaciones, en 2020 Ford presentó la séptima generación del Ford Explorer con un enfoque que, si bien sigue siendo plenamente americano, comienza a asomarse también a otros mercados, como el del viejo continente.
Un vistazo al diseño del Ford Explorer: masivo
Si tratásemos de definir o describir en una sola palabra la carrocería del Ford Explorer que hemos estado probando durante unos días, sin duda ninguna esa sería “masivo”. Es uno de los coches más voluminosos a la venta en nuestro país, tal y como demuestran sus 5.06 metros de largo a los que hay que sumar también una generosísima anchura de 2 metros y una altura de 1.78 metros.
Es, por tanto, un auténtico “tanque”, una percepción reforzada también por la robustez del propio diseño de la carrocería, con un frontal llamativamente plano y vertical, con una gran parrilla en la que se integran unos grupos ópticos de gran tamaño, gran tamaño como el del logo: el óvalo de Ford instalado en la parrilla central tiene un tamaño absolutamente descomunal.
Al frontal vertical y robusto hay que sumar un capó completamente horizontal, con nervaduras en ambos lados, unas llantas de aleación de 20 pulgadas en terminación bicolor y una trasera en la que, aquí sí, encontramos ciertas reminiscencias al pasado del Explorer. La tercera ventanilla, ya pasado el pilar C, con esa inclinación tan pecular, hace que la estampa del nuevo Explorer guarde cierta relación con la de sus antecesores.
Cabe destacar también la presencia de un gran portón para el maletero con accionamiento eléctrico manos libres en el que la luneta no puede abrirse de manera independiente. A cambio, encontramos una concesión a la estética con cuatro -¡cuatro!- tubos de escape “casi reales”. Me explico: son tubos metálicos, de verdad, pero en los que la cánula final del escape por donde pasan los gases han sido desviados al suelo de manera vertical. Sin duda, otorgan al Explorer una imagen mucho más deportiva y exótica, al menos bajo mi punto de vista.
El interior del Ford Explorer: fuera estrecheces
Una vez hemos conseguido subir en el Ford Explorer -algo que puede llegar a resultar complicado para personas con ciertos problemas de movilidad o con las piernas muy cortas debido a la altura de las banquetas de los asientos- tenemos ante sí un habitáculo en el que la principal virtud es el espacio.
El salpicadero ha sido diseñado teniendo en mente los gustos americanos, con botones de gran tamaño y una pantalla central colocada en posición vertical, de manera similar a como se instala en el Ford Mustang Mach-e, pero con unas dimensiones mucho más comedidas. Tenemos también a nuestra disposición una pantalla digital para la instrumentación, un display que ya conocemos de otros Ford.
Los materiales con los que está construido el interior del Ford Explorer tienen buena apariencia a nivel visual, pero la reliadad es que no resultan tan refinados como cabría esperar de un SUV de 75.000€. Y es que algunas piezas crujen cuando apoyo los dedos, mientras que, al fijarme con atención, puedo observar ciertos desajustes y ciertas holguras en algunos interruptores y botones. En cualquier caso, no es un problema mayor ni algo que pueda resultar determinante, especialmente para el tipo de cliente hacia el que Ford dirige este coche.
Pero si algo tengo que destacar del interior del Ford Explorer es su espacio a bordo, y de nuevo percibo que la concepción del coche es americana: los asientos -especialmente los delanteros- son enormes, cuentan con tapicería de cuero y calefacción tanto en la primera fila como en la segunda. Para los pasajeros de la parte delantera, además, contamos con ventilación, masaje, ajuste eléctrico y, en el caso del conductor, memoria. El volante, por cierto, también cuenta con regulación eléctrica.
La segunda fila de asientos puede regularse tanto en el plano longitudinal como en el vertical, ya que la inclinación del asiento es variable. El resultado son cinco plazas adaptables a cualquier necesidad, en la que cinco personas viajarán con comodidad. ¿Necesitas más? No hay problema: el Ford Explorer esconde en el maletero dos plazas más que, por cierto, se pliegan y despliegan de manera completamente eléctrica desde unos botones situados en el lateral del maletero.
Hablando del maletero: con las 7 plazas operativas el espacio de carga cubica 240 litros, capacidad que asciende hasta los 635 litros cuando los dos asientos de la tercera fila están plegados, encontrando además un práctico doble fondo para guardar los cables de carga. Si plegamos también la segunda fila de asientos, la capacidad para cargar bultos supera los 2000 litros.
Cuando arranco el Ford Explorer, llega la sorpresa
Las cifras técnicas del Explorer son cuanto menos interesantes: el gigantesco SUV americano está impulsado por un sistema híbrido enchufable compuesto por un motor 3.0 V6 Ecoboost con turbo e inyección directa con 363 CV y 555 NM al que se le une un motor eléctrico con 102 CV y 300 NM para ofrecer una potencia conjunta de 457 CV. El par máximo es aún más llamativo: 825 NM.
