Hubo un tiempo en que prácticamente no contemplábamos la idea de un Mercedes-Benz sin su emblemática estrella sobre el capó. Aunque mientras estás leyendo estas líneas seguro que estarás imaginando uno, dos, o más Mercedes, modernos y clásicos, en los que esa estrella sobresaliendo, y en la visual del conductor, quedaría ridícula, y se trasladó con un tamaño contundente y prominente a la parrilla.
Un emblema del todoterreno más bestia que no ha cambiado en más de cuatro décadas
Se nos viene a la cabeza un ejemplo muy concreto, el de un icono del todoterreno como el Mercedes Clase G, que ha permanecido casi inalterado durante más de cuatro décadas. Conservando su estética angulosa, de caja de zapatos. Conservando sus características originales, si bien es cierto adaptado a las mejoras técnicas que han surgido durante todos estos años. Los cambios más importantes, de hecho, en la historia del Clase G, se han producido en los últimos años, afectando a lo que atañe a su esquema de suspensiones, o a la incorporación de una versión completamente eléctrica.

Mercedes-Benz Mercedes Clase G
Lo que ves sobre estas líneas es un Mercedes Clase G muy diferente a lo que seguro habías visto hasta ahora. Un Clase G prácticamente oficial, porque alguien pensó que el lugar apropiado para la estrella no era la parrilla frontal, sino el capó.






Un todoterreno modificado digno del Petersen
Esta creación, tal vez difícil de digerir, tiene más historia e importancia de la que parece. Tanto es así que hasta el prestigioso museo Petersen de Los Ángeles lo está mostrando en una de sus exhibiciones, dedicada al nexo entre el automóvil y la cultura popular de los ochenta y los noventa, y compartiendo parqué con joyas de ensueño como el Lamborghini Countach, el LM002 o el Audi Sport Quattro S1 E2. Ahí es nada.
¿Pero qué historia hay detrás de este todoterreno que parece haberle robado el frontal a un sedán de lujo de los ochenta?
Un capricho con historia
Nos remontamos más de cuarenta años atrás. Ivan Lendl es un tenista checoslovaco que se encuentra en lo que hoy conocemos coloquialmente, con perdón del anglicismo, en su prime, alcanzando el nº1 del ranking, y habiendo ganado finales contra McEnroe y haber estado cerca de conseguir su primer Grand Slam de no haberse cruzado con Björn Borg.
Por aquel entonces, Mercedes era patrocinador en el mundo del tenis, empezando por el torneo que se jugaba en su casa, un abierto de Stuttgart que se llamaba Mercedes Cup. Entre las actividades asociadas a su patrocinio se incluyó una visita a la fábrica para los tenistas, en la que el bueno de Ivan quedó prendado de la imagen de un Mercedes Clase G que precisamente no se producía allí – recordemos que el Clase G siempre se ha fabricado en Austria – sino que se utilizaba como vehículo de apoyo para la factoría.
Tanto le gustó ese Clase G que, con 10.000 kilómetros en el marcador, Lendl decidió comprárselo, y hacer una propuesta indecente a los empleados de Mercedes, que entendemos debieron quedarse atónitos. A ese frontal le fallaba algo y quería modificarlo. Y Mercedes tuvo una idea brillante, la de trasladar su coche a la cercana Affalterbach y encargar ese trabajo a AMG, que como recordarás aún no se había integrado en el conglomerado de Daimler y por ende en la propia marca Mercedes.
El primer G con la firma de AMG
Lo que vemos por lo tanto no solo es un Mercedes Clase G exótico, sino también el primer Mercedes Clase G que puede atribuirse con toda legitimidad el apellido AMG. El primer Clase G que haría el viaje de Graz a Affalterbach, con parada en Stuttgart, para recibir las correspondientes modificaciones que solicitaría Lendl.
En su análisis posterior, la imagen de este Mercedes Clase G llevó a equívocos. Sin lugar a dudas el trabajo de AMG pasó por trasladar el frontal de los Clase S de la época, el W116 y el W126, a un Mercedes Clase G. Lo que llevó a muchos a pensar que podría tratarse de alguna preparación de Oriente Próximo, dónde sí que hubo bastantes clientes de la marca que abordaron transformaciones similares, con el objetivo de conferirle un diseño más ejecutivo a su todoterreno.
Pero como vemos la historia de este Clase G era mucho más noble. AMG no solo transformó el frontal de este Clase G, sino que también aprovechó para modificar las defensas, montar unas BBS, unos Recaro, y un acabado de pintura tan ochentero como el que puedes ver en estas imágenes.
Como os decíamos este Mercedes Clase G se ha mantenido vivo durante cuatro décadas y se encuentra en tan buen estado que incluso tiene el privilegio de exhibirse en el Petersen. Hoy se encuentra en Estados Unidos, donde lo importó el propio Lendl, que con la boca pequeña afirma que no solo sería el primer Clase G con la firma de AMG, sino que también podría tratarse del primer Clase G que llegó a territorio estadounidense.
Sobre estas líneas os mostramos un vídeo en el que se profundiza en esta historia, y no solo eso, también en la propia historia del Mercedes Clase G, uno de los 4×4 más emblemáticos de la historia.





