Un pequeño párrafo en el marco del nuevo acuerdo comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea puede sacudir los cimientos de la industria del automóvil. El pasado 21 de agosto, ambos bloques anunciaron su intención de otorgarse reconocimiento mutuo en estándares de seguridad y emisiones en los automóviles. Las consecuencias podrían ser históricas: una Ford F-150 o un Dodge Challenger podría venderse en Europa sin modificaciones, y un Porsche 911 se podría matricular en Estados Unidos tal cual sale de la fábrica, sin «homologación estadounidense».
¿Qué implicaría este reconocimiento mutuo?
Hasta ahora, los fabricantes se ven obligados a invertir decenas (incluso cientos) de millones en adaptar sus coches a cada mercado: paragolpes reforzados, capós deformables, iluminación específica, airbags para peatones… Y por supuesto, tienen que duplicar las homologaciones en materia de emisiones y seguridad, pues los estándares son diferentes a cada lado del charco.
Con este acuerdo, esa obligación dejaría de ser tal. Bastaría con superar las homologaciones de seguridad y emisiones en uno de los dos mercados para poder comercializar el coche en el otro. El fabricante europeo homologaría sus coches en Europa y eso sería válido para venderlos en Estados Unidos. Y el fabricante estadounidense de turno haría lo mismo, pero a la inversa.
«Con respecto a los automóviles, Estados Unidos y la Unión Europea tienen la intención de aceptar y reconocer mutuamente sus normas», reza el artículo 8 del acuerdo.
De esta manera, un coche estadounidense podría venderse aquí, por ejemplo, sin los airbags de capó pensados para reducir lesiones a peatones en caso de atropello. Y un coche europeo no necesitaría los parachoques especiales ni otros sistemas de seguridad específicos para cumplir los requisitos de la NHTSA (Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en las Carreteras).
¿Un peligro para la seguridad vial europea?
Sin embargo, no todos lo ven con buenos ojos. En Europa, las asociaciones de seguridad han encendido las alarmas. Las quejas ponen el foco en que mientras la normativa europea pone mucho énfasis en proteger a los peatones, la estadounidense se centra en proteger a los ocupantes del vehículo.
Antonio Avenoso, director del Consejo Europeo de Seguridad en el Transporte, es tajante al respecto: «La Unión Europea ha izado la bandera blanca en seguridad vial». Según Avenoso, este acuerdo sería una decisión política que sacrifica vidas en nombre de la fluidez comercial.

La del centro es una Toyota Hilux como la que se vende en España. Imagen: Reddit (fuckcars).
También hay otra cuestión si pensamos en el posible impacto en nuestro entorno. Al margen de la seguridad para los peatones, la mayoría de calles europeas y las plazas de aparcamiento no están preparados para las mastodónticas pick-up norteamericanas por una simple cuestión de tamaño. Una pick-up estadounidense con cabina doble se acerca a los 6 metros de longitud y mide unos 2,4-2,5 metros de ancho (contando los retrovisores). Eso es prácticamente 1 metro más largo que un Range Rover, un coche que en Europa consideramos muy grande.
Las críticas no se limitan a la seguridad. También los grupos ecologistas han mostrado su rechazo frontal. Desde Transport & Environment consideran el acuerdo un paso atrás en el que «la Comisión Europea finge que monstruos peligrosos como las RAM o los F-150 son tan limpios como un Fiat 500». En cualquier caso, es cierto que Estados Unidos y la UE tienen enfoques distintos: allí se preocupan más por los óxidos de nitrógeno (NOx) y la UE tiene más en cuenta el CO₂.






Los eléctricos pueden ser los más beneficiados
Conviene no lanzar las campanas al vuelo. El propio texto del acuerdo lo deja claro: se trata de una intención política, no un compromiso vinculante. Entre tanto, quedan muchos flecos pendientes de resolver. Por ejemplo, ¿qué pasaría con los coches europeos en California, que tiene unas medidas medioambientales más restrictivas que el resto del país?
Evidentemente sería una gran oportunidad para que los petrolheads europeos pudieran importar un Dodge Challenger o una F-150 Raptor sin complicarse con la homologación. Pero esto supondría un volumen muy pequeño sobre el total del mercado. Quizá los más beneficiados serían los coches eléctricos, que no tienen que preocuparse por las emisiones y podrían beneficiarse de un marco legal más sencillo en todo lo demás.