No es sólo una cuestión que afecta a España, que de los países líderes de la Unión Europea es uno de los que, claramente, más a la cola está en cuanto a poder adquisitivo, sino de todo el marco económico del Viejo Continente. Comprar un coche nuevo en el año 2025 es algo que no puede afrontar cualquier bolsillo y, quien puede, de media no se gasta más de 24.000 euros.
El panorama no mejora si se tiene en cuenta que a medio plazo los coches eléctricos deben ir ganando cuota de mercado y su precio, a igualdad de tamaño y prestaciones, sigue siendo muy superior al de un coche equivalente con motor térmico. Por esto mismo, la Unión Europea busca instaurar una nueva categoría, a la que se presupone el nombre de «E-Car», de coches eléctricos y bajo precio con la que poner más fáciles las cosas a una gran parte de la población, entre los que deberían entrar modelos como el recién presentado Renault Twingo.
Claves de la nueva categoría «E-Car»
- Deberían ser eléctricos pequeños, simples y más baratos que los actuales.
- Menores requisitos técnicos para abaratarlos, incluyendo la posible eliminación de sistemas avanzados de seguridad
- Precios estimados entre 15.000 y 20.000 euros.
- No entrarían coches de procedencia china en la categoría
De momento, se trata tan sólo de una intención, pues una comitiva se encuentra trabajando en un borrador que podría cambiar el rumbo de la movilidad urbana: la creación de una nueva categoría de vehículos eléctricos denominada “E car”. Una propuesta que, más allá del nombre, quiere redefinir qué puede ser un coche eléctrico europeo en un momento en que la industria afronta un reto mayúsculo: cómo ofrecer modelos asequibles en un mercado invadido por la competencia asiática y con unos costes de producción que no dejan de aumentar.
La idea central que maneja Bruselas es relativamente sencilla: si Europa no puede seguir el ritmo de costes que imponen los fabricantes chinos, que gana fuerza en el frente de los coches económicos, debe crear un espacio regulatorio donde los eléctricos puedan desarrollarse sin las exigencias técnicas actuales y que, en consecuencia, tengan un precio final menor. Y es que, con normas cada vez más estrictas en materia de asistencias a la conducción, seguridad activa o ciberseguridad, muchos coches urbanos eléctricos terminan costando casi lo mismo que un compacto de combustión, lo cual limita su atractivo para un público que busca, sobre todo, precio.
Deberán ser coches sencillos que incluso, por norma, puedan prescindir de ciertos sistemas de seguridad.
Es decir, se busca, esencialmente, dar con vehículos más ligeros, más sencillos y con una homologación adaptada al uso urbano: trayectos cortos, velocidades reducidas y necesidades de seguridad distintas a las de los vehículos pensados para viajar. Coches no tan escuetos como un Citroën AMI o un FIAT Topolino, deberán ser más potentes y capaces, pero no tanto como un turismo convencional.
La clave, sin embargo, está en el precio. Si los requisitos técnicos se relajan y se permite que estos pequeños eléctricos prescindan de sistemas como el detector de somnolencia o las cámaras de mayor resolución, los costes de producción podrían reducirse entre un 10 % y un 20 %. Esto abriría la puerta a coches eléctricos nuevos por unos 15.000 euros, una cifra mucho más cercana a la realidad económica del consumidor europeo medio y, desde luego, a la del español.
Este movimiento, por otro lado y para acabar, también tendría un efecto directo en los fabricantes del continente. Marcas como Stellantis, Renault o Volkswagen ya trabajan con plataformas de eléctricos urbanos y cuentan con modelos que podrían adaptarse a esta regulación sin grandes inversiones adicionales, ya que limitando sus prestaciones podrían entrar dentro de este marco. Hablamos de modelos como el Volkswagen ID.1, el Renault Twingo, el Dacia Spring e incluso, puede, que modelos de categoría superiores como el Renault 5 o el ID.Polo si la UE deja margen en cuanto a tamaño exterior.