Para transmitir toda esa potencia al suelo el Ford Explorer está equipado con una caja de cambios automática de convertidor de par con 10 relaciones que transmite la potencia al suelo a través de un sistema de tracción integral permanente. Las cifras de prestaciones, sobre el papel, son también muy destacables con una aceleración de 0 a 100 km/h en apenas 6 segundos y una velocidad máxima de 230 km/h.
El consumo medio homologado es de 3.1 litros/100 km, y al ofrecer una autonomía eléctrica superior a los 40 kilómetros (en este caso 42 km) recibe la etiqueta CERO de la DGT. Hablando de la autonomía: el Ford Explorer equipa una batería de ion-litio con 10.3 kWh de capacidad útil, capaz de recargarse en corriente alterna con una potencia máxima de 3.6 kW, lo que implicaría una carga completa en unas 3 horas y media.
El Ford Explorer pesa, en conjunto, algo más de 2.400 kg, lo que unido a las dimensiones que antes hemos repasado hace que, a la hora de empezar a circular, me tome las cosas con calma, sin prisa, al menos hasta adaptarme al conjunto que estoy conduciendo desde mi “torreón” climatizado.
Sin embargo, la realidad se encarga una vez más de ponerme las cosas en su sitio: Ford ha recurrido a una suspensión de tarado fijo con una puesta a punto bastante rígida, lo que hace que los movimientos de la carrocería estén muy controlados, de manera que prácticamente no existe balanceo o cabeceo. Esto, unido a la enorme reserva de potencia de la que dispone la unidad motriz, hace que el Ford Explorer pueda rodar mucho más rápido de lo que podría imaginar.
Y es que en carreteras reviradas, el Ford Explorer consigue sacarme una sonrisa: el gigantesco SUV americano se muestra sorprendentemente ágil (dentro de lo que cabe, no es desde luego un Ford Fiesta), capaz de enlazar curvas con cierta velocidad hasta el punto de que, una vez el chasis y los neumáticos encuentran su límite de adherencia, se produce un pequeño y controlado deslizamiento de las cuatro ruedas, dando pie a un perfil de conducción de lo más divertido. Me lo estoy pasando muy bien, las cosas como son, algo que sin embargo no pueden afirmar mis acompañantes.
Sometidos a las fuerzas generadas por el Explorer, el resto de los ocupantes del coche (especialmente los de la segunda y tercera fila de asientos) se bambolean de un lado a otro mientras me recuerdan la clase de coche que estoy conduciendo, así que decido reducir el ritmo y salir a carretera abierta.
En vías rápidas el Explorer ofrece su mejor cara gracias a una calidad de rodadura alta y a un aislamiento muy bien trabajado: a 120 km/h el motor térmico apenas supera las 1.800 vueltas y que los cristales laterales laminados actúan conjuntamente para eliminar cualquier sonido procedente del exterior.
Lamentablemente, la rígida suspensión que antes hemos mencionado no llega a ofrecer el confort que se espera de un SUV familiar de 7 plazas, ya que ante pequeñas imperfecciones del asfalto se muestra seca y algo rebotona. Fuera del asfalto, por cierto, el Explorer destaca por su capacidad de tracción, pero no por sus cotas, de forma que se muestra cómodo en caminos, pero no fuera de ellos.
La autonomía eléctrica de 42 kilómetros puede transformarse en 50 o incluso 55 kilómetros al rodar únicamente por ciudad de manera tranquila y eficiente, aunque también puede reducirse a 30, o incluso 25 kilómetros, si tenemos prisa y circulamos únicamente por autovía. Una vez la batería se agota, el consumo medio en un viaje largo ronda los 8-8.6 litros/100 km, una cifra que a mi juicio no es nada mala teniendo en cuenta la potencia, el peso y la aerodinámica del conjunto.
El Ford Explorer está disponible con todo
Conscientes de su complicado encaje en el mercado europeo, Ford ha decidido traer a España el Ford Explorer en una sola versión ST-Line, sin ninguna posibilidad de equipamiento adicional más allá de la pintura metalizada. De esta manera, el Ford Explorer tiene un precio de 73.300€, resultando mucho más económico que sus potenciales alternativas premium, especialmente al igualar equipamiento.
Hablando de equipamiento: faros LED con luces largas automáticas, frenada autónoma de emergencia, tapicería de cuero, llantas de 20 pulgadas, techo solar panorámico, equipo de sonido firmado por B&O, sistema de entrada y arranque sin llave, instrumentación digital, enchufe de 220V, sistema de cámaras 360º con aparcamiento autómatico, portón de maletero eléctrico con sistema manos libres, climatizador trizona…todo esto (y mucho más) es de serie.
En resumen, el Ford Explorer se muestra como un SUV con aptitudes dinámicas más que destacables, con un equipamiento de serie de primer nivel y un sistema motriz más que sobrado gracias a unos niveles de potencia excepcionales que, eso sí, no conviene sacar de los caminos.