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Belleza perdedora

Un artículo publicado con anterioridad se refirió a la belleza y a la fealdad en los monoplazas de Fórmula 1 utilizando como base ciertas pautas de la filosofía griega. Así, la proporcionalidad, armonía y simetría de las formas servirían para aproximarse al ideal de belleza, el cual será variable porque dependerá de cada época, tendencias, convenciones sociales y contextos circunstanciales. Si se traslada esa teoría a la Fórmula 1, se podría explicar esa constante aspiración de que el monoplaza más estéticamente hermoso de la parrilla sea siempre el vencedor ya que la belleza se relaciona con lo bueno, pero en muchos casos el coche más atractivo nunca ganó.

Se tiene presente que el juicio estético hacia la proximidad de la belleza está subordinado a un criterio personal, por tal razón se cree conveniente delimitar la exposición partiendo de la época en la cual los diseños tenían matices para ser juzgados, finales de la década del setenta y principio de los ochenta, porque a decir verdad, en años anteriores los monoplazas solían ser muy semejantes en sus formas y hasta uniformes en sus colores, de allí que una evaluación para dar con el más agradable a los sentidos que no ganó una carrera no tendría mucho asidero.

Se aclara que al ser subjetiva la percepción de belleza, los ideales y los juicios estéticos también serán dinámicos porque variarán según las épocas, un fenómeno que también aplica para todas las artes. Al ubicar el enfoque en los primeros años de los ochenta, considerando el contexto de esos años, se tiene un criterio más o menos establecido de lo que sería una estética atractiva en cuanto a diseños y colores.

En una parrilla atestada de monoplazas con diseños extravagantes ya que la aerodinámica experimental de la época tenía a los ingenieros insertando alerones de diversas formas y diámetros en coches con líneas básicas rectas, en medio de toda esa vorágine de alerones de distintas naturalezas, faldones laterales y dobles chasis, se presentó un concepto básico que destacó por eso mismo, por su estética limpia. El Arrows A3 Cosworth de 1980, diseñado por Tony Southgate y posteriormente modificado por Dave Wass, era todo elegancia, su tonalidad dorada y el casco de Jochen Mass agregaron encanto visual.

Otro monoplaza de esa época que causó grata sensación por su propuesta estética fue el Osella FA1E de 1983 en su versión estilizada, un diseño de Tony Southgate radicalmente diferente al FA1D que inició la temporada. Pero resultó que su atractiva silueta aerodinámica, muy parecida a la del Brabham BT52, se anuló porque el chasis tuvo que soportar un pesado motor Alfa Romeo 1260 V12 con su inmenso tanque de combustible como accesorio. En una Fórmula 1 inclinada hacia las virtudes de los ligeros y potentes propulsores turbo, el FA1E no tenía nada que hacer con semejante hándicap encima. La apuesta por perfiles afilados y alguna que otra línea curva entre tantas rectas empezarían a llamar la atención.

Ya para ese tiempo las referencias eran el McLaren MP 4/1 en sus distintas versiones y el Lotus 94T, de allí que en los años sucesivos muchos diseñadores adoptaran los conceptos técnicos de ambos coches y los adaptaran según sus propios criterios. A estas alturas, el experimentar con diversas e inciertas posturas aerodinámicas había quedado atrás, situación que propició el apego hacia las formas redondeadas, en cierta forma porque los motores turbo permitían construir monoplazas más compactos. La noción y el ideal de belleza se iba inclinando hacia lo curvilíneo, aunque también se debe destacar que en medio de cierta estandarización de los diseños, los esquemas de colores resultaban el elemento diferenciador para calificar la belleza en un coche.

El Ligier JS25 Renault de 1985, el mismo coche que aparece en portada, es un ejemplo de ello. Diseñado por Michel Beaujon y por Claude Galopin presenta muchas semejanzas con los demás competidores de su generación, hablando de sus líneas. Sin embargo, ese fondo azul que identificó a la escudería francesa, unido al contraste con letras blancas, lo hacían ver sublime dentro del carrusel multicolor.

