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Por qué creo que Google Glass no cambiará nuestra vida, ni revolucionará la conducción

En los últimos meses hemos asistido a un aluvión de lanzamientos y novedades que atañen a los weareables, a esos gadgets personales que nos permitirán gozar de las capacidades de un ordenador en el reloj, en la chaqueta o en unas futuristas gafas que según Google llevaremos en unos años todos puestos en la cabeza. Por eso mismo no quería perder esta oportunidad de dar mi visión personal sobre estas tecnologías y más concretamente sobre Google Glass, las cuáles ya tuve ocasión de probar. Y es que, sinceramente, no creo que unas gafas «inteligentes» vayan a cambiar nuestros hábitos al volante, y tampoco nuestra vida.

Y todo esto viene a cuento de que, casi tan pronto como aparecía Google Glass, descubríamos que existirían un sinfín de posibilidades y aplicaciones bajo una tecnología que permite una continua interacción visual con la tecnología que habitualmente podemos utilizar en un smartphone. Y entre ellas, faltaría más, se encontraban todas aquellas aplicaciones y ayudas a la conducción deseables en un automóvil.

Por eso mismo ya os ofrecimos un buen reportaje sobre Google Glass en el coche y las aplicaciones del futuro para conducir.

A priori, la realidad aumentada revolucionará o mejorará la conducción. Pero, ¿no es menos cierto que ya contamos con una superficie acristalada de varios metros cuadrados en todos nuestros coches?

He de reconocer que, en un primer momento, las posibilidades que ofrece Google Glass me ilusionaron. En el estricto sentido de la conducción, también me imaginé lo cómodo que resultaría utilizar servicios de navegación integrados en nuestras gafas, viajar leyendo emails sin desviar la vista de la carretera, leer mi timeline de Twitter, o compartir directamente con mis contactos de Facebook un precioso atardecer junto al mar mientras pruebo un descapotable para Diariomotor.

Sobre todo pensé en realidad aumentada. Ya existen guías turísticas en Google Glass realmente avanzadas, que hacen del ejercicio de visitar una ciudad desconocida una auténtica experiencia. Personalmente me gusta visitar otras ciudades en coche, sobre todo si la distancia entre monumentos y atracciones turísticas así lo exige. Una vez más Google Glass me sería de gran ayuda para tal cometido.

Aunque aún exista mucha controversia al respecto, es probable que ante la duda las autoridades opten por prohibir el uso de Google Glass mientras conducimos.

Pero mientras nosotros soñábamos, las autoridades iban acrecentando su preocupación. En Reino Unido se adelantaba prohibiendo el uso de Google Glass en la conducción. Y lo cierto es que contaban con suficientes razones para ello. De momento la tecnología de las famosas gafas de Google necesita mejorar. Interponer una imagen virtual delante de tu ojo derecho supone añadir una distracción mientras conduces, por no hablar de la calidad de la imagen según el contraste y la luminosidad del fondo – que no siempre es la deseable – y el esfuerzo que tendremos que realizar para centrarnos en esa imagen y en lo que sucede detrás, especialmente cuando no estamos acostumbrados a su utilización. Google Glass también requiere de un periodo de adaptación visual.

Y ahora me pregunto. ¿Por qué querríamos interponer una nueva superficie de vidrio en nuestro ojo derecho teniendo permanentemente una superficie acristalada de varios metros cuadrados delante de nuestra cara? La realidad aumentada será muy útil, imprescindible me atrevería a decir, en los coches del futuro y ya se utiliza desde hace años para aplicaciones tan necesarias como la navegación.

No será tan económico como Google Glass, ni tan versátil como un gadget que sirve para toda nuestra vida y no solo para conducir, por no hablar de la lentitud tecnológica de la industria del automóvil por unos ciclos de producto de entre tres y seis años. Pero el verdadero futuro de la conducción pasa por realidad aumentada en el parabrisas, por sistemas realmente seguros y probados que ejerzan como asistencias a la conducción. Y si no basta que contemplemos la relación entre realidad aumentada y la visión del todoterreno del futuro según Land Rover.

La preocupación de las autoridades se entiende, también la de aquellos que como yo somos conscientes de que los smartphone ya han traspasado la línea en la que la tecnología y la conexión permanente a internet ha modificado nuestros hábitos, nuestra vida personal.

Y regresando al tema de la seguridad, ¿cómo sabrá el agente que acaba de pillarnos saltándonos un Ceda el Paso que nuestro despiste lo justifica que tenemos un mal día y no que estamos viendo el último capítulo de Juego de Tronos en nuestras gafas?

¿Y si todos los conductores nos decidiéramos por grabar nuestra conducción? ¿Estaríamos cómodos conduciendo con cien ojos vigilando nuestros movimientos y la posibilidad de que esas imágenes acabasen convirtiéndose en gif meme de la red o, peor aún, en prueba para denunciarnos?

Por eso, también creo que Google Glass no cambiará, o no debería cambiar nuestra vida, pasar de aplicaciones concretas, como la que nos ofrece una visita turística a una ciudad, a convertirse en el gadget que solo nos quitaremos para dormir. Imagina lo incómodo que ya resulta de por si una reunión de amigos en nuestros días, unos y otros continuamente mirando a la pantalla de su teléfono. Imagina una cita en la que tu pareja viste unas gafas inteligentes que, bien podrían estar grabando lo que sucede o, en la que simplemente, tu cita esté tan aburrida que decida verse el último capítulo de Juego de Tronos o leer su timeline de Twitter mientras contamos algo que no le interesa mínimamente.

Dejemos que las marcas se encarguen de desarrollar sus sistemas de entretenimiento y sus ayudas a la conducción a bordo. Dejemos que los smartphone, aunque cada vez más potentes y avanzados, sigan siendo móviles y, los relojes y las gafas, eso mismo. Pero, quién sabe, la tecnología avanza tan rápido que quizás en poco tiempo reflexione de nuevo y llegue a convencerme de que las «gafas inteligentes» se convertirán en unos años en el objeto sin el cual no podremos vivir.

En Tecmovia: Google Glass en el coche: las aplicaciones del futuro para conducir | Weareables o cómo el automóvil se convirtió en complemento de mod

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