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El polémico, y a la postre deseado, retrovisor "volador" del Ferrari Testarossa

Dudo mucho que seas capaz de contemplar la vista frontal de un Ferrari Testarossa sin percatarte de ese inmenso retrovisor que sobresale a la derecha y en una posición a todas luces inusual, casi a la altura del techo. Es probable que aún te sorprenda más otra herejía, el hecho de que solo exista un retrovisor, que hace que el Ferrari Testarossa rompa con todos los cánones estéticos conocidos y sea un coche asimétrico. Incluso Ferrari reconoce que esta solución, la del retrovisor volador, fue tan polémica que muchos clientes pidieron explicaciones acerca de cómo podía influir a la aerodinámica, otros optaron incluso por corregirlo instalándolo en una posición más baja junto a un segundo retrovisor exterior, y hasta Ferrari decidió corregirlo años más tarde. Lo curioso es que los Ferrari Testarossa que conservan esta solución, lo que los anglosajones denominan como flying mirror, son los más cotizados y deseados por los coleccionistas.

El gran problema de un superdeportivo era y sigue siendo la visibilidad del conductor. Conseguir que un superdeportivo permita contemplar adecuadamente la carretera y, sobre todo, maniobrar, es complicado. Con el Testarossa, Ferrari tenía que conseguir dos objetivos, el de facilitar la visión del conductor hacia atrás y el de cumplir con la correspondiente homologación con un retrovisor que facilitara esa visibilidad sin que ningún elemento de la carrocería la entorpeciera.

Y si prestamos atención a la línea lateral de un Ferrari Testarossa, y a esa enorme repisa que crece desde las aletas delanteras hasta la zaga, por encima de sus famosas branquias, nos percataremos de que la opción de integrar el retrovisor en una posición tan elevada era la más socorrida para ofrecer la mejor visibilidad posible al conductor.

Las mejoras en la refrigeración del motor y el confort del habitáculo llevaron a Ferrari a crear un Testarossa muy ancho, incluso para los cánones modernos. Más ancho que un Ferrari 488 GTB moderno y casi tan ancho como el Ferrari LaFerrari.

Como ya os decíamos anteriormente, incluso Ferrari reconoce que aquella solución fue polémica entre sus clientes. También se dice que aquella idea generó numerosas críticas dentro de la propia marca, e incluso del propio Sergio Pininfarina, cuyo estudio se encargó del diseño del Ferrari Testarossa.

Pero el problema original del Ferrari Testarossa venía de lejos. Ferrari se había propuesto resolver algunos de los grandes inconvenientes de su predecesor, empezando por la elevada temperatura del habitáculo de los Bóxer – y el BB 512i de doce cilindros enfrentados – en el que los conductos del radiador frontal hasta el motor central ejercían la función de un improvisado – y desafortunado – sistema de calefacción. Esa fue la razón que llevó a Ferrari a crear un Testarossa extraordinariamente ancho, con la línea lateral ensanchada y esas famosas branquias tras las cuales se escondían las tomas de aire que mantenían a raya la temperatura del motor.

Con 1,976 metros de anchura, el Ferrari Testarossa es un deportivo muy ancho incluso para los cánones modernos. Es más ancho que un Ferrari 488 GTB y solo 1,5 centímetros más estrecho que un Ferrari LaFerrari.

En el Salón de Ginebra de 1987, tres años después de su presentación en el Salón de París, Ferrari presentó una actualización del Ferrari Testarossa en el que este por fin sí contaba con dos retrovisores, situados en una posición más baja, discreta, y cotidiana.

Lo curioso del asunto es que a día de hoy, cuando han pasado treinta años desde la producción de aquellos Ferrari Testarossa polémicos por su retrovisor, hoy en día son los más cotizados. Primero, por tratarse de los más antiguos. Y segundo, por el encanto que para muchos tiene ese retrovisor que a priori daba la impresión a muchos de ser una solución improvisada e incluso carente de armonía dentro de la belleza y la simetría que se entendía debía tener un Ferrari.

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