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No basta con ser un genio, también hay que parecerlo

La decisión de Fernando Alonso de abandonar el Mundial de Fórmula 1 ha traido consigo inevitables debates sobre si su palmarés está a la altura de su valía como piloto, si se cerró él mismo las puertas de los equipos que le podían devolver a lo más alto en la categoría o si tomó las decisiones adecuadas a lo largo de su carrera. Y sus explicaciones en Silverstone antes de una nueva cita del WEC no han hecho sino echar gasolina al fuego.

Me sabe mal porque ante todo creo que estamos ante un grandísimo piloto pésimamente asesorado. Y cuando se dice esto muchos piensan sobre todo en lo que respecta a la gestión de contratos y la elección de equipos. No lo negaré, pero a mi parecer es aún más chocante cómo ha fallado muchas veces en el aspecto comunicativo. Como si para dirigir la narrativa en torno a todo un doble campeón del mundo no hubiera nadie al mando. Incluso eso se nota en la calidad del vídeo con el que decidió despedirse de la Fórmula 1, por mucha carga emotiva que tuviera.

Entre ser un robot sin interés, atado en corto por los jefes de prensa y los patrocinadores, o un bocazas hay muchísimos grises. Y muchas declaraciones del asturiano pasan por indefendibles simple y llanamente por cómo las transmite, posiblemente por su escaso amor por los medios de comunicación y una personalidad más bien introvertida. Sin ir más lejos en Silverstone se le ocurrió comentar que dejaba la Fórmula 1 porque la acción en pista ya no le hacía soñar. Y mencionaba como ejemplos de temporadas en las que aún sin ganar se divirtió las de 2004, 2009 o 2011.

Faltaron segundos para que centenares de aficionados se llevaran las manos a la cabeza. Unos recordando que ganó una carrera en 2011 (un GP de Gran Bretaña teñido por el politiqueo, al prohibir sólo en esa carrera la FIA el soplado de difusores). Otros porque las tres temporadas fueron francamente aburridas en lo que respecta a la lucha por el título, con coches claramente por encima del resto. Sin embargo si se rasca un poco, se puede entender lo que quería decir: en 2004 cinco equipos ganaron carreras, en 2009 ocho de los diez equipos subieron al podio, en unos casos había repostajes que barajaban la parrilla, en otros coches que permitían ir al límite en cada vuelta, o que se movían y permitían cuerpo a cuerpo. Que no se den esos condicionantes sólo echa sal a la herida que supone carecer de una montura competitiva.

La cuestión no es si tiene o no razón. La cuestión es por qué Fernando Alonso es incapaz de transmitir argumentos plenamente razonables cuando lanza este tipo de críticas. Por qué no comunica como debería, dando pie a equívocos. Es un hecho que opinando exactamente como lo hace habitualmente hay decenas de maneras mejores que como finalmente aparece en la prensa. Ideas que con un discurso estudiado y armado darían una imagen totalmente distinta de él. Y precisamente producto de esos problemas para comunicar el piloto español termine ofuscándose con los periodistas en el corralito o respondiendo en Twitter como buenamente puede. Posiblemente considere que la prensa no le haga ningún favor… pero es que no tiene por qué hacérselo, no está ahí para traducir e interpretar lo que quiere decir por muy sano que sea el ejercicio, sino para darle voz con independencia del jardín en el que se meta.

Ya, habrá puristas que digan que lo que importa es lo que se ve en pista. Que se recoge lo que se siembra. Un carajo. La imagen que Fernando Alonso ha proyectado de sí mismo en nada se parece a lo que ha demostrado en los circuitos, cómo se ha comportado con los aficionados o lo que de él dicen quienes han trabajado con el asturiano. Y si hay críticas, lógicas en una carrera deportiva de 17 años, no son muy distintas de las que podríamos encontrar sobre cualquiera de sus coetáneos. Pese a ello, Alonso sigue siendo un personaje polarizador. La única razón es que perdió la batalla del relato frente a sus rivales de la peor manera posible, no buscando ni siquiera armas con las que librarla. Y cuando llegó un aparato mediático ajeno al patrioterismo barato dispuesto a arroparle de la mano de Zak Brown ya fue demasiado tarde.

Lógicamente si Fernando Alonso se va a competir al Mundial de Resistencia o la IndyCar Series es porque quiere ganar. Lo más importante siempre será el aspecto deportivo. Pero no podemos obviar que también ello le permite partir desde un folio casi en blanco, en un entorno distinto. Incluso la imagen que ha proyectado durante casi dos décadas en Fórmula 1 juega a su favor: allí se sorprenden de no encontrarse con el ogro que farfulla ante las cámaras cada dos fines de semana tras un 10º puesto o raja por radio. No hay más que recordar cómo le cambió el semblante cuando en los días previos a las 500 Millas de Indianápolis desembarcó en el Brickyard toda la prensa formulaunera, española o no.

¿Seguirá dando que hablar? Si a estas alturas no se ha dado cuenta de la importancia de estar bien asesorado difícilmente va a cambiar. Incluso es posible que haya ganado en carisma a través de sus boutades, porque a mucha gente le hace gracia Pierre Nodoyuna. Pero a mí me va a quedar siempre esa sensación de lo que pudo haber sido y no fue, la duda de qué hubiera ocurrido si en lugar de ser amamantado por Flavio Briatore lo hubiera sido por otro pope del paddock… Interesante debate de futuro para los aficionados, que en todo caso creo que le interesará entre cero y nada al protagonista.

Foto | Toyota GAZOO Racing

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