Para 1986 se presenta un coche diferente al resto por su radical propuesta técnica. Aunque el criterio para hablar de belleza o de fealdad en el caso del Brabham BT55 puede variar dependiendo de la época en la que se sitúe el enfoque de quien evalúa, porque es innegable que su diseño y su estética cautivó por ser diferente, un retorno al predominio de las líneas rectas. Gordon Murray y David North se encargaron del diseño y más allá de su concepto extra plano, las expectativas hicieron del coche atractivo porque Brabham en ese tiempo era un equipo acostumbrado a ganar. Sin embargo, el deficiente rendimiento del BT55 llenó el ambiente de dudas y comprometió a su diseñador, quien tuvo que salir de Brabham al culminar la temporada. ¿Si se pintara el BT55 de blanco y de rojo, y además lograra vencer en 15 de 16 carreras sería un coche hermoso?

Al llegar a 1988 se debe indicar que se presenta uno de esos contrastes que obligan a reflexionar en cuanto al rumbo de los conceptos. Por una parte, el mencionado McLaren MP4/4 Honda arrasa con todo y confirma que la visión de Murray, en cuanto a las líneas rectas y el perfil bajo, era correcta si el resto de los elementos se alineaban a la perfección. Pero en la parte media de la parrilla un monoplaza compacto de diseño muy curvilíneo y con un modesto motor Judd V8 aspirado desafía a escuderías millonarias que utilizaban propulsores turbo. El March 881, la primera propuesta de Adrian Newey irrumpió en la Fórmula 1 y sentó las bases de lo que serían las propuestas técnicas y estéticas en la década de los noventa. El 881 era de lo más sensual, curvas y contornos en todas sus áreas y lucía hermoso porque estaba insertado dentro de una generación donde no habían sobresaltos en las líneas. Como en los casos anteriores, el March 881 no pudo pasar a la posteridad por la puerta grande, aunque Ivan Capelli casi logra la hazaña en Portugal.


Con el March 881 se entra a la década de los noventa y su concepto curvo comienza a ganar adeptos. Tan pronto como en 1991 se deja ver en la parrilla otro coche aún más curvilíneo, el más vistoso y atractivo de toda la parrilla. Debutó la escudería Jordan con el 191, monoplaza diseñado por Gary Anderson a partir de un motor Ford V8. Todavía en esta era es capaz de causar sensación porque en realidad es hermoso desde cualquier ángulo, además la combinación de colores le concede un toque adicional para resaltar aún más sus pronunciadas líneas. El 191, además de ser un caso emblemático de coche hermoso que no ganó una carrera, es recordado por el debut de Michael Schumacher en la Fórmula 1.

Para la tristemente recordada temporada de 1994 la tendencia era el morro levantado y a su vez inicia la escalada de ubicar paneles laterales, terceros alerones y otros apéndices o accesorios aerodinámicos. El Benetton B194 y el Williams FW16B marcan el camino sobre las pistas, pero a decir verdad resultan coches poco agraciados a la vista. Una de las estéticas más agradables era la del Sauber C13. Diseñado por André de Cortanze y Leo Ress, el coche presentó unas líneas muy interesantes porque de alguna forma marcó diferencias en cuanto a conceptos porque se veía muy equilibrado en sus proporciones. El color negro con el logo de Mercedes Benz y los detalles en gris y blanco eran una combinación sobria y elegante, en contraste con la mayoría de los monoplazas de ese año que parecían listos para asistir a un carnaval.

En este punto se entiende que la selección de gráficos, colores, tonos y contrastes, y su disposición sobre las superficies también se asocia con el ideal de belleza. Un caso emblemático es el de Mario Andretti y Gunnar Nilsson con el Lotus 78, el mismo monoplaza que exhibió dos colores diferentes en la temporada de 1977. Mientras el coche negro y dorado asignado al americano era el más vistoso y elegante de la parrilla, el rojo del sueco se veía simple y ordinario. Ese ejemplo serviría para explicar como el color puede resultar determinante a la hora de emitir un juicio estético.


