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Visitamos la fábrica de Bentley, o cómo jugar a ser ricos por un día

Me siento un privilegiado por poder trabajar de algo que me apasiona y que me llena; que me permite disfrutar de los coches de una manera diferente y que me permite vivir experiencias como la que hoy nos incumbe. Y es que me vais a permitir que adquiera un tonto diferente al habitual para describiros cómo fue mi viaje a Crewe, ciudad natal de Bentley y de cómo es jugar a ser rico por un día -pronto entenderéis a qué me refiero-. Poneos cómodos.

Acompañadme en cómo es la experiencia de configurar, comprar y ver cómo se fabrica un Bentley

Todo empieza un lunes bastante temprano en la terminal 4 de Barajas, concretamente para coger un avión con rumbo a Manchester, aeropuerto más cercano a Crewe. Y aunque bien es cierto que la mañana se vuelve agridulce por culpa de un retraso en el vuelo, ello no impide que ese lunes sea mucho menos lunes.

Una vez que aterrizo, me recibe en el hall del aeropuerto una chófer que mantiene en alto una tablet en la que se puede leer «Bentley». Me presento, mantenemos una charla informal sobre el tiempo, los motivos del retraso del vuelo y nos disponemos a ir hacia el parking. Mientras seguimos hablando,j yo comienzo a analizar los coches allí aparcados y evito en todo momento preguntarle por la montura que había traído. Debatía internamente entre un Bentayga o un Flying Spur, pero no quería hacerme spoilers.

Inicialmente, Bentley se dedicaba a la fabricación de motores para la aviación, pero hoy en día es una de las marcas más lujosas del mundo

Sin desviar la atención de nuestra cotidiana conversación, la chófer alzó la mano buscando que la llave que sostenía desvelase al coche que había traído. Se trataba, concretamente, de un Bentley Flying Spur Speed Edition 12, edición especial que me produjo amor y tristeza al mismo tiempo.

Y es que esta se encarga de poner punto y final con 120 unidades al soberbio y colosal W12, motor que en abril de este mismo año dirá adiós para siempre. Me siento y diviso que en el salpicadero está inscrita una secuencia de números que llegan hasta el 12, haciendo alusión al orden de encendido de los cilindros de ese W12 de 6.0 litros biturbo capaz de desarrollar 659 CV y 900 Nm de par.

Un inicio de la visita con nostalgia, pasión y mucho mimo

Se me pasa rápido el trayecto en coche de Manchester a Crewe, donde se divisa con sencillez la fábrica de Bentley ya no solo por los logos, sino también por mantener intacta la particular estructura con la que se alzó a principios del siglo XX. Pero primero visitamos el hall de la propia fábrica, presentado en una estructura moderna pero que esconde un tesoro bastante posterior.

El Bentley Bacalar es uno de los modelos más exclusivos de la firma, pero rápidamente pasaría a un segundo plano

Allí nos recibe un Bentley Bacalar, pero creedme cuando os digo que pasó rápidamente a un segundo o incluso tercer plano. Y es que después de una breve charla sobre lo que nos deparaba aquel lunes, nos llevaron a una sala totalmente a oscuras en la que se podía divisar la figura de ocho vehículos.

La luz desveló a algunos de los primeros modelos de Bentley, tales como el Bentley Blower de 1930 que corrió en Le Mans, el 8 Litres que perteneció al mismísimo Walter Owen Bentley o el exultante Bentley Mark V Corniche. Y es que pese a que el resto también son piezas espectaculares, este último es digno de admirar con más detenimiento.

Estamos hablando de un coche único en el mundo, ya que inicialmente nació como un prototipo con el se buscaba mejorar la aerodinámica. Sin embargo, los bombardeos producidos durante la Segunda Guerra Mundial destruyeron la única unidad existente, pero ello no impidió a Bentley que la reviviese.

Bentley conserva perfectamente a sus clásicos, y los conducen todas las semanas

¿Lo mejor y lo peor de todo? Que estos coches son usados semanalmente, los mantienen al día y se cuidan concienzudamente, hasta el punto de que nos iban a dar una vuelta en el ejemplar que quisiéramos. ¿Lo malo? Que por culpa del retraso del vuelo se tuvo que cancelar.

Se fabrican como los demás coches, pero con mucho más amor

Pero ya era hora de conocer a lo que habíamos ido a Crewe: el proceso de gestación de un Bentley. A efectos generales, la fabricación de estos no difiere demasiado de la de cualquier coche convencional, pero lo importante está en los detalles. Y es que empezamos la visita a la fábrica por el departamento de madera.

Entramos en una pequeña sala con las condiciones ideales para que la madera que termina en las molduras de los Bentley se conserve perfectamente. No podría describir con palabras el olor que se percibe al entrar en esta, pero no tiene nada que ver con el resto de la fábrica.

Llegan a descartar un 90% de la madera, pero se aseguran también que no haya nunca dos coches con los mismos patrones en sus inserciones de madera

Bien es cierto que la factoría de Crewe no es especialmente ruidosa, pero aquí es el aislamiento es considerable. Y más cuando nos explicaron que tienen troncos con cientos de años de los que extraen piezas que terminan en el interior de un Bentley. Piezas que provienen de árboles de todas partes del mundo, aunque nos hicieron especial hincapié en uno que venía de Valencia.

