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Diez penalizaciones el fin de semana; el otro circo sigue su show

Que el día de hoy se hable más de la cantidad de sanciones aplicadas a los pilotos que del resultado del Gran Premio de Austria confirma lo que se viene advirtiendo desde hace rato, que Michael Masi y sus subordinados pretenden erigirse como máximos protagonistas de una disciplina en la cual deben ejercer de árbitros. El pasado mes de abril me atreví a señalar que de mantenerse esta tendencia, el presente campeonato se distorsionaría por la cantidad de penalizaciones que se aplican, la mayoría sustentadas sobre criterios frágiles y hasta absurdos. Este fin de semana fueron diez los castigos y no se observa que las autoridades recapaciten sobre el daño que le están haciendo al deporte.

El extremo de la injerencia de Masi llegó al punto que cuatro horas después de finalizada la carrera, tanto Nikita Mazepin como Nicholas Latifi fueron castigados con 30 segundos adicionales a su tiempo final más tres puntos menos en su licencia. Si ya las explicaciones del sábado, cuando Sebastian Vettel fue señalado como único culpable de una acción donde estaban involucrados varios pilotos, es absurda, lo sucedido el domingo va más allá, inclusive con la amenaza de dejar a Lando Norris sin participar en un gran premio debido a la acumulación de puntos negativos, cuando el piloto británico no ha realizado ninguna acción tan imprudente como para ausentarse en una fecha.

Cierto es que bajo la gestión de Charlie Whiting también se sancionaba, sin embargo lo de Michael Masi luce desproporcionado y no solamente porque no hay coherencia en sus decisiones y argumentos. Los comisarios, por más que algunos sean ex pilotos, no están tomando en cuenta lo que sucede adentro de un monoplaza, ni las dimensiones de un lance de carrera y mucho menos la adrenalina que se genera en una lucha rueda a rueda. Cualquier acción es sancionable, sea o no ilegal, puesto que aspiran que en un gran premio todo se haga de forma limpia y correcta. De esta forma Masi y sus colaboradores se erigen como una moderna inquisición, quitando cualquier atisbo de emoción en pista que se pueda producir.

Resulta frustrante observar que cada lance de carrera es investigado y la mayoría sancionados de inmediato, dañando la carrera de un piloto. Es decir, las autoridades no se toman el tiempo necesario para analizar sino que castigan de una vez para estar pendiente de otro suceso y repetir la fórmula. Con Mazepin y Latifi se tardaron porque llamaron a declarar a otros ocho pilotos cuyas telemetrías mostraron que no habían desacelerado lo suficiente durante el régimen de bandera amarilla que se produjo tras el choque entre Kimi Räikkönen y Sebastian Vettel. Lo preocupante del asunto es que hay antecedentes de acciones similares sin sanciones y eso es cuestionable.

Se entiende que es un deber castigar a los pilotos cuando pone en riesgo la seguridad, pero también debería aplicarse el sentido común cuando se juzga un lance de carrera o una batalla por asumir la vanguardia. Aplicar penalizaciones por cualquier cosa debería llamar a la reflexión de todas las partes involucradas en la realización de las carreras porque el público puede alejarse de forma gradual al observar que no se permite defender una posición, como si no fuera suficiente adelantar con el DRS.

Que en un fin de semana se apliquen diez penalizaciones y se resten dieciocho puntos en las licencias es para pensar. De acuerdo, el reglamento deportivo que rige a la Fórmula 1 es complejo, por tantos artículos y una redacción que puede dar espacio a dudosas interpretaciones, pero también Masi y sus comisarios se extralimitan en sus funciones, sin medianamente considerar que a través del abuso de poder adulteran el campeonato y a su vez alejando al público de la categoría.

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