Posiblemente a día de hoy te sea difícil imaginar un coche sin frenos ABS, pero no hace tanto tiempo que esta tecnología no existía como elemento de serie en todo nuevo coche fabricado. Nacido en 1978 como una de las grandes revoluciones en seguridad activa para el Mercedes Clase S de la época, los frenos ABS fueron el comienzo de toda una serie de herramientas destinadas a mejorar la seguridad en las circunstancias más adversas donde la distancia de frenado es el factor que marca las diferencias entre tener un susto o sufrir un grave accidente.
Desde 2003 el sistema ABS es obligatorio en Europa, permitiendo así que todo vehículo de nueva fabricación instale este dispositivo de serie, siendo además el punto de partida para añadir otras asistencias como el reparto de frenada, el control de tracción o el control de estabilidad. Según defiende Bosch, que fue la firma que desarrolló y llevó al mercado por primera vez el ABS, la instalación de un sistema de frenos ABS permite evitar un 10% de los accidentes, siendo además especialmente importante en todas aquellas situaciones donde la distancia de frenado es un factor vital para evitar el accidente o minimizar sus consecuencias.
Aunque a estas alturas explicar el fin del ABS no tenga mucho sentido, sí que diremos que su desempeño sigue siendo fundamental, manteniendo además el mismo principio de trabajo con el que fue introducido por primera vez en 1978. El objetivo de un sistema de frenos ABS es evitar el bloqueo de las ruedas y la consiguiente pérdida de control. Esta situación que se da con mayor facilidad en superficies deslizantes sigue siendo uno de los escenarios más peligrosos que se nos puede presentar durante la conducción.
El ABS fue el primer sistema en emplear un control digital, un importante avance allá por los años ’70 que además abría las puertas a nuevas funciones tal y como después demostrarían la llegada del reparto inteligente de frenada o el control de tracción, ambos sistemas basados en el mismo ABS. El cerebro que gestiona el sistema ABS mide en tiempo real la velocidad angular de cada rueda para detectar cuando se bloquea una rueda por exceso de presión en el circuito. Al detectar esta situación el sistema ABS libera presión en el circuito retornando el pedal de freno, una acción que provoca el característico rebote del pedal de freno bajo nuestro pie. Esa liberación de presión de forma repetida permite que la rueda mantenga adherencia con el firme y así podemos seguir teniendo el control del vehículo, un aspecto muy importante cuando necesitamos corregir la trayectoria o realizar algún tipo de maniobra evasiva.
El primer ensayo oficial realizado por Bosch sobre el sistema ABS fue durante un evento en el circuito de Untertürkheim, propiedad de Daimler, entre los días 22 y 25 de Agosto de 1978. Allí Bosch instaló el entonces nuevo sistema ABS en un Mercedes Clase S (serie 116) para demostrar las capacidades del sistema sobre diferentes trazados y superficies. A finales de 1978 esa misma generación del Mercedes Clase S sería el primer vehículo de producción en ofrecer un sistema de frenos ABS, un equipamiento opcional que tenía un coste de 2.217,60 marcos alemanes.