Entre los colores, el amarillo resulta uno de los menos cautivadores para la Fórmula 1, pero sin duda dependerá de los elementos asociados el causar mayor o menor impacto a los sentidos. Allí están el Forti FG01 y el Jordan 197, ambos de líneas muy armoniosas, pero el Nose Art del segundo le concede un aire intimidante. Esa novedosa imagen de la cabeza de serpiente, nueva para la Fórmula 1 pero muy utilizada por los aviadores en la Segunda Guerra Mundial, causó grata impresión. El 197 diseñado por Gary Anderson mostró una interesante silueta que fue decorada de una forma ingeniosa sobre una base amarilla. El coche de inmediato se transformó en una sensación y no solo por su pintura sino porque también era competitivo, pero no ganó ninguna carrera.

Tres años después se presentaría con mucha publicidad y expectativa otro recordado monoplaza muy atractivo que se destacó por esa razón y no por sus resultados. El Jaguar R1 trajo de regreso a la Fórmula 1 el tradicional color verde relacionado a las escuderías británicas. Sobrio y elegante, el R1 era una exhibición de buen gusto en la disposición de sus elementos, pero la Fórmula 1 no es un concurso de belleza.

Ya para esta época, las líneas limpias van cediendo terreno ante nuevos apéndices aerodinámicos. Otros alerones aparecen, primero en la zona posterior de los monoplazas y a partir de allí se inicia una inclinación hacia las curvaturas extremas, un retorno a la aerodinámica experimental, pero en este caso cuernos, orejas de elefante, alas y apéndices se establecen como una norma para modificar la noción de belleza en la parrilla. En apenas dos años se comienzan a observar monoplazas recargados y difusos, una tendencia que se mantendrá hasta culminar la temporada 2008 y aplicarse un nuevo reglamento. En medio de todo ese aparente desorden conceptual, dos propuestas encajan en el selecto grupo de coches hermosos y perdedores: el McLaren MP4-21 y el Williams FW28, ambos participantes del campeonato 2006.

Diseñado por Adrian Newey, el MP4/21 era una visión muy radical de las prominentes curvaturas que eran la tendencia. Lucía exagerado en sus líneas básicas y además estaba recargado de apéndices, pero aún así era muy atractivo, sus formas destacaron entre los de su generación. El propulsor Mercedes, su color gris con detalles en negro y sus alerones en rojo le otorgaban un aire intimidante que lo hacían atractivo. Sin duda uno de los más famosos ejemplos de coches hermosos y perdedores porque en teoría tenía todos los elementos necesarios no solo para ganar carreras sino también para aspirar al título.

En contraste, el FW28 creado por Sam Michael y Jörg Zander era muy diferente al MP4/21 en cuanto al concepto y de igual manera se puede considerar un coche muy atractivo desde el plano visual. Entre toda la clase 2006 era el menos recargado, aunque a decir verdad su color azul ocultaba de forma espléndida los apéndices posteriores. La proporción y la simetría, además de su esquema cromático, lo hacían ver como un modelo armonioso, muy parecido en la lejanía a los coches de la actualidad.

Para hallar al último monoplaza que se considera atractivo y no pudo ganar hay que trasladarse hasta la reciente temporada de 2017. En plena era híbrida, el Toro Rosso STR12 diseñado por James Key reúne los elementos para ingresar a la selección de este artículo. Un diseño semejante al Mercedes W08 que ganó el título, pero el STR12 corrió con una disposición de colores muy agradable a la vista.

Si la Fórmula 1 fuera un concurso de belleza, en la selección de este artículo estarían algunos campeones, pero estética y eficiencia no siempre han sido sinónimos. El dinamismo en la concepción de belleza también se advierte en las épocas. Lo simple y lo exagerado, las líneas rectas y las curvas, lo grande y lo compacto, todo puede ser igual de hermoso, dependiendo de las percepciones. Por tal razón, la simetría en las formas, las proporciones y hasta los colores garantizarán admiración por aproximarse a ideales artísticos, pero es obvio que de forma directa no se relacionarán con lograr resultados, con alcanzar victorias que sería lo sustancial. Pero muchos de estos coches, a pesar de ser perdedores, contribuyeron con significativos aportes a evolucionar la categoría.

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