Sin embargo, y pese a la variedad con la que cuentan, tan solo se utiliza un 10% de la madera, desechando el resto al no estar en condiciones óptimas para poder aplicarlo en el interior de un Bentley. Y teniendo en cuenta las formas y trazos que la madera adquiere por naturaleza, uno nunca encontrará replicada la pieza de su Bentley en otro modelo.

Misma situación se da con los tapizados. Aquí se inspecciona a conciencia todas y cada una de las pieles que llegan a Crewe. Los operarios las analizan minuciosamente, y marcan las zonas dañadas o con irregularidades para que sean descartadas. Concretamente, el 50% de las pieles se rechaza y se revende a otras industrias.

La tapicería de cuero es revisada por profesionales para evitar cualquier desperfecto, y la que no emplean la revenden a otras industrias

Pero seguramente hayáis escuchado que el límite lo pone la cartera de uno, y en Bentley se aplica. Al fin de cuentas, la casa inglesa permite a sus clientes jugar a placer con los coches, pudiendo incluso utilizar maderas de sus propios bosques o pedir colores exclusivos. Incluso nos contaron la anécdota de que uno de sus clientes más especiales no sabía de qué color pintar su Bentley, pero fue cuando su mujer sacó una pequeña fiambrera del bolso que dijo: «quiero ese color, el de la tapa de la fiambrera». Lo dicho, el dinero es el que marca los límites.

Jugando a ser ricos en Crewe

Ello lo pude percibir con más intensidad cuando acudimos al departamento Mulliner. Y es que es en este donde los clientes de Bentley pueden explayar su imaginación y crear un coche totalmente único y personalizado, siempre y cuando el dinero no sea un problema.

Algo que pude vivir en mis propias carnes después de que la gente de Bentley me permitiese jugar a ser rico. «¿Qué coche te gustaría configurar?», me preguntó la persona encargada de Mulliner, y finalmente nos decantamos por un Continental GTC.

El departamento Mulliner de Bentley te permite crear un coche único en el mundo, siendo el único límite tu cartera

Bien es cierto que entre mis compañeros de viaje y yo terminamos apostando por una configuración más bien clásica -lo siento, soy un señor mayor prematuro en lo que a gusto por coches se refiere-, optando por una pintura British Racing Green para el exterior y una tonalidad beige para el interior y la capota. Pero lo importante reside en los detalles.

Y aunque bien es cierto que Mulliner te permite ser todo lo extravagante que uno quiera, también puedes ser más conservador y mostrar la diferencia respecto a un Bentley «convencional» en pequeños aspectos. Y es que la firma te permite modificar el color de los aireadores, palanca de cambios, costuras e incluso el color de los altavoces. Así que insisto, el límite lo va a poner siempre tu cartera.

Lo mejor de todo es que la casa inglesa no pone impedimentos, ya que cualquier cliente puede acudir a Mulliner para darle un toque personal a su Bentley. Sin embargo, la historia cambia a la hora de poder hacerse con modelos como el Bentley Bacalar o uno de los doce Speed Six que se producirán. Tuve la suerte de ver ambos modelos en las instalaciones, pero al tratarse de unidades de clientes no se nos permitió hacerle fotos.

Es posible escoger el color de los airedadores, altavoces y cambiar materiales a placer, incluso el patrón del tapizado de los asientos

En resumidas cuentas…

No, Bentley no es la única marca con una fábrica especial o diferente en el mundo, pero desde luego tiene personalidad. Al fin de cuentas, estamos hablando de una fábrica que mantiene la tradición con elementos como conservar los primeros edificios, los tejados con forma de pico para que los bombarderos de la guerra no la identificasen como fábrica sino como vivienda o que haya en ella trabajando generaciones de infinidad de familias.

Los coches de Bentley se fabrican como los de cualquier otra marca, sí, con máquinas y robots que los ensamblan y los desplazan por toda la factoría hasta que terminan de coger forma; pero también es un lugar en el que el mimo está asegurado ya no solo por la infinidad de elementos fabricados de manera artesanal, sino también por el cariño que ponen los trabajadores.

Y es que  pese a que Bentley no es una fábrica gigantesca, tiene un tamaño considerable y un amplio personal. Pero ello no impidió a William, el encargado de hacernos el tour por la fábrica, saludar con nombre a todos y cada uno de los trabajadores con los que nos cruzábamos.

Los Bentley se fabrican como muchos otros coches, pero en la fábrica de Crewe se respira pasión y tradición por todas partes

También ello nos permitió conocer diferentes anécdotas más allá de la que mencioné sobre la fiambrera. Y es que hay clientes que siguen muy de cerca la fabricación del coche, hasta el punto de que uno de ellos estableció una estrecha relación con una de las personas encargadas de la tapicería y le pidió que firmase su coche.

Claro está que cuando uno se encuentra en la tesitura de gastarse medio millón de euros -o incluso más- espera un trato exquisito, pero lo que pude ver yo en Crewe iba un poco más lejos. Y es que allí se respiraba más un trato familiar que de respeto o cortesía, algo que, personalmente, me pareció digno de elogiar.

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