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Competición

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El piloto más querido de la NASCAR estaría orgulloso. Así es conducir una camioneta en el día a día

Anteriormente ya hemos visto historias similares sobre vehículos de competición que como forma excepcional son homologados para circular por las carreteras y encandilar no solo a sus propietarios, sino a todos aquellos afortunados que se encuentran con ellos y pueden presenciar la belleza en movimiento de uno de estos coches de carreras. En Mónaco hemos conocido la historia del Porsche 917 que nunca llegó a competir y que ahora disfruta de una segunda vida como coche de paseo para su acaudalado poseedor, mientras que en Japón, el Porsche 962 C sirve incluso para ir a por el pan a pesar de que sus consumos no deben de ser nada económicos.

En Estados Unidos será incluso más difícil ver un Grupo C rodar por sus calles, sin embargo, sí que hemos visto otros ejemplos, como el del capricho de Ken Block con su Ford RS200 negro mate. Sin embargo, el artista de las Gymkhanas y su coche de calle parecen quedarse en una mera anécdota cuando lo comparamos con lo que utiliza Cleetus McFarland (un popular YouTube norteamericano) para sus desplazamientos.

Realmente, la idea desembocó tras un viaje a Australia del que McFarland llegó con la idea de comprarse uno de los espectaculares Utes que se utilizan por aquellas latitudes, sin embargo, una llamada le hizo cambiar de idea. Le ofrecían una Chevy Silverado proveniente de la categoría de Trucks de la NASCAR con la decoración icónica de Dale Earnhardt Sr. aunque el piloto estadounidense nunca disputó una prueba de las Camping World Truck Series. Obviamente tanto el chasis, depósito de combustible, el habitáculo o el sistema de escape son originales y el vendedor apunta a que compitió en la NASCAR SuperTruck Series a mediados de la década de los noventa.

Seguramente no es la montura más cómoda en el día a día, es cierto que Cleetus la ha adaptado para que pueda rodar por la calle, incluso introduciendo los intermitentes en el diseño, sin embargo, conducirla obliga a ponerse tapones para los oídos ya que el sonido del potente motor GM LS7 (cuando lo compró montaba un LS1 que tampoco era el de carreras, al igual que la transmisión, de cinco velocidades por las tradicionales de 4 relaciones que utilizan en competición) se cuela por todos los huecos, incluso por el agujero de la palanca de cambios.

Para entrar en su habitáculo hay que hacerlo al más puro estilo NASCAR, por la ventanilla, mientras que el volante, con sistema de extracción rápida, debe retirarse para sentarse y levantarse del baquet. Obviamente ha tenido que ser sometido a un proceso de readaptación, también en la boca de combustible, quedando en este caso la toma de competición como adorno y llenándose directamente el tanque a través de un acceso interior.

Es inevitable despertar miradas curiosas, tanto de posibles fans, como de las autoridades policiales que estarán encantadas de montar lo más parecido a una persecución para comprobar que todo es legal y que tienes los papeles en regla para llevar este tributo al bigote más famosos de la NASCAR rodando por las carreteras de sus dominios. Pero, ¿qué más da? This is “América” e historias como estas la hacen grande de nuevo.

El inevitable encuentro con la policía